Publicado el 23 de marzo de 2022 en El Nacional y al día siguiente en Opinión y Noticias.
En este momento la
ciudad de Mariúpol, segundo puerto de Ucrania después de Odessa, está siendo
tomada por las fuerzas rusas calle por calle. Después de rodearla le han
cortado todo tipo de suministros (agua, calefacción, luz, comida y medicinas)
para que se rinda, pero la resistencia se mantiene por lo que se ha iniciado la
destrucción de la ciudad. Es inevitable pensar en los videos o fotos de la
“Fuente Barmalej” (o “ronda de los niños”) en medio de un Stalingrado en ruinas
debido a la invasión de la Wehrmacht durante
la Segunda Guerra Mundial (SGM). También en Varsovia, ciudad que pagó la osadía
de levantarse en contra del ocupante nazi durante 1944 con la destrucción del
90 % de su infraestructura. El “recuerdo” de la última gran guerra en Europa se
podría entender en historiadores y más si se especializan en el siglo XX: una
memoria llena de imágenes vistas tantas veces en documentales, películas y
libros. Pero me ha impresionado cómo las comparaciones que hacen periodistas,
políticos y la gente en general (en las redes sociales, etc.) se refieren a la
SGM; y la justificación, tanto de la agresión como la defensa, se realiza dando
ejemplos inspirados en ella. Razón por la cual nos hemos animado a hacer una
primera aproximación al tema.
La memoria de la SGM
se mantiene viva, no solo por ser la última gran guerra y la de mayor violencia
de la historia (y el desarrollo del genocidio sistemático de varios pueblos);
sino porque su historia se sigue relatando a través del cine, logrando ser el
hecho histórico con mayor presencia en la proyección de películas. En el caso
de Rusia es evidente que su desarrollo como nación, Estado y potencia mundial
está íntimamente ligado al conflicto que le dejó profundas cicatrices: 27
millones de muertos junto a una catástrofe material inimaginable. La invasión
de Ucrania busca detener la expansión de la OTAN (Organización del Tratado del
Atlántico Norte) en lo que fue la zona de influencia de la Unión Soviética
(Rusia es heredera de ella) después de la SGM. Hay un anhelo de volver al
prestigio y poder que fue ganado con tantos sacrificios en 1945 y el resto del
mundo reconoció pero también temía. E incluso el segundo argumento para
justificarla está claramente relacionado con esta época al afirmar que Ucrania
debe ser “desnazificada”. Las pruebas ofrecidas por Vladimir Putin el mismo día
del inicio de la guerra (24 de febrero) son la intolerancia “genocida” de Kiev
ante los rusos en territorio ucraniano, especialmente en el Donbass. Transforma
una agresión en un compromiso o responsabilidad histórica: el evitar que el
mayor mal de la humanidad (el nazismo) pueda resucitar, y pueda amenazar de
nuevo a Rusia y los pueblos eslavos. Sin duda busca despertar un trauma
colectivo.
Una parte de Rusia no
ha caído en la trampa de la propaganda del gobierno de Putin y ha salido a
protestar contra la guerra (ojalá fuera la mayoría pero creemos que no es así).
Aunque ciertamente ha habido intolerancia en Ucrania contra las minorías rusas,
nunca se puede comparar con un genocidio como fue el nazi y los pocos grupos
hipernacionalistas que existen jamás han logrado una representación
parlamentaria. El colaboracionismo que se dio durante la SGM ocurrió en todos
los países y en el caso de Ucrania contrasta con lo más de 5 millones que
murieron luchando por la liberación. Además, difícilmente podría ser nazi el
Presidente Volodimir Zelenski al tener un origen judío. En el caso de las
protestas dentro de Rusia creo que la mentira de la “desnazificación” ha tenido
una crítica importante en la participación de la sobreviviente del Sitio de
Leningrado en la SGM: Yelena Ósipova que fue arrestada. Aunque al parecer no se
tiene claro si nació en medio de dicho sitio, pero en todo caso sus padres sí
lo padecieron. En general Putin y Zelenski no han dejado de usar la SGM para
apoyar sus discursos, incluso le escuchamos a este último al dirigirse a
Estados Unidos nombrar el ataque a Pearl Harbor y al hablar con el Reino Unido
citó el coraje de sir Winston Churchill.
Un aspecto que
examinaré en otra entrega, porque requiere mayor examen, es todo lo relativo a
la influencia de la experiencia militar rusa en la SGM en la actual invasión.
Para concluir debemos decir que al finalizar la Primera Guerra Mundial se pensó
que sería la guerra que terminaría con todas las guerras debido a la masacre
ocurrido. Lo mismo ocurrió al concluir la SGM – ¡y más aún cuando los
fallecidos se multiplicaron por seis! –, por lo menos en Europa se tenía esta
esperanza. Nunca más el continente padecería una ciudad destruida como Stalingrado
o Varsovia. 80 años después Mariúpol ha sido dañada en el 90 % de sus edificios
y el número de civiles asesinados no para de crecer. Solo esperamos que al
igual que ocurrió en Stalingrado, sea la derrota para los sueños imperialistas
de un tirano anacrónico. La próxima semana volvemos a marzo del año 1942, pero
no en el Pacífico sino en Europa, específicamente a Gran Bretaña. Un nuevo
comandante ha llevado al Mando de Bombardeo de la Royal Air Force y el cambio será radical. Se ha propuesto probar
que la victoria se puede lograr desde el aire.
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