domingo, agosto 17, 2008

Historiador venezolano (Manuel Caballero) también opina sobre el mito del indio en Iberoamérica

APUNTES DE MIS CLASES: GUÌA PARA PENSAR EL NOMBRE DE NUESTRA CIVILIZACIÒN (ideas de Manuel Caballero)

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Manuel Caballero que publica todos los domingos en El Universal. El subrayado es nuestro.

"Indoamérica"

Historia y escatología en la teoría del indoamericano "socialismo del siglo XXI"

La palabra que, entrecomillada, sirve de título a estas notas, se refiere al último descubrimiento del hoy confeso tripafloja, elevado al nivel de teórico de la Revolución bolivarista: de ahora en adelante, no se debe hablar de Latinoamérica, término imperialista, sino de "Indoamérica", más adecuado para designar a un continente en plena efervescencia antiimperialista.

Para comenzar, ella es novísima: tanto, que fue acuñada en 1924 por Víctor Raúl Haya de la Torre al fundar en México la Alianza Popular Revolucionaria Americana, mejor conocida por sus siglas APRA, hoy gobernante en Perú. De lo que no se percató el peruano, como tampoco ahora el venezolano, es que pretender que esa expresión resuma nuestra realidad autóctona es, en los términos más simples, un soberano disparate. Porque si hay una expresión colonialista, euroexportada, imperialista y racista es justo esa de "Indoamérica".

Errores o disparates

Porque ella combina dos errores o dos disparates, como se les llame, pero que tienen una cosa en común: provienen de Europa y además, no dejan de ser despectivas. Comencemos con lo de "Indo": hasta el más desaplicado manganzón sabanetero debería saber que llamar "indios" a los aborígenes de estas tierras nuestras proviene de la creencia, tanto del mismo Colón como de todos los europeos hasta que se descubrió el mar Pacífico, que este continente no era más que una punta de la India. En cuanto a lo de "América" ¿no le contó Hugo de los Reyes a su vástago aquello de la "tierra de Américo"? Si no lo hizo, se confirma lo que todo el mundo sospechaba: que fue un pésimo maestro.

Por sus frutos los conoceréis...

Para rematar, otro disparate: confiesa su aborrecimiento del término "Hispanoamérica", pero esa abominación no la expresa en quechua, en aymará, en yanomami y ni siquiera en swahili o en cualquiera de las lenguas congolesas o bantúes, sino en ese asqueroso idioma que sirvió a un Rey que lo habla con el típico ceceo peninsular para mandarlo a callar.

Una mentalidad servil

Por lo demás, considerar el término "Hispanoamérica" colonialista o algo por el estilo, revela una profundísima mentalidad servil, pues el tal no indica sumisión a una cultura extraña, como lo quisiera imponer la más recalcitrante interpretación de la derecha española, sino una realidad histórica a partir del siglo XV: que Hispanoamérica designa una sola realidad a los dos lados de "la Mar Océana", porque, sin América, España no será España.

Porque desde 1492, se fue formando una realidad cultural que no conocerá la historia de los grandes imperios (¿hay quien hable de "Angloindia" o de Francoamérica en Québec o de Francoáfrica?); y ni siquiera la misma España en otra parte: nunca se llegó a considerar "hispanoasiáticos" a los filipinos, y cuando se habla de "afroamericanos", se está pensando en nuestro mar Caribe o en el antirracismo "políticamente correcto" de EEUU a partir de los años sesenta y bajo el nada imposible mandato futuro de Barack Obama.

El discurso escatológico

De modo pues que el intento teórico del (por decreto) cuatrisoleado Mayor General Comandante en Jefe no levanta mucho vuelo. No hay sino que compararlo con sus propios éxitos cuando pasa del discurso histórico al escatológico. Mis desocupados lectores saben que no aludo con este término a la primera acepción del DRAE: "Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba", sino de la segunda: "Tratado de cosas excrementicias". En esta materia, no hay quien supere su obsesiva coprolalia entre los gobernantes no sólo de este país, sino de este cochino mundo.

Ya lo habíamos escuchado lanzar su marxegelsiano Manifiesto contenido en una sola palabra, dirigida a la entonces Corte Suprema de Justicia: "plasta". Con el mismo énfasis, llamó a los periodistas de oposición a hacer un rollito con sus cotidianos y metérselos, como en el conocido texto de Juan Vicente González, por tan exacto sitio que al punto se ocultase; o recomendar a sus críticos que vayan "a lavarse ese paltó" suponiendo que el susto se lo haya hecho quedar tan impresentable como el suyo propio el cuatro de febrero y el once de abril.

Das Kapital

Pero todo eso no era sino un abriboca de su mayor desarrollo teórico, lo que puede considerarse el Das Kapital de su maloliente "socialismo del siglo XXI". Estamos hablando de ese Aló Presidente donde con lujos de detalles, explicó urbi et orbi las idas y venidas de su impetuoso aparato digestivo, en un momento en que la emoción de estar asistiendo a un acontecimiento histórico lo hizo comenzar a revolverse con inoportuna presura, para emplear la bellísima palabra de San Juan de la Cruz. El Comandante en Jefe se explayó con la minuciosidad de Karl Marx cuando en los libros II y III de su opus magnum ejemplificó el desarrollo interno de la economía capitalista. Y, debe reconocerse, nos dejó convencidos de que su "socialismo del siglo XXI" es, por su olor, color, textura y sabor exactamente eso que le sirvió para calificar la victoria de la oposición el dos de diciembre del 2007.

Pero sucede que si bien es verdad aquello de que "del dicho al hecho hay mucho trecho", la recíproca es también verdadera, que también puede haber un largo trecho del hecho al dicho.
Porque quienes escucharon esa magnífica lección de escatología dictada desde la alta cátedra de Venezolana de Televisión, lo tomaron como lo que era, como una parábola. Nuestro heroico comandante no estaba en verdad hablando del inoportuno e impulsivo aflojamiento de sus tripas en la perforación de un túnel a bordo de un tractor, sino en la gloriosa batalla del Museo Militar.
hemeze@cantv.net

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