Vargas Llosa señala “una verdad como un templo” - como diría Martha Colomina - al afirmar que en Iberoamérica en cada elección se juega el sistema de libertades. El mejor ejemplo es cada una de las elecciones que hemos tenido en Venezuela en los últimos doce años, porque cada consulta le ha dado más poder a Chávez, incluso perdiéndolas, tal como ocurrió con la derrota que sufrió en el referendo de la reforma constitucional. A pesar de ello, cada nueva elección, también ha permitido que el país y el mundo despierte a las pretensiones totalitarias del sistema instaurado por el actual Presidente de Venezuela, y ha fortalecido el movimiento de Unidad Democrática. Sería ideal que los venezolanos aprendiéramos que la democracia no es sólo elecciones, ni mucho menos. La democracia moderna es fundamentalmente LIBERTADES INDIVIDUALES. Entre las que se cuentan el derecho a participar políticamente, pero dicha participación no puede llevar a la dictadura de las mayorías u otorgar poder al gobernante sobre vidas, bienes, destinos y sueños de cada uno de sus gobernados. El próximo 26 de septiembre nos jugamos una vez más la libertad de construir nuestro propio destino, el dilema entre la libertad y el autoritarismo se hace presente.
La campaña oficialista se ha desarrollado según los parámetros tradicionales que ha impuesto Chávez en su régimen: discurso violento hacia la oposición (“vamos a demoler a la oligarquía”, “si gana la oposición habrá guerra”, etc.) mezclado con ciertas actitudes moderadas en algunos temas (encuentros con la comunidad judía, negación de la ideología comunista, etc.); y una fuerte campaña populista-clientelar (estatizaciones, “cédula del bien vivir”, etc.) con todo el apoyo del Estado y la ausencia de control por parte del resto de los poderes (en especial el que debe regular la campaña: el Consejo Nacional Electoral). El “chavismo duro” se movilizará, y los que se benefician de un ingreso proveniente del Estado se lo pensarán. Es un misterio lo que decidirán estos últimos.
La campaña oficialista se ha desarrollado según los parámetros tradicionales que ha impuesto Chávez en su régimen: discurso violento hacia la oposición (“vamos a demoler a la oligarquía”, “si gana la oposición habrá guerra”, etc.) mezclado con ciertas actitudes moderadas en algunos temas (encuentros con la comunidad judía, negación de la ideología comunista, etc.); y una fuerte campaña populista-clientelar (estatizaciones, “cédula del bien vivir”, etc.) con todo el apoyo del Estado y la ausencia de control por parte del resto de los poderes (en especial el que debe regular la campaña: el Consejo Nacional Electoral). El “chavismo duro” se movilizará, y los que se benefician de un ingreso proveniente del Estado se lo pensarán. Es un misterio lo que decidirán estos últimos.
La campaña de los demócratas ha demostrado el fortalecimiento de los partidos de oposición gracias al logro de la Unidad en todos los candidatos, y un discurso coherente y homogéneo: “lograr una asamblea equilibrada que controle al Presidente, y construya la reconciliación”. Se abandonó todo ataque centrado en Chávez que estimulaba la polarización que tantos beneficios le dio al Presidente. A pesar de haber producido un programa, necesita convertir el mismo en eslogans que sean de fácil captación por las mayorías. Los demócratas necesitamos una historia coherente que muestre un pasado y presente de lucha, y un futuro esperanzador; y empezar de una vez a preparar las elecciones primarias del candidato presidencial.
El PPT es el gran misterio. Apostó por ganarse a los indecisos atacando al chavismo y a la oposición. Al parecer no le ha dado resultados, en parte porque acusaban a los demócratas de ser formada exclusivamente por partidos tradicionales lo cual no es cierto; y su alianza con Chávez hasta hace unos meses los diferencia poco de este. Sus resultados nos dirán si su estrategia fue la correcta, o simplemente se reducen a un partido regional que depende de Henry Falcón en Lara.
No podemos negar que el país está dividido en tres partes más o menos homogéneas: una primera minoría indiferente y/o indecisa, otra demócrata, y otra populista-estatista. No nos mentimos, señalando que el venezolano es libertario, porque hay muchas formas de ser venezolano. Mucho menos podemos obviar el inmenso poder del oficialismo al poseer todos los recursos del Estado. En conclusión, los demócratas lo tenemos cuesta arriba, pero pase lo que pase, no podemos ceder ante la convicción del valor de la dignidad de la persona humana que intenta ser aplastado por un Estado y una ideología totalitaria. La única vía es el voto y la lucha cívica. La abstención y el silencio es un voto a favor de todo lo malo de estos 12 años: inseguridad, corrupción, clientelismo, estancamiento económico, inflación, división del país, y muerte de la democracia y la descentralización.
Profeballa
Razón y sentido de las crónicas politológicas leer acá.
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