viernes, marzo 30, 2012

¡No hay límites para la irresponsabilidad... Crónicas politológicas (LXX)





 ... del gobierno de Chávez!. ¡¿Cómo es posible que el viernes se aprobara una ley por vía de la inmoral habilitante que permite un endeudamiento ilimitado del Ejecutivo?! A este hombre no le interesa quebrar nuestro futuro para lograr su desmedida ambición de poder. ¡¿Cómo puede ser tan descarado para amenazar con nacionalizar a la banca con acusaciones sin prueba alguna?! ¿No será más bien que todo esto es una advertencia para todo el que financie la campaña del candidato de la oposición? Porque no le basta con hacer uso ilegal de todos los recursos del Estado en su campaña presidencial sino que pretende que las instituciones privadas que libremente decidan apoyar financieramente al candidato de la democracia deban ser castigadas. ¡¿Cómo se atreven sus esbirros a amenazar con armas de fuego al pueblo indefenso (ver foto 1 arriba a la izquierda)?! ¡¿Cómo es tan mentiroso para decirnos que la criminalidad que padecemos es algo que nos estamos inventando porque en "EEUU hay más delincuencias que en Venezuela (ver foto 2 de cuadro de estadísticas a la derecha)?!. Pero queda una esperanza: el despertar de un pueblo: y un buen ejemplo es que Caramelos de Cianuro (ver foto 3 abajo) y muchos artistas exigen que vivamos en paz. No podemos seguir en silencio, no podemos ser apáticos. Hagamos campaña por los que aman la libertad, llevemos muchos a inscribirse en el REP y a votar el 07 de octubre para que la victoria sea contundente.

Profeballa

Razón y sentido de las crónicas politológicas son fundamentalmente la redacción de la historia inmediata venezolana, pero para una explicación más amplia de dicha crónica leer acá.


jueves, marzo 29, 2012

Hoy me alegró un análisis esperanzador. Crónicas politológicas (LXIX)

Hace 200 años se formuló en Venezuela un proyecto que poco a poco se hizo un gran ideal: ser una república liberal. Este proyecto se ha arraigado a pesar de todos los personalismos que hemos padecido. Hoy está en peligro por otro proyecto que desde su llegada al poder (1999) no ha descansado por intentar destruir dos siglos en que nuestros textos constitucionales, nuestro lenguaje político, nuestros principio de existencia han repetido una y otra vez: libertad individual, propiedad privada, respeto a la búsqueda autónoma de la felicidad, limitación del poder, principio de legalidad, soberanía popular, división de poderes, alternancia, equidad, justicia, libertad de conciencia y de expresión, e igualitarismo que no es lo mismo que homogeneidad. No podrán implantar su totalitarismo porque estos valores están en nuestra cultura, y como dicen algunos para señalar lo apegado que estamos a ellos: "están en nuestros genes". No hay manera: el socialismo del siglo XXI podrá aplicarse en otro país pero en Venezuela jamás. 

Esas fueron las palabras y reflexiones que me llenaron de esperanzas, que ninguna encuesta podrá opacar. 

Profeballa

Razón y sentido de las crónicas politológicas son fundamentalmente la redacción de la historia inmediata venezolana, pero para una explicación más amplia de dicha crónica leer acá. 

miércoles, marzo 28, 2012

"Todo es formación". Crónicas politológicas (LXVIII). Crónicas docentes (IV)

El martes tuve dos experiencias políticas relacionadas con universidades distintas de mi ciudad. En la primera una vez más me sentí indignado por la acción de los violentos secuestrando mi facultad. Luego en la tarde, escuché el "quehacer" de la otra universidad, en el que todo (desde el cafetín, pasando por los pupitres, las paredes, los jardines, ¡todo!) en el ambiente de la institución, nos decían, debe llevar a la formación. Es por ello que no podemos tolerar lo que va en contra de la búsqueda de la verdad como la intolerancia, la violencia, y el populismo del "1x1x1". Sonará a contradicción pero no lo es. Si amamos la universidad debemos rechazar el secuestro que intenta hacer el poder a la UCV, tal como pasó ayer martes. Es por eso que hoy marché junto a mis alumnos, es por eso que aunque sea el último demócrata de esta tierra, y el último creyente en Cristo; a pesar de mis defectos, pecados y miedos espero tener la entereza para no doblegarme jamás. Amén.  

Profeballa

Razón y sentido de las crónicas politológicas son fundamentalmente la redacción de la historia inmediata venezolana, pero para una explicación más amplia de dicha crónica leer acá.

El historador Ángel Rafael Lombardi Boscán nos habla de la actualidad del pensamiento de Maquiavelo

MAQUIAVELO VIVE

            Quién lo iba a imaginar: quinientos años después, el polémico florentino: Nicolás Maquiavelo (1469-1527), autor del más popular tratado acerca del comportamiento político de los gobernantes en torno al poder, sigue vigente. Se pudiera pensar que la política se ha vuelto más institucional, que las leyes son principios sagrados para garantizar el orden y la paz, en suma la civilidad bajo coordenadas racionales. Y que el discurso político, junto a sus ejecutorias, se ha adecentado. Que ya el veneno no es un instrumento “electoral” para sacar de la carrera política a los adversarios de turno, o que blandir el puñal, con astuto disimulo, es algo obsoleto, completamente anacrónico. Tremenda ilusión.

