Un afán del bueno
engolosina a propios: los lectores están consumiendo historia. Acaso eso
explica un fenómeno si se quiere inusitado. En las librerías del país hay
decenas de libros que revisan y exponen el pasado. El propósito no es otro más
que conocer, entender y aprehender a Una nación llamada Venezuela
Un auge en las ventas
de los libros de historia en Venezuela denota que muchos viejos y nuevos
lectores están buscando una que otra respuesta para vislumbrar siquiera el
incierto presente. Pero revisar las páginas no es algo nuevo. El imaginario
siempre ha estado sujeto al cuento mediante la tradición oral. El populismo
latinoamericano suele utilizar el recurso de la historia para llamar la
atención de las mayorías. Seguidores o no, quedan a la deriva. Quienes
desconocían lo asumen como cierto, y por lo tanto le dan más valor y justificación
a lo que diga o haga aquellos que suelen regodearse en su saber mediante el
discurso. Quienes tienen conocimiento, se encuentran en un debate entre
versiones. Lo que sí es cierto es que las huellas del pasado están marcadas en
cada esquina de la nación. Verbigracia: las estatuas de Simón Bolívar en cada
plaza y el recurrente discurso de Hugo Chávez que solía hacer hipervínculos con
el ayer. Después de todo, la prueba final es que la historia seduce.
El periodista
argentino Andrés Oppenheimer tiene la tesis en su libro Basta de historias de
que los pueblos latinos están obsesionados con el pasado… y eso no los deja
avanzar. En vez de innovar, están pendientes de justificar todas las decisiones
bajo los lemas de próceres que dejaron huella en la sociedad. Oppenheimer lo
cataloga como un aspecto retrógrado y poco progresista. ¿Qué pensará Andrés al
decirle que Venezuela ha aumentado lectores de libros de historia en los
últimos años? ¿Estaremos retrocediendo, entendiendo el presente, o como muchos
piensan, prediciendo el futuro?
“No es casualidad que
Francisco Herrera Luque con sus novelas históricas haya sido el escritor con
más libros vendidos en nuestro país”, señala el historiador y profesor Tomás
Straka. “En Editorial Alfa hace por lo menos dos décadas que venimos publicando
a los grandes historiadores venezolanos como Manuel Caballero, Inés Quintero,
Elías Pino Iturrieta y Germán Carrera Damas. Sus libros han sido muy
importantes y han logrando vender miles de ejemplares y con reimpresiones
anuales. Unos resultados más que destacables que no hemos logrado todavía en
otros géneros como la narrativa, por ejemplo”, afirma con convicción el
director de Editorial Alfa y ediciones Puntocero, Ulises Milla. El culto a
Bolívar de Germán Carrera Damas, La criolla principal de Inés Quintero, Simón
Bolívar, esbozo biográfico de Elías Pino Iturrieta, La crisis de la Venezuela
contemporánea de Manuel Caballero, Venezuela: 1.830 a nuestros días de Rafael
Arráiz Lucca, La república fragmentada, de Tomás Straka, La herencia de la
tribu de Ana Teresa Torres son algunos de los títulos publicados por este sello
en lo últimos años. Hasta la fecha, el calendario de Alfa sigue estando
reservado para más libros del mismo género. También incluirá en su cronograma
cuatro charlas del panorama histórico durante el mes de Junio .
Pero no son los únicos, La Biblioteca Biográfica Venezolana patrocinada por El
Nacional y Banco del Caribe, vigente desde 2005, publica cada quince días una
edición de libros biográficos con un tiraje de 1.500 copias, de las cuales
vende al menos la mitad. La Fundación Rómulo Betancourt ha distribuido ensayos
que han logrado agotarse. También el Centro Nacional de Historia. Y sin quedar
atrás blogs
como los del historiador Carlos Balladares han quedado dentro de los más
leídos en el gremio estudiantil.
“La historia siempre
se ha leído en el país. Pareciera que el contexto de crisis ha impulsado a que
muchos traten de comprender un poco más la realidad que los envuelve, sobre
todo un sector de la sociedad que le había prestado poca atención a lo
político, a lo histórico. Eso en buena medida explica también el destino y los
males que hemos tenido. Porque una sociedad formada, sobre todo a nivel de
clase media profesional, por personas poco interesadas por comprender su
entorno cultural socio-económico, lo que demuestra es un déficit muy importante
de ciudadanía”, analiza Tomás Straka.
Hay quienes buscan
entre las páginas de estos libros el acertijo para tener una formación, mínima
al menos, para poder asumir las riendas de su futuro, individual y colectivo. “Muchos
percibieron que les movieron las bases en estos últimos años. Las empresas que
creían sólidas desaparecieron, sus hijos se les van del país, la inestabilidad
cívica, entre otros. Esto los hace preguntarse: ¿seguiré estando en el mismo
lugar dónde solía vivir? Ante esto se genera incertidumbre y temor, lo que trae
como reflejo intentar comprender la realidad. La historia, en cierta medida es
una buena manera de entenderla”, añade Straka. La lectura de los
acontecimientos anteriores puede ayudar a descifrar las posibles vías de
solución. El historiador hace una analogía entre una persona a la que se le va
la luz en una habitación conocida. Quien tiene recuerdos de cómo estaba
organizado todo en el lugar, podrá salir del aprieto, quien no tenga ni idea
del espacio donde esta parado tendrá un camino más largo y difícil para
encontrar la salida.
¿Desde dónde se mira
la historia?
“Hay quienes husmean
en lo que ya pasó para intentar predecir lo que pudiese ocurrir. Entre sus
manos parecieran tener una bola de cristal y no un libro”. Milla asegura que
hay otros motivos para el auge de lectores con ansias de conocer de estos
temas. “Hemos descubierto autores que han cuestionado fuertemente el discurso
oficial de la historia. Por otra parte, muchos de estos, montados sobre un
andamiaje académico muy sólido, trabajan para que sus libros puedan llegar a un
público no especializado. Es decir, se han preocupado por que sus trabajos
salgan al encuentro del ciudadano, entregándonos textos valiosísimos desde el
punto de vista documental, escritos de forma amena y accesible”.
Pareciese que la
historia está siendo escrita para todos. Los encargados de documentarla han
entendido que compartirla hará que las naciones se conozcan mejor a sí mismas,
y que a su vez se sientan partícipes de tomar las riendas de su propio destino.
“Aunque el alcance de los libros como mecanismo de difusión de la cultura, comparado
con otros medios, es cualitativamente muy poderoso, y cuantitativamente escaso,
su trayectoria no es más de 50 mil personas, una cifra insignificante en
relación a la población del país. Las ideas planteadas suelen tomar vuelo y se
replican con el tiempo”, recalca Milla. Sirven como semillas de ciudadanía y
cosechan buenas naciones. “La vida de una nación, de una sociedad y de los
individuos que la conforman son un proceso orgánico que no se detiene. Para
cada circunstancia histórica hay un antecedente, un entorno concreto y una
mentalidad que la condiciona y esto permite entender el pasado pero también
escrutar el presente y quizás, en el mejor de los casos, avistar el futuro”.
Iniciativas como estas, de un blog que hable de una hostoria que todo un gobierno lucha por cambiar. son las que hay que fomentar ¡Enhorabuena!
ResponderBorrar¡Mil gracias querido amigo!
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