De la dictablanda a la dictadura. Crónicas politológicas (XXXIV)

Las elecciones del 26 de septiembre pasado expresan un antes y un después en la historia del régimen de Chávez, porque desde ese momento este expresa un rechazo radical a la voluntad popular. Antes lo había hecho al ignorar el concepto consensual de la democracia oprimiendo a la minoría, pero ahora que la oposición deja de ser minoría ha demostrado con mayor claridad su talante autoritario al acelerar su proyecto totalitario. El mejor ejemplo de esto han sido las declaraciones golpistas e inconstitucionales de sus generales y su posterior ascenso por parte del Presidente (y los Presidentes electos de todo el mundo calladitos, ¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza Lula, Piñera, Santos, y demás!. Sólo Insulza aunque sólo palabras y más nada, si eso es lo único que hará mejor que se quede callado), las últimas expropiaciones, y una mayor criminalización de las protestas. El colocar en la cárcel a 35 humildes trabajadores por protestar el mal estado del Metro (transporte subterráneo) indigna (cada uno de las víctimas de la represión no podía creer que ellos, gente trabajadora, fuera presa, mientras los malandros hacen lo que les da la gana), y esto exige de todo venezolano decente y democrático el total rechazo y una solidaridad activa. A las amenazas dictatoriales se debe responder con valentía. Desde acá TODA MI SOLIDARIDAD con esos valientes. Sueño con un país en que el Estado encarcele a los delincuentes (hoy en día más del 90% de los crímenes quedan impunes) y escuche la protesta.

Lo positivo, lo esperanzador, es que el final de esta pesadilla se “siente”, se percibe, se “huele”. Ya Chávez y sus jalamecates son parte del pasado. Y comienza en Venezuela la gran aventura de construir la democracia ciudadana, entendiendo por tal un mayor protagonismo del ciudadano y una menor intervención del Leviatán.

Profeballa

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