            El poder embruja, envilece y enloquece a sus practicantes más conspicuos. Y si se trata de un poder sin contrapesos y controles, pues aún más. Fueron sabios los romanos en muy pronto advertir esto. Cuando un General victorioso, al regresar de una campaña militar, hacia su entrada por los “Arcos de Triunfo” bajo la alegría desbordante del populacho, un esclavo que iba a su lado le decía al oído: Respice post te! Hominem te esse memento! ("¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre" (y no un dios). Aunque igual, bien rápido que se les olvidaba. No mas Julio César atravesó el Rubicón terminó por aplastar con sus soldados a la República.  

Dignidad, lealtad, integridad, confianza, patriotismo, virtud, honor, valentía son conceptos deleznables cuando se trata del Poder y su mantenimiento. Es por ello que la gran revolución en la política moderna, en un plano conceptual, la llevó a cabo  Montesquieu (1689-1755)  cuando propuso el control del poder por el poder mismo, extraña paradoja. El poder vigilado a través del estricto cumplimiento de las leyes, y estableciéndole contrapesos y restricciones para evitar sus reiterados abusos y desviaciones. Sin ello, la sociedad y la ciudadanía, son una víctima inerme del abusador de turno.

Dice Maquiavelo en “El Príncipe”: “Y ha de tenerse en cuenta que un príncipe –y de forma especial un príncipe nuevo- no puede conducirse de acuerdo con todos los rasgos mediante los cuales los hombres son tenidos por buenos ya que a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a obrar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión. Razones por las cuales necesita mantener el ánimo dispuesto según le exijan los vientos de la fortuna, y como dije antes, a no apartarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado por la necesidad”.

El asunto es que a cada rato se “entra en el mal” haciendo de la simulación, la mentira y la hipocresía un acto teatral con comparsas y celebraciones, sino basta con repasar los cables de wikileaks donde la diplomacia mundial quedó al desnudo. A J. Edgar Hoover, fundador del FBI, le bastó con espiar al liderazgo estadounidense, y mantenerse en el cargo a fuerza de chantajearlo. Miseria, Corrupción y Poder forman parte de una misma lógica. Ese es el tema, desde una óptica descarnada, “maquiavélica” diríamos, con la que se ha acercado a la política de hoy el actor y director: George Clooney, en su más reciente película: “Los idus de marzo” (2011).


DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS DE LUZ

martes, marzo 27, 2012

Barrera Tyszka y Alejandro Oliveros son los culpables. Bibliocrónicas (V)


Los culpables que no pueda dedicarle el poco tiempo de lectura que me queda después de las actividades relativas a la docencia, a temas de historia. En un momento de descanso tomé el libro de cuentos: Crímenes (2009) de Barrera Tyszka, y quedé atrapado. No hay un adjetivo que nos suene extraño, no hay expresiones cursis por ningún lado, solo nos deja el deseo de saber cómo terminará cada historia. Me gustó mucho "Balas perdidas" sobre la polarización política en Venezuela, el que se refiere a la extraña obsesión de morder perros que tiene un desempleado y el que busca romper el mito del "buen revolucionario" (exguerrilleros en Iberoamérica) en las "Venas abiertas". 


Una vez conocí a Barrera Tyska en una evento literario. Estaba solo en una esquina en medio de muchas personas, cosa extraña para una personalidad pública. Me le acerqué y quizás por timidez le hice la idiota pregunta: "¿Usted es Barrera Tyska?". Desde ese momento creo que se fastidió y solo cruzamos unas pocas palabras. No me pareció muy simpático, quizás yo fui el culpable por la forma de abordarlo. 

Hace más de dos años supe de la existencia de los "Diarios literarios" de Alejandro Oliveros, y me inspiró para publicar un conjunto de "crónicas-diarios" sobre mi percepción y experiencia diaria en lo relativo a la política, la docencia y la lectura.  A pesar de ello solo había leído fragmentos en internet; hasta que en los últimos días, gracias la biblioteca universitaria, he podido leer el primero que fue publicado: Sin parar un punto, Diarios literarios, 2000-2001 (2009) publicado por Equinoccio-USB. No voy a negarlo, envidio ("sanamente") su vida dedicada a la lectura, escritura y un poco de clases. Quizás una de las partes que más me han gustado es cuando describe las rutinas diarias, la calle y la situación política, el clima y su lucha para no ser absorbido por el trabajo poco productivo en lo literario. Es una lectura relajante. Por acá le dejo algunas frases sobre la docencia: 




Valencia, miércoles 12 de enero, 2000

Primer día de clases del año. Dejo de escribir (...) y quedan en suspenso todas las lecturas.

¡Qué identificado me siento!

Valencia, miércoles 9 de febrero, 2000

El período de clases ha terminado y ahora toco corregir, entregar notas y todo lo que hace de la docencia un oficio ingrato. 

Profeballa

Razón y sentido de las bibliocrónicas son fundamentalmente la redacción de mis experiencias bibliófilas, pero para una explicación más amplia de dicha crónica leer acá.


lunes, marzo 26, 2012

El historiador Rogelio Altez en un extracto de su libro: "Si la naturaleza se opone"

Cortesía de Prodavinci.


