Primera carta a Ana Frank sobre su Diario en el año 1942
Querida Annie:
El 12 de junio se
cumplieron 80 años desde que comenzaste a llevar tu Diario el día de tu cumpleaños número trece. Siempre he pensado que
escribirlo es expresión de un alma sensible que valora la trascendencia. Por
ello afirmas: “No quiero haber vivido en vano como la mayoría de la gente.
Quiero ser útil o llevar alegría a la gente, incluso a las que nunca conocí.
Quiero seguir viviendo incluso tras mi muerte”. ¡y con alegría te cuento que lo
lograste y cómo jamás lo pudiste imaginar! Al colocar en Google tu nombre
aparecen 135 millones de entradas y al cambiar a “Anne” llegan hasta 204
millones. Si le agrego “Diary” son 12 millones. El famoso refugio es un museo
que tuve la suerte de visitar y hay miles de referencias más sobre tu persona
(tu rostro es un ícono de la cultura popular) junto a la experiencia que
compartiste con todos nosotros. A cualquier persona que le pregunte: ¿cuál es
el diario más famoso de la Segundo Guerra Mundial (SGM)? Dirán tu nombre sin
dudarlo un instante.
¿Cuál es la
diferencia con otros diarios? ¿Por qué no se cumplió aquello que dijiste a los
pocos días de comenzar: “ni a mí ni ninguna otra persona le interesarán las
confidencias de una colegiala de trece años” (20 de junio)? Son muchos los que
coinciden en que precisamente por esto es que se convirtió en un clásico,
porque logras hablar de lo universal en medio de la mayor tragedia de la
humanidad (el Holocausto o Shoá). Pero también es porque cada vez que te leo, y
ya perdí la cuenta de todas las veces que lo he hecho, es cómo si charláramos
cómo viejos amigos. Sigues viva en tus escritos como anhelaste: “Quiero que
algo de mí perdure después de la muerte”.
He tenido la suerte
de leer vuestro Diario cuando era
adolescente. Pero he vuelto a él una y otra vez, probablemente cada década de
mi vida. Ahora lo leo en el contexto de un proyecto de estudio sobre la SGM (en
esta primera carta solo me dedicaré a comentar tus entradas del año 1942), pero
anhelaba decirte lo que he sentido en cada uno de esos momentos en que abrí sus
páginas. La gente te lee porque trasmites esperanzas, porque eres ejemplo de
alegría en medio de la época más triste. Soy profesor de jóvenes y no dudo en
recomendar tu lectura, y sueño con que algún día pueda analizarlo con
adolescentes tal cómo tú lo eras cuando lo escribiste.
No es comparable lo
que ha vivido y vive Venezuela con la Europa ocupada por el Tercer Reich, pero
también son tiempos oscuros y de fuerte crisis económica. La mayoría de los
niños y jóvenes no tienen las libertades y oportunidades que se tuvieron en el
pasado, por lo cual tu mundo limitado y rodeado de miedo tiene mucho que
decirnos al nuestro. Al principio tu Diario
parece una autobiografía que relata la historia de tus padres, tu familia,
“los buenos tiempos”, de cómo se vinieron de Alemania huyendo de los nazis y
cómo estos los alcanzaron al invadir Holanda en 1940 “y así comenzaron las
desgracias para nosotros los judíos. Las medidas antijudías se sucedieron rápidamente
y se nos privó de muchas libertades” (a continuación enumeras un montón de
prohibiciones desde entrar a diversos lugares cómo circular a algunas horas,
que llevan a que los judíos se mantengan encerrados en sus casas).
A
pesar de ello tú vives las experiencias de toda niña de tu edad hasta que el
cinco de julio tu padre te habla de la “clandestinidad” donde “será muy difícil
vivir completamente separados del mundo” ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante
las grandes dificultades que la vida puede presentarnos de golpe y sin ninguna
advertencia? Es admirable cómo tus padres prepararon todo a lo largo de un año
para poder sobrevivir escondidos. De inmediato el 8 de julio ya cuentas que tus
días están “patas arriba, pero aún estoy viva, y eso es lo principal, como dice
papá”. Al llegar la citación de las SS para tu padre (fue enviada el 5 de julio
y en realidad fue para tu hermana Margot) dices: “me asusté muchísimo. Todo el
mundo sabe lo que eso significa. En mi mente se me aparecieron campos de
concentración y celdas solitarias”. De inmediato se aceleraron los planes para
ir al refugio “la casa de atrás” que es en el “edificio de las oficinas de
papá” que se dedica al procesamiento de especias. Con la familia Van Daan
sumaban siete personas en el “escondite” que tenía cuatro cuartos con cocina,
baño, un espacio común y un desván con buhardilla (120 metros cuadrados).
Al
principio lo tomas “como si estuviera pasando unas vacaciones en una pensión
muy curiosa”, y reconocías las cosas buenas que tenían a diferencia de otros
“refugios” tales como el espacio, la cocina, el baño, el agua y la radio,
“suficientes cosas para leer” y no abandonaste tus estudios, entre otros (11 de
julio). Pero fue inevitable que se desarrollaran fuertes tensiones con tu madre
y los Van Daan, y en general todos “pelean tan fácilmente y por cosas pequeñas”
(28 de septiembre). Lo peor siempre será el miedo “de que nos descubran y nos
fusilen” (28 de septiembre), y ni siquiera estando escondidos dejaron de
enterarse cómo en Holanda (al igual que el resto de la Europa ocupada) la
persecución contra los judíos no dejaba de aumentar y a los hombres no judíos
se los llevaban a Alemania como obreros. Y conoces perfectamente las
condiciones en el campo holandés de tránsito: Westerbork, las cuales son
inhumanas (sin casi comida ni agua, un baño para miles, todos duermen juntos y
todos son rapados. Y la radio inglesa informó que los estaban asesinando en
cámaras de gases (9 de octubre) ¡¿Cómo es posible que muchos dijeron
posteriormente que no lo sabían?!
En medio de todo al
menos no pasaste hambre ese primer año (aumentaste 8 kilos, aunque imagino
también por el crecimiento) y hay buenas noticias a principios de noviembre con
las victorias Aliadas en El Alamein y el desembarco en el Noroccidente de
África (“Operación Torch”). Quiero dejar algunos comentarios sobre tus entradas
de finales de año para mi segunda carta que espero escribirte a principios del
2023 cuando analizaré toda tu experiencia en 1943, siguiendo mi proyecto de
revisión del 80 aniversario. El mes que viene tengo que escribir una carta a
otra joven judía (Helene Berd) pero francesa, porque deseo que coincida con los
80 años de las redadas en su país y después otra holandesa y así. Dejo tu
pensamiento cómo despedida, que es un llamado de esperanza para todos los que
anhelan superar los tiempos en que no le es recocida su dignidad humana: “Llegará
el día en que termine esta horrible guerra y volveremos a ser personas como los
demás, y no solamente judíos”.
Muy conmovedora la carta que le escribes a Ana. Pero lo que no me gusta es que su situación se está pareciendo tanto a la de los jóvenes venezolanos, cubanos nicaraguenses y la lista tiende a aumentar.
ResponderBorrarGracias amigo por la visita y el comentario.
ResponderBorrarEs muy diferente, pero tal como dices: se encuentran parecidos, paralelismos que permiten la "comunicación" temporal, el consejo, la esperanza y la resiliencia.
Un abrazo.
Ora por mi, yo oro por ti.