Acabo de ver el último capítulo de la serie del año 2008 de HBO: John Adams. Verlo en vacaciones es una costumbre que instauré en el 2009, e incluso creo que el año pasado la vi dos veces: en agosto y en diciembre. Me siento identificado plenamente con la revolución estadounidense. Es esa una verdadera revolución que inspira mi ideal de sociedad, y que me hace emocionarme hasta llorar. Desde que la vi, no he podido aguantarme las lágrimas en su último capítulo. Porque, no es sólo el sentirme identificado con unos valores políticos sino también con unos principios morales que edifican toda una vida. Muy especialmente, con el profundo amor que se profesaron John y Abigail Adams. Me hace pensar, con una profunda gratitud, que soy uno de los hombres más dichosos, porque tengo la suerte de, al igual que John Adams, conseguir el amor y la amistad de una mujer maravillosa. No poseo bienes de fortuna, no tengo títulos, y quizás ni tenga algún talento para explotar, y a pesar de esta nada evidente… he conseguido mi más grande sueño. Dios me dé la dicha de una vida larga a su lado.
Al mismo tiempo, pienso en las dificultades que vivieron, en los grandes sufrimientos que padecieron por la libertad de cada uno de los estadounidenses y de nosotros, que somos los herederos de esa hermosa realización ilustrada que fue la República del Norte. Pienso en los terribles momentos que vivimos en esta Venezuela de principios del siglo XXI. En esta otra tiranía que ha llevado a una degradación moral, quizás nunca vista en nuestra historia. ¡Qué tarea tan difícil nos convoca! El sembrar en este desierto, los principios de la vida buena, de la honestidad, del trabajo, de la paz; y muy especialmente: ¡de la libertad!. John Adams me recuerda que no estamos huérfanos de modelos para lograr la gran meta: el reconstruir una República donde no predominen la corrupción y la muerte; y prevalezca la idea de que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Al mismo tiempo, pienso en las dificultades que vivieron, en los grandes sufrimientos que padecieron por la libertad de cada uno de los estadounidenses y de nosotros, que somos los herederos de esa hermosa realización ilustrada que fue la República del Norte. Pienso en los terribles momentos que vivimos en esta Venezuela de principios del siglo XXI. En esta otra tiranía que ha llevado a una degradación moral, quizás nunca vista en nuestra historia. ¡Qué tarea tan difícil nos convoca! El sembrar en este desierto, los principios de la vida buena, de la honestidad, del trabajo, de la paz; y muy especialmente: ¡de la libertad!. John Adams me recuerda que no estamos huérfanos de modelos para lograr la gran meta: el reconstruir una República donde no predominen la corrupción y la muerte; y prevalezca la idea de que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Profeballa
Razón y sentido de las crónicas politológicas son fundamentalmente la redacción de la historia inmediata venezolana, pero para una explicación más amplia de dicha crónica leer acá.
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