Si la naturaleza se opone (extracto), por Rogelio Altez


A 200 años del terremoto de 1812, publicamos un extracto del libro "Si la naturaleza se opone...Terremotos, Historia y Sociedad en Venezuela", de Rogelio Altez y publicado por Editorial Alfa (2011)

Una estampida de feligreses rompió de súbito ante el primer estremecimiento. La decencia de la procesión y el silencio de la fe fueron arrancados de la escena tal como si el terror tuviese manos gigantes que, invisibles aunque palpables, sujetaban a cada uno por sus temores más oscuros. El miedo y la desesperación movían los cuerpos en todas direcciones, como si en la carrera un atisbo de esperanza buscara entre el desorden un refugio repentino donde protegerse y salvar la vida. El terremoto tomó aquellas almas por sorpresa, como suele ser su condición, y se vistió de Jueves Santo. En su sinuosidad subterránea, se armó de castigo divino y les recordó a todos que, por entonces, no existían diferencias entre Dios y la naturaleza. Aquello sucedía en Caracas, un 26 de marzo de 1812, justo cuando la Primera República se disponía a celebrar sus anuncios de libertad e igualdad…
Mientras las gentes chocaban entre sí, un hombre se quitó la chaqueta y la perdió entre la multitud. Las paredes y los edificios ya habían caído, y el polvo de bahareques y mamposterías flotaba lento por las calles en una amarillenta nube tétrica que ascendía en clamor como buscando al cielo. Camisa remangada, se dispuso a recuperar una calma ya desvanecida entre gritos y gemidos, hasta que su chapoteo entre la estampida le condujo a la esquina de San Jacinto. Allí divisó a un cura sobre las ruinas del convento (segundos antes derrumbado por el temblor), anclado en un improvisado púlpito abierto que, a la sazón, se antojaba encima de los escombros; el religioso aprovechaba la ocasión para alentar a los creyentes a que vieran a través del polvo al extenso y justiciero brazo de Dios, severo sancionador de la osadía de aquellos que habían atentado contra el orden de todas las cosas. Los republicanos estaban siendo castigados por sus pecados de independencia y su libertinaje innoble. Los devotos, arrodillados en torno a las ruinas del convento, rogaban por clemencia y miraban al clérigo como su interlocutor ante las fuerzas del más allá. Hasta que el hombre, enfurecido, irrumpió con total decisión en la escena.
Trepó vehemente con ojos al borde de sus órbitas y conminó al cura a callar. Una respuesta envalentonada y desafiante brotó de entre los hábitos del sacerdote, exponiendo así aquel ímpetu revolucionario ante la evidencia de los confundidos creyentes allí convocados. Fue entonces cuando sacó su espada y dio por terminada la discusión sobre las causas del temblor: le amenazó de muerte si no cerraba la boca y dejaba de engatusar a los magullados feligreses quienes hacían las veces de aterrorizado auditorio. Esta acción le garantizó a ese hombre una cita con la posteridad y le sirvió de marco para la leyenda, la misma que caminó junto a su sombra desde entonces y la que quedó estampada para siempre en la propia esquina de San Jacinto. Simón Bolívar, como todo héroe, suma a su mito la lucha contra la adversidad, y de allí que la escena de aquel Jueves Santo le acompañe como un sello de indeleble garantía heroica.
La vida de la sociedad que por entonces se debatía entre la fidelidad al rey o la igualdad entre las castas, pasaba delante de los escombros como una exhalación. Las calles de Caracas, desde aquel triste Jueves Santo y hasta finales del propio siglo XIX, servirían de teatro a la memoria de aquel estruendo inconmensurable al mantener las ruinas encapsuladas en cada cuadra y tras cada muro, ventana o dintel. El caminar de caraqueños y visitantes se reencontraría en cada paso con el pavor de un pasado esforzado en conmemorar que los temblores no perdonan, y que tampoco distinguen entre colores de piel, alcurnias, ideologías o géneros. La patria había nacido a la luz de aquel cataclismo y su primer llanto se cubría de mito al imaginar una lucha entrañable contra la madre naturaleza, eventualmente empeñada en darle una mesura diferente al andar heroico.Los temblores del 26 de marzo de 1812 le servirían a don Simón de portentoso adversario mitológico en el camino hacia un nuevo orden. No fue Bolívar el Odiseo de América, ciertamente, pero sí el héroe que enfrentó fenómenos y rivales en un viaje interminable que acabó por sellar el destino de varias naciones, así como el suyo propio. Su estampa formidable no estaría completa sin esta escena… y no habría sido lo mismo si se tratase de unas lluvias, una sequía o una inundación.
Al génesis de la nación, cuyo parto extendió los dolores por varias décadas, no le podía faltar el dramatismo y el paroxismo de un fenómeno destructor; su adversidad trazó un umbral, lleno de padecimientos, que fue cruzado con resignación por unos y con resistencia por otros. El camino hacia la modernidad, la libertad y hacia todas las promesas proclamadas en aquel momento, tuvo a la naturaleza interpuesta como un rival a vencer, y a ello se dispusieron los vehementes revolucionarios, con espadas ungidas de convicciones prestas a enfrentar las fuerzas del universo. Aún así, el terror que despiertan los temblores no fue derrotado en aquella lucha de poderes… como tampoco pudo ser disipado posteriormente con la victoria de las ideas y los valores modernos. La sorpresa del primer estremecimiento, la deformación del suelo ante los ojos incrédulos de testigos y víctimas, el ruido penetrante e inolvidable, y el horror causado por el abatimiento de las edificaciones, sobrepasan históricamente a los paradigmas de la cultura, en éste y en todos los tiempos.
