“Ser el cronista de la catástrofe que estamos viviendo”
Décima carta a Victor Klemperer sobre sus diarios:
1933-45
20 de mayo de 2022
Mientras asistimos a la desaparición progresiva de los
últimos supervivientes y al resurgimiento de los movimientos de extrema derecha
y del antisemitismo en todo el mundo, el recuerdo de la Shoah y de los campos
nazis adquiere una relevancia crucial. Las fallas a las que nos enfrentamos
hoy, inquietantemente paralelas a las de una época que creíamos lejana, nos
empujan a cuestionar la historia: ¿cómo afrontaron la adversidad quienes nos
precedieron? ¿Cómo expresaron su experiencia y los traumas que les generó? ¿Qué
podemos aprender, a su vez, de la esencia de sus escritos? (Ariane Santerre,
2022, La littérature inouïe. Témoigner
des camps dans l’après-guerre).
Querido Don Victor:
¿Qué le parece el
pequeño extracto del libro (tesis doctoral) de esta joven historiadora
canadiense? Son las mismas preguntas que tantas veces le he hecho y que trato
de responder con sus entradas. Pero antes de intentar hacer una síntesis de su
Diario en el año 1942, quiero informarle (que es hacerlo con mis lectores), que
Dios mediante hasta octubre de este año solo escribiré de otros Diarios que nos
relatan lo que ocurrió hace exactamente 80 años en relación al Holocausto. Nada
de semblanzas intermensuales cómo es mi costumbre. La razón es que fue en 1942,
después de la Conferencia de Wansee donde se planificó la Solución Final (20 de
enero), que se inician las grandes redadas de judíos en los países ocupados, el
cierre de guetos y el traslado a los campos de exterminio. ¿Qué nos pueden
decir los diarios íntimos de este hecho que no podemos olvidar jamás? Esa es la
pregunta que me guía y que trataremos de responder en esta columna mensual.
En lo relativo a su
Diario no hablaremos más del mismo hasta el 2023 cuando haré la reseña de 1943
y así hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial (SGM) cada año. Sí, querido
amigo, sigo con este gran proyecto de ir analizando el conflicto bélico más
importante de la historia a medida que se cumple su 80 aniversario, y que
realizo en paralelo entre esta columna y la semanal en El Nacional y Opinión y
Noticias. No voy a negar que extrañaré sus palabras pero es necesario
permitir escuchar otras voces, otras experiencias y emociones. En ese terrible
año creo que las suyas son fundamentales porque demuestran que los alemanes
(judíos o no) no eran ignorantes del genocidio nazi. Es evidente que no sabían
los detalles, pero una cosa sí es cierta: pudieron perfectamente decir lo que
usted afirma el 16 de marzo: “Estos días he oído hablar de Auschwitz (o algo
parecido) como del más horrible de todos los campos (…). Trabajo de minas,
muerte a los pocos días.” Y el 13 de enero: “Se sabe por diversas personas bien
informadas que en Riga judíos evacuados, han sido fusilados en serie, según
iban saliendo del tren”.
El invierno del 42
fue la primera vez que a usted, junto a todos los judíos que todavía no habían
sido “evacuados a los campos o guetos” y seguían en Alemania (que son solo los
casados con arias o con la cruz de hierro de primera clase), son obligados a
recoger la nieve. Con sus sesenta años a cuesta es inevitable al llegar a casa
después de pasar todo el día (desde las 730 de la mañana hasta las 530 de la
tarde): “Enorme cansancio, calambres en las pantorrillas, llagas en los pies,
la mano incapaz de sostener la pluma. Imposibilitado para trabajar con la
cabeza” y “Siempre luchando con el sueño” (01 de marzo). ¡Pero escribe! Y sus
diarios son la prueba, fue en el 42 en el que más escribió de los seis años de
la SGM. Cuando me siento sumamente agotado y no he escrito, su ejemplo me
anima. Pero quizás lo de la nieve no sea lo peor, porque ya entre abril y mayo
pasa con la llegada de la primavera.
Lo terrible es el
miedo que no deja de crecer día a día, la esencia de todo régimen totalitario.
El 8 de enero un miembro de la Gestapo lo baja del tranvía y lo lleva a un
cuartel, después que usted le dice que se dedica a escribir un libro y él le
responde: “No podrá publicarlo nunca, mañana empieza a trabajar en la
fábrica…”. Allí todo será humillación, pero se salva cuando lo dejan ir
diciéndole: “si no fuese tan viejo y tan enclenque, lo poníamos a trabajar” (12
de enero). Desde ese momento no se monta más en un tranvía y encerrado en casa
lo más que puede. Su esposa Eva tendrá que salir más a buscar la comida. Pero
aparece la amenaza de los registros domiciliarios que son de gran violencia si
le consiguen comida o cualquier cosa que consideren de valor, ni hablar de
escritos como su Diario (al menos sabe resguardarlos con amigos). Todos hablan
de ellos y cómo tienden a generar el suicidio (01 de marzo).
Sobre la guerra no
habla tanto cómo en otros años, pareciera que la censura es mayor y todo se
sabe por rumores o propaganda (los éxitos, claro). En junio teme a los
bombardeos de ciudades que son cada vez más intensos “¡Con 1000 aviones sobre
el norte y centro de Alemania!” (29 de junio). Lo que sí es cierto es el hambre
que crece porque cada día les dan menos cupones y consiguen pocas papas que es
lo que comen fundamentalmente. Las prohibiciones a los judíos se mantienen
siempre crecientes hasta desde las cosas más absurdas como que solo pueden
tener en casa lo que consumirán ese día, si se les consigue más serán multados.
Quiero despedirme por
ahora mi querido maestro con la pregunta que me hicieron hace unos días sobre
si mantenía mis columnas de artículos periódicos (semanales y esta mensual). La
verdad es que no sé cómo lo logro ante todos los “trabajos alimenticios” (los
que permiten comer) y las rutinas, por no hablar de esta sociedad caótica ¡por
decir lo mínimo! La respuesta la tiene usted cuando habla de sus memorias (que
llama Curriculum) al afirmar que
“avanza despacísimo. Pero firmemente decidido a seguir con él. Y también me
gustaría mucho ser el cronista de la catástrofe que estamos viviendo. Observar
hasta el último detalle, tomar notas sin preguntarme si conseguiré alguna vez
sacar provecho de estos apuntes” (17 de enero). El mes que viene hablaremos del
Diario de Ana Frank.
2 comentarios:
Tal como el autor de tus citas, tú también eres un registrador de la catástrofe que estamos viviendo en la que una vez fue "tierra de Gracia".
¡Caramba! ¡Dios te escuche! Muchas gracias querido amigo.
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