Reivindicando a los vencidos
No me interesa un tipo de historia quejica, escrita bajo el resentimiento y el odio, es más, siempre me ha producido rechazo y desconfianza. Es muy común encontrarnos una historia elaborada por enanos de pensamiento que convierten la palabra “liberación” en una moda oportunista más que en una convicción sincera. Nunca olvidaré que en los pasillos universitarios, cuando aún se mantenía de pie la URSS, todo lo que no comulgara con la metodología marxista de la historia era un sacrilegio.
Pocos se atrevían a explorar otros caminos teóricos y metodológicos distintos al credo del materialismo histórico, es más, la realidad histórica junto al caos de sus hechos, era domesticada bajo ese esquema dogmatico sin respetar la idiosincrasia de lo sucedido. La propuesta política: la revolución y la nueva sociedad post-capitalista que debían llegar, atenazaban el análisis histórico adulterándolo todo. Tanto es así que el feudalismo europeo era trasladado, en un acto de extrema audacia como de irresponsabilidad, a los campos venezolanos en nuestro tórrido trópico.
Y conste que nosotros asumimos el pensamiento crítico marxista como el quid de toda comprensión histórica que se precie. Aunque no nos dejamos chantajear con eso de militantes del cambio a cualquier costo, y mucho menos si se trata de justificar la violencia y la muerte. Lo que si hemos intentado hacer en el campo de la historiografía venezolana, con todas las limitaciones del caso, es escribir una historia sobre fundamentos profesionales y justos que permitiese mostrar los testimonios y las voces de los olvidados de la historia, los marginales y vencidos. Con ello estaríamos completando la otra cara de la moneda, y sobre todo, resistiendo al Poder que convierte a la historiografía en ideología, mentira, propaganda y mito al servicio de intereses reducidos. Henry Kissinger sostiene asertivamente que: “La historia es la memoria de los estados”. Democratizar el recuerdo, haciéndolo civilizador y para los ciudadanos, he ahí todo un plan de trabajo que bien valdría acometer.
Comparto el mismo parecer de Howard Zinn, abanderado, de la “otra historia” cuando señala: “Si la historia tiene que ser creativa –para así anticipar un posible futuro sin negar el pasado- debería creo yo, centrarse en las nuevas posibilidades basándose en el descubrimiento de esos episodios olvidados del pasado en los que, aunque solo sea en breves pinceladas, la gente mostró una capacidad para la resistencia, para la unidad, y, ocasionalmente, para la victoria. Estoy suponiendo –o quizás tan solo anhelando- que nuestro futuro se pueda encontrar en los furtivos momentos de compasión que hubo en el pasado antes que en los densos siglos de guerra”.
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