La intención más general que se persigue con este libro no estriba en ocultar ese miedo a los temblores; antes bien, su propuesta apunta a recordar que ese temor debe asociarse a una presencia inexpugnable e insoslayable: los terremotos son fenómenos naturales que conviven con esta sociedad y que retornan de manera impredecible, aunque ese retorno pueda ser estimado científicamente. Subrayar la persistencia del temor implica señalar caminos hacia una memoria que ha de ser siempre colectiva, a pesar de que la supervivencia de esa memoria dependa de reflejos que permanecen cotidianamente dormidos, los cuales despiertan de súbito cuando la pesadilla del temblor irrumpe en el profundo sueño de una cultura inadvertida.
Si la memoria se hiciera al andar, como se han hecho los caminos de la humanidad, poco habría que agregar acerca de los fenómenos naturales potencialmente destructores. Pero la memoria es una cajita de sensaciones que acumula respuestas ante hechos que se atesoran sin que muchas veces se esté plenamente consciente de ello. Esas respuestas, a veces transformadas en reflejos casi musculares, cuando se trata de la memoria colectiva de una sociedad, pueden estar condicionadas a la forma a través de la cual se han ido almacenando esos hechos. Y esto no depende siempre de la voluntad de la sociedad (tal como si ese colectivo operase al igual que un individuo o poseyese una personalidad similar a la de un sujeto), sino de las estrategias con las cuales se socializó a ese colectivo. En ello han participado todos los componentes de una sociedad, desde el Estado socializador y manipulador de conciencias, hasta la actividad de las propias comunidades con sus recursos de resiliencia.
En la sociedad venezolana, como en muchas otras, el olvido ha sido el peor enemigo de la memoria colectiva, y su mayor éxito se encuentra en haber hecho creer a propios y extraños que ese velo de niebla extendido sobre el pasado puede confundirse con la memoria. El olvido es el arte de transformar al pasado en algo distinto a lo que fue, no el hecho de hacerlo desaparecer.
Olvidar, también, es defenderse de algo cuya presencia produce inestabilidad. El miedo desestabiliza, y es por ello que generalmente es ocultado tras el olvido, encubierto en metáforas que le cambian su significado original. Sin embargo, los miedos sólo pueden ser derrotados cuando su significado es comprendido en su dimensión más real, y de allí que enfrentarlos exitosamente represente correr el velo seductor que ha hecho creer algo distinto de lo que realmente significan. Con los desastres del pasado ocurre una situación semejante: existen como metáforas en la memoria colectiva de una sociedad… si es que acaso logran existir de alguna manera.
Los fenómenos naturales poseen la cualidad de la regularidad, es decir: suceden una vez y volverán a suceder. Es pertinente aclarar que “regularidad” no es lo mismo que “periodicidad”, y quizás por ello exista la alucinante idea de que los fenómenos actúan de acuerdo al arbitrario calendario humano, haciendo suponer con ello que su retorno coincide con ciertas fechas o a la vuelta de lapsos inventados a la sazón. Al suponer esto, la relación con esos fenómenos (y con la naturaleza misma) se ve distorsionada. La “espera” de sus retornos parece condicionada a una agenda de larga duración donde las fechas se resaltan al compás de un ritmo inexistente. Con ello, al incumplirse ese ritmo, la espera resulta insatisfecha y la expectativa decepcionada dando lugar a que deje de recordarse la probabilidad de reaparición de esos hechos. Tal agenda, además, yace cerrada bajo montones de prioridades inmediatas que se superponen en el calendario humano y que, ineludiblemente, hacen que se olvide su revisión periódica. El olvido actúa a pesar de que la sociedad marque eventualmente en su agenda que algunos de esos hechos suelen ser importantes para su funcionamiento.
Existen fenómenos naturales potencialmente destructores, distintos en condición y origen a los terremotos, que pueden, sin embargo, contarse en regularidades contingentes que coinciden con el ritmo del tiempo que las sociedades han impuesto en forma de calendarios. Uno de esos fenómenos se manifiesta en forma de huracanes… Los huracanes cuentan con un período en donde indefectiblemente hacen su aparición: entre mayo y noviembre, a pesar de que este lapso no funciona con una regularidad insoslayable. Las regiones que los padecen, como en el caso del Caribe insular y continental, o bien la costa del Pacífico en Centroamérica, pueden estar seguras de que año tras año serán sacudidas por los embates de fuertes vientos e intensas lluvias; no obstante ello, la función de la memoria colectiva en esas regiones no siempre da cuenta de hallarse articulada con la regularidad de los ciclones. Venezuela puede ufanarse de verse a salvo de esta periodicidad, aunque no de sus efectos, pues en más de una oportunidad los huracanes han alcanzado con sus coletazos a las costas orientales y centrales. En ocasiones pueden hasta golpear directamente, como lo hiciera el huracán Iván en el año 2004, o bien otros en la historia.
