Mientras tanto los alemanes
avanzaron por Bélgica e invadieron Francia destruyendo la fortificada Línea
Maginot, lo que obligó a las tropas aliadas a huir masivamente hacia la Gran
Bretaña embarcando las tropas por el puerto de Dunkerque. La huida fue bien
ejecutada, a pesar de la inmensa presión que ejerció el ejército invasor. Los
aliados lograron salvar la vida de más de doscientos mil hombres, que más tarde
lucharon en la Batalla de Inglaterra, en la cual se inició el proceso de
recuperación de la libertad. We shall never surrender fue el grito de guerra de
Churchill y va a ser también el principio básico en el que se fundamentaron
los soldados polacos para enfrentarse sin reservas contra los nazis en defensa
de la soberanía de su pueblo. Al principio de la Guerra lucharon a caballo,
lanza en ristre y con la ametralladora al hombro, pero en Inglaterra los entrenaron
para luchar con armas modernas y los incorporaron a la división acorazada.
Gluski se alistó en el
Escuadrón 305 como piloto de la Fuerza Aérea Polaca en el exilio, adscrito a la
Royal Air Force. Durante su permanencia en Inglaterra sirvió con extraordinario
valor, bajo el mando del general Hugh Dowding, con quien tuvo la satisfacción
de participar en la ocupación de Alemania donde sintió la profunda alegría de
saborear el triunfo de la libertad y de la justicia, así como del fin de la más
terrible tiranía que haya sufrido la humanidad, pero muy pronto se enteró de
los Acuerdos de Yalta, lo que colocó a su país natal bajo el mando de las
huestes de Stalin.
Las múltiples acciones
militares en las que participó sobre los cielos de Polonia, Francia, Italia,
Inglaterra y Alemania le valieron el ascenso al rango de Capitán de Bombarderos
de la Royal Air Force y la obtención de la presea Virtuti Militari por sus
destacados servicios, pero a pesar del esfuerzo por acortar el tiempo de la
guerra, el holocausto causó la muerte de cinco millones de polacos, incluyendo
al padre y a uno de los hermanos de Gluski. Un ejemplo de lo acontecido puede
ser apreciado en la estadística de la población judío-polaca que, para el
inicio de la confrontación alcanzaba la cantidad de 3.500.000 personas, la cual
se redujo a 350 mil luego de la hecatombe. No fue la única pesadilla del pueblo
polaco: Treblinka, la esclavitud, el empobrecimiento, la pérdida de sus bienes,
las masacres de Katin y de Varsovia, constituyeron horas de dolor y extrema
penuria para la población. Sin embargo, Polonia tendría aún que esperar casi
medio siglo para ver el nacimiento del grupo Solidaridad que, liderado por Lech
Walesa, conduciría al pueblo polaco hacia la democracia y la libertad, lo que
no fue posible recuperar en 1945.
FUENTE:
Gluski, Richard (1948).
MEMORIAS. Caracas: Documento publicado en la obra EL ÚLTIMO LANCERO, original
de Carlos Alarico Gómez (2002). Edic. La Galaxia.
(Concluye mañana).
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