Algo similar ocurre en las regiones templadas del planeta, donde las sociedades han desarrollado su cotidianidad de la mano de la regularidad de las estaciones. A pesar de las alteraciones eventuales en esas regularidades, las comunidades continúan estructuradas sólidamente con relación a sus anuales secuencias climáticas. Allí la memoria colectiva vinculada a los fenómenos naturales, ciertamente, ha de operar de otra manera. No obstante, la función de esa memoria no necesariamente puede observarse en forma de respuestas sólidas ante el retorno súbito de los fenómenos potencialmente destructores. Ello depende, con seguridad, de las estrategias con las cuales esas sociedades han consolidado sus “formas de memoria”. El temor a las manifestaciones de la naturaleza que se encuentran fuera del control de la humanidad y sus sociedades, posee alcances universales, y de ello dan cuenta rituales, tradiciones y cultos en la más variada heterogeneidad a lo largo y ancho del planeta. Ese temor, también, transita senderos evasivos y en la mayoría de los casos conduce a inadvertir las señales de la naturaleza. La evasión es apenas una mueca que pretende ser una forma de defensa, y su único éxito se anota en postergar lo inevitable.
En contextos como el venezolano, estas expresiones parecen estar ancladas a las formas de memoria que han sido construidas históricamente como estrategias formales de socialización y como representaciones que generalmente dan la espalda a la naturaleza y sus manifestaciones. Esto queda transparentemente claro en cómo el pasado es apropiado por las formas en las que los poderes de turno se han desplegado eventualmente, y en las estrategias presentadas para construir las propias interpretaciones que de “memoria” pueden alcanzar a construir. En la apropiación formal del pasado (siempre política e ideológica dentro de los contextos modernos y contemporáneos) desarrollada históricamente por todos los modelos de Estado en Venezuela, los fenómenos naturales no tienen un lugar que pueda asociarse estructuralmente con las comunidades. De hecho, no tienen ningún lugar…. Basta con girar la mirada hacia lo que funge como efemérides o conmemoraciones dentro del calendario formal con el que se recuerda a los hechos que representan la conformación de la nación venezolana, para comprobar esta afirmación.
Las conmemoraciones que la sociedad cultiva están articuladas en una memoria que puede ser entendida como “selectiva”, escogida de acuerdo a los intereses de quienes construyen esas conmemoraciones. Generalmente vinculadas al poder y sus formas de reproducirse, privilegian hechos políticos, bélicos y sociales, matizando sus significados con tonalidades de heroísmo. La vida de la naturaleza, tal como si se tratase de un vecino incómodo, pasa desapercibida en ese calendario, y sólo es recordada si sus actuaciones se cruzan con los hechos que dan vida a las agendas humanas. En esta memoria selectiva actúa igualmente el mismo mecanismo de defensa que intenta metaforizar los acontecimientos que en el pasado hicieron algún daño. Quizás por ello los desastres no se conmemoren y sólo se reproduzcan como leyendas que, apenas esporádicamente, algunas comunidades recrean a partir de la visita de fenómenos naturales que vuelven para recordar que su regularidad forma parte de la vida de todos.
La sociedad y la naturaleza no son dos cosas distintas; antes bien, conforman una unidad en relación, cuya constante es la dinámica, elemento fundamental que asegura que esa relación no sea siempre la misma, sino que se transforme en el tiempo, es decir, históricamente. Del mismo modo que “no existen paisajes inmutables”, como lo ha dicho el maestro Pedro Cunill Grau, tampoco es posible admitir que las formas a través de las cuales la humanidad ha construido su relación con los ambientes en los que sobrevive se reproduzcan intactas en la historia. La percepción de la naturaleza es la cristalización de procesos de apropiación y explotación de los espacios y recursos con los que conviven las comunidades, y eso puede cambiar, una y otra vez, como lo ha hecho desde que existe la especie sobre el planeta: “…el comportamiento antrópico ante el paisaje, la biodiversidad y los recursos naturales, es siempre variable.”Las memorias, quizás, también puedan transformarse.
Venezuela es un país sísmico, y esto significa que convive con los terremotos. No obstante, se trata de un vecino incómodo al que se ha escogido no tomar en cuenta dentro de la historia y la memoria de la nación… lamentablemente. Con este libro se pretende llamar la atención al respecto, señalando la recurrente y regular visita de esos fenómenos que despiertan horrores y angustias. A pesar de que la investigación científica y las decisiones públicas han hallado la forma de atender el problema, la sociedad continúa mirando la escena tras el mismo velo seductor. Los terremotos son fantasmas que nadie quiere conjurar; sin embargo, los miedos que han sido asociados a ellos pueden descifrarse fácilmente con sólo retirar ese velo y aproximarse a su forma más natural.
***
Si la naturaleza se opone…
Terremotos, Historia y Sociedad en Venezuela
Rogelio Altez
Editorial Alfa (2011)

Hoy se cumplen 200 años del terremoto del 26 de marzo de 1812, protagonista de la caída de nuestra Primera República

Huellas de un sismo bicentenario

El terremoto de 1812 es el más fuerte hasta ahora registrado en Caracas


ANYIMAR COVA LUGO |  EL UNIVERSAL
domingo 25 de marzo de 2012  12:00 AM
Un minuto 15 segundos, según relató Manuel Antonio Fajardo, fue lo que duró el terremoto de Caracas de 1812. Son 200 años los que se cumplen mañana de aquel infortunado Jueves Santo en el que, según estimaciones actuales de la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), la tierra se movió a 7,3 grados en la escala de Richter, para lapidar a la naciente Primera República y buena parte de las edificaciones de la época. 


En la capital, aunque ninguna se encuentra en su estado auténtico, hay estructuras que se convirtieron en sobrevivientes del desastre. Carlos Duarte, historiador y restaurador, explica que el puente Carlos III (de Dos Pilitas a Portillo en La Pastora), que permitía el paso de Caracas a La Guaira, es una de ellas. También la Catedral de Caracas, cuyo reloj se detuvo a las 4:07 minutos durante el terremoto y conserva el primer cuerpo de su torre original del siglo XVII, así como la estatua de La Fe que reposa en la parte superior de su cúpula. Agrega que en cuanto a templos, sufrieron poco el de San Francisco y la capilla de Santa Rosa de Lima (hoy dentro del Palacio Municipal de Caracas). 

El cuartel de San Carlos, aunque debilitado, recuperó su estructura en 1839 y se mantuvo hasta el pasado viernes como refugio de damnificados. Muy cerca de allí, en espacios que hoy ocupa el Panteón Nacional, se destruyeron varias edificaciones pero se mantuvo el Samán de la Trinidad, plantado en 1735 como una estaca del simbólico Samán de Güere. También persisten la Quinta de Anauco y Anauco Arriba (San Bernardino) así como la Casona Ibarra (UCV). 

De Traposos a San Jacinto en la parroquia Catedral está la casa natal de Bolívar, aunque acota Duarte que, tras el sismo, la vivienda perdió su segunda planta interna. Cerca de allí, en la esquina Gradillas, la recientemente recuperada Casa del Vínculo, rememora el sitio del cual salió Bolívar hacia la plaza San Jacinto para pronunciar un discurso en contra de los frailes que aseguraban que el terremoto era un castigo divino por la emancipación. 

Rogelio Altez, antropólogo e historiador, difiere pues considera que Caracas se ha caracterizado por una "transformación abrupta y recurrente del urbanismo". De modo que ya para 1900, dice, el casco histórico había renovado prácticamente todas sus edificaciones. No obstante, asegura que la Catedral de Caracas ha demostrado gran resistencia a los hechos naturales. 

Otra cosa que sobrevive en el imaginario colectivo es la imagen del Bolívar heróico que pintó Tito Salas en su obra Terremoto de Caracas. "Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca", es la frase que se ha acuñado al Libertador sobre este hecho. Pero, Altez dice que fue José Domingo Díaz, afín a la Corona, quien en su libro "Recuerdos de la Revolución de Caracas", le atribuyó una afirmación que Bolívar nunca dijo. 

Reviviendo la historia 

Un antes y un después es lo que promete brindar la Galería de Arte Nacional en la muestra "Terremoto de Caracas, dos siglos después", que mañana se abrirá en el espacio. La exposición de grabados, dibujos y fotografías refleja la visión de varios artistas sobre el suceso. 



07:28 am 25-Mar de 2012|Maolis Castro
La sobrepoblación, construcciones inadecuadas y edificaciones altas podrían empeorar el efecto de los sismos
La arquitectura de Caracas está pincelada con los trazos de la modernidad y de la pobreza. Detrás de urbanizaciones como La Urbina, El Paraíso, Montalbán, San Martín y El Hatillo se arrincona el cerro de bloques, una imagen conocida de la capital desde hace más de 40 años, pero también angustiante cuando se piensa en movimientos telúricos.


En el último mapa de micro zonificación sísmica de la capital ­elaborado por la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas entre 2005 y 2009­ también se dibujan desigualdades en el subsuelo que condicionan el riesgo en las edificaciones. "Se hizo un estudio de la respuesta del suelo a los sismos. Se vio en diferentes partes de la ciudad cómo se puede propagar e, incluso, amplificar la onda sísmica, dependiendo del espesor de los sedimentos y de acuerdo con el tipo de edificación", explicó Michael Schmitz, jefe del Departamento de Geofísica de Funvisis y coordinador del proyecto.

Chacao, Los Palos Grandes, Sebucán, Los Dos Caminos, Santa Eduvigis, San Bernardino y algunos barrios están en la mira de los expertos. Para el geógrafo Jesús Delgado, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV y asesor de riesgos de la Alcaldía Metropolitana, el peligro podría estar representado en el tipo de edificación.

"Los edificios altos, de más de 15 pisos, que reposan sobre suelos con mayor espesor de sedimentación ­más de 300 metros de profundidad­ podrían resultar más afectados al momento de ocurrir un terremoto. Sin embargo, eso también depende de la calidad de las construcciones", dijo.

Después del terremoto del 29 de julio de 1967 se estableció en el país el primer reglamento para afrontar los terremotos, denominado Normas Sismo Resistente Provisionales. Luego se profundizó el marco jurídico en materia de desastres con la aparición de las Normas Venezolanas Covenin y la Ley de Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos, publicada el 9 de enero de 2009 en Gaceta Oficial número 39095. También se acataron las reglas de la Organización Internacional para la Normalización, así como los acuerdos y tratados internacionales. Funvisis, Protección Civil y algunas organizaciones sin fines de lucro, igualmente, instruyen a la comunidad.

Pese a las medidas, Delgado tiene una conclusión: Caracas fue diseñada al revés. "Quizás los edificios altos debieron construirse en áreas montañosas porque acumulan rocas en su interior. Se concentraron, sin embargo, en zonas llanas, con subsuelos de alta sedimentación".

Densificación del barrio
La arquitecta Teolinda Bolívar enfoca su mirada en los sectores populares. En una investigación que hizo en 1998 sobre la densificación en los barrios, encontró que además del crecimiento en los sectores populares, sus habitantes empezaban a construir casas de más de dos pisos. 

"Hay ranchos de 10 pisos, autoconstruidas y con casi todas las parcelas ocupadas. De ocurrir un sismo de gran magnitud, dificulto que allí pudieran aterrizar helicópteros para rescatar a personas. Podría ser algo similar a Haití", aseguró. 

domingo, marzo 25, 2012

El historiador venezolano Elías Pino Iturrieta nos habla de la Constitución de Cádiz a propósito de su bicentenario

Nota: el subrayado es nuestro. 

La Constitución de Cádiz y nosotros

Para el 18 de marzo de 1812 ya somos independientes en Venezuela y tenemos Constitución desde 1811


ELÍAS PINO ITURRIETA |  EL UNIVERSAL
domingo 25 de marzo de 2012  12:00 AM
Con motivo de la conmemoración del bicentenario de la Constitución de Cádiz, historiadores y comentaristas españoles se han prodigado en opiniones entusiastas sobre la influencia que tuvo en la independencia hispanoamericana. Ciertamente es una pieza fundamental de la evolución de la Península hacia una convivencia liberal y hacia la desaparición del absolutismo monárquico, pero no puede considerarse como motor de los movimientos que condujeron al descalabro del imperio desde la primera mitad del siglo XIX. Las reacciones y las distancias hispanoamericanas son anteriores a la reunión de las cortes que establecen los fundamentos de la monarquía constitucional cuando Napoleón sojuzga a España; los procesos de ultramar se han abierto camino antes de los llamados de los diputados gaditanos, sin que se trate ahora de disminuir la relevancia que pudo tener entre nosotros el brote colosal de modernidad que ahora cumple doscientos años y se conmemora con sobrado fundamento. 

El incentivo capaz de animar las ansias de independencia se publica en Caracas en 14 de abril de 1809, cuando la Junta Central notifica a los venezolanos que ya no son colonos, ni habitantes de factorías. En consecuencia, los invita a escoger diputados para las cortes que se reunirán en Cádiz con el propósito de resolver el destino de una comunidad unida por los mismos intereses. Esta invitación al desarrollo de conductas políticas, hecha mediante un documento a través del cual se puede colegir la debilidad de un régimen de transición que solicita oxígeno de ultramar, mueve a mayores reacciones en un ambiente que ya se está moviendo por su cuenta desde la víspera, y contribuye a que abran más los ojos los miembros del criollaje, que los tienen abiertos desde hace tiempo y saben perfectamente lo que tienen entre manos. La Junta Central coquetea con unos individuos a quienes solicita ayuda mecánica, un apoyo nacido del entusiasmo que puede provocar la sorpresiva elevación de su estatus, sin considerar que ellos tienen elementos de juicio capaces de llevarlos a manejarse con autonomía hasta el punto de provocar una discusión, no sólo sobre la elección de unos diputados que viajarán a Cádiz, sino también sobre cómo no les conviene estar allí cuando se les convoca sorpresivamente y no se les concede una participación igual a la que tendrán los representantes que habitan la metrópoli. En definitiva, la invitación genera polémicas que no conducen a los procesos de elección solicitados por la Junta Central, ni a preocuparse de veras por los sucesos del inesperado parlamento que se instala. Apenas un representante de Maracaibo, José Domingo Rus, se sienta en los escaños de una asamblea que no llega a influir en los sucesos venezolanos como se ha tratado de proponer. Tiene un papel relevante el señor Rus, pero una sola golondrina no hace verano. 

Cuando las cortes aprueban la Constitución Política de la Monarquía Española, el 18 de marzo de 1812, ya ha corrido demasiada agua bajo los puentes de Venezuela. Ya somos independientes y tenemos Constitución desde 1811. Ya hemos derramado sin mayor fortuna mucha sangre en la guerra contra los políticos que ahora estrenan un documento de orientación liberal. Todavía más: ni Monteverde que se enseñorea después de escalofriantes escaramuzas, ni Bolívar que busca el retorno para imponer una dictadura, están para solazarse en la proclamación de un manual redactado en Cádiz. La Constitución se jura con solemnidad en Caracas, en noviembre de 1812, sin que se divulgue su contenido ni se aplique en los hechos. La Guerra a Muerte no está para tafetanes. Ni Fernando VII, que le da una patada al texto constitucional cuando asciende al trono, en 1814. 

Sólo en 1820, como consecuencia del alzamiento militar de Riego y Quiroga que obliga al restablecimiento de la Constitución de Cádiz en la Península y en las colonias insurgentes, se puede hablar de un influjo digno de atención. La beligerancia militar entorpece el envío de fuerzas y pertrechos para el combate de los revolucionarios; y la vuelta a la idea de la existencia de la igualdad de los españoles de ambos hemisferios, en la cual insisten los liberales de esta segunda ola, obliga a un trato distinto de los protagonistas de la Independencia. Se les concede beligerancia, dejan de calificarse como forajidos, para que a Morillo no le quede más remedio que ponerse a parlamentar en términos civilizados con el Libertador. Ahora si hay elementos como para detenerse en un sesgo capaz de determinar el rumbo de los acontecimientos, sin que el asunto se aproxime a los terrenos ideológico y programático, sin que el texto constitucional sea objeto de reflexiones y deliberaciones. En Caracas se jura de nuevo la Constitución de Cádiz en junio de 1820, dentro de cuatro paredes, pero la batalla de Carabobo sucede en junio de 1821, a campo raso y con evidente contundencia. 

Tal es el destino que tiene aquí el texto promulgado en la fiesta de San José de 1812. Sin su existencia no se puede entender la historia de una España encaminada hacia la libertad, pero en el caso venezolano no hizo falta para mover una corriente que ya se había encrespado. Animó el itinerario de los navegantes en algún trance de iniciación, pero en ningún predicamento le concedió impulsos vitales. Felicitemos a doña Pepa, entonces, sin ponerla en el centro del convite. 

viernes, marzo 23, 2012

El estudio forense de más de 70 mil marinos de la Royal Navy en los tiempos de Nelson nos describen su dieta diaria

Archaeologists Reconstruct Diet of Nelson’s Navy with New Chemical Analysis of Excavated Bones 
Salt beef, sea biscuits and the occasional weevil; the food endured by sailors during the Napoleonic wars is seldom imagined to be appealing. Now a new chemical analysis technique has allowed archaeologists to find out just how dour the diet of Georgian sailors really was. The team’s findings, published in the American Journal of Physical Anthropology also reveal how little had changed for sailors in the 200 years between the Elizabethan and Georgian eras.
The research, led by Professor Mark Pollard from the University of Oxford, focused on bones from 80 sailors who served from the mid-seventeenth to the mid-eighteenth centuries and were buried in Royal Naval Hospital cemeteries in Plymouth and Portsmouth.
“An isotopic analysis of bone collagen from the recovered skeletons allowed us to reconstruct average dietary consumption,” said Dr Pollard. “By comparing these findings to primary documentary evidence we can build a more accurate picture of life in Nelson’s navy.”
In the late 18th century the Royal Navy employed 70,000 seamen and marines. Feeding so many men was a huge logistical challenge requiring strictly controlled diets including flour, oatmeal, suet, cheese, dried pork, beer, salted cod and ships biscuits when at sea.
The team’s analysis shows that the diet of the sailors was consistent with contemporary documentary records such as manifests and captain’s logs. As well as validating the historical interpretation of sailors’ diets, this finding has implications for the amount of marine protein which can be isotopically detected in human diets.
The bones in Portsmouth were also able to show where the sailors had served. The team’s results show that even when serving in naval theaters ranging from the UK and English Channel to the West Indies or the Mediterranean, the sailors converged in dietary terms into a ‘naval average’, due to the strict consistency of diet.
The results also showed that sailors buried in Plymouth spent more time off the American coast than those buried in Portsmouth, which is consistent with the sailing records.
Finally, the team compared the isotopic data with research on 18 individuals from the Mary Rose, a 16th century royal flagship that sank just outside Portsmouth harbor in 1545. The results revealed that the naval diet was virtually unchanged in 200 years.
“This is one of the first studies to use this technique to examine human populations in the historic period,” conclude Pollard. “Our findings demonstrate the benefits of using forensic methods to complement documentary records.”

This study is published in the American Journal of Physical Anthropology. Media wishing to receive a PDF of this article may contact Lifesciencenews@wiley.com


Full Citation:

Patrick Roberts, Sam Weston, Bastien Wild, Ceridwen Boston, Peter Ditchfield, Andrew J. Shortland, A. Mark Pollard, “The men of Nelson's navy: A comparative stable isotope dietary study of late 18th century and early 19th century servicemen from Royal Naval Hospital burial grounds at Plymouth and Gosport, England”, American Journal of Physical Anthropology, Wiley-Blackwell, March 2012, DOI: 10.1002/ajpa.22019


jueves, marzo 22, 2012

Un proyecto totalitario que no ha logrado la totalidad de las instituciones. Crónicas politológicas (LXVII)

Esa es la razón de la violencia desbordada en Venezuela desde hace 13 años. Existe la intención de controlarlo todo, y cuando se ejerce resistencia la respuesta es la violencia. Es por ello que quemaron la sede de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela (en la cual me gradué de pregrado), no me queda la menor duda. La UCV se ha negado a aceptar el proyecto totalitario pues debe ser quemada. Los fascistas no entienden otra lógica. Si no es mío no es de nadie. Obviamente que el hecho que sea Patrimonio de la Humanidad sea algo que les interese a estas personas. Desde acá condeno semejante crimen, y soy solidario con mi facultad y universidad. ¡NO PODEMOS SER INDIFERENTES!. 


Profeballa