El mal nuestro de cada día
Carlos Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
Publicado en El Nacional
El mal siempre me ha
abrumado, pero en estas últimas dos décadas en Venezuela ya no tengo palabras
para describir todo el horror que siento ante el avance de tantas perversiones.
La oscuridad se ha extendido y no hay límites para el daño al semejante. Lo más
terrible no es solo el gran dolor que se ha generado sino que muchos de los que
tradicionalmente consideramos buenos se han corrompido y no tienen misericordia
alguna con el débil. El “¡sálvese quien pueda!” es el principio dominante; y la
frustración, la rabia y el sobrevivir a nuestra mayor crisis económica
justifica cualquier acción. La resistencia no debe ser solamente contra los
autoritarismos (que es el mal político), sino especialmente contra los que
destruyen el alma.
El Informe anual de la Alta
Comisionada para los Derechos Humanos Michelle Bachelet (04-VII-2019), es uno
de los mejores compendios de todo el mal que ha generado el chavismo-madurismo
en nuestro país. Se lee con miedo, con el desespero del que se siente incapaz
de poner término a una pesadilla. Pero solo podemos sentir algo de alivio
porque la verdad de nuestro sufrimiento se ha legitimado y dado a conocer por
tener el respaldo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Son muchos
los defensores en otros países de esta sinrazón que siempre me decían no creer
los testimonios de las víctimas hasta que la ONU lo confirmara. ¡Allí está lo
que pedían! Pero sus palabras eran mentira, desvían la mirada y dicen que todo
es culpa de las sanciones y su cantaleta de absurdos y mitos. Cuando les
preguntas: ¿qué tienen que ver las sanciones con los presos políticos, las
torturas y los asesinatos de los que protestan? Pasan a otro tema para hacerse
los locos. ¿Locos? ¡malos es lo que son!
La saña de los perversos se
mostró en estas semanas con un caso, como tantos, que no deben ser olvidados
jamás. Me refiere al asesinato del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo (1969-2019)
por medio de torturas, para después pasar a torturar a sus familiares y seres
queridos al destruir la honra y memoria del joven militar y llevar a cabo un
entierro de su cuerpo controlado por los esbirros ¡¿No les bastó con torturarlo
y matarlo?! Este hecho hizo inevitable pensar en la entrega del cuerpo de
Héctor por parte de Aquiles a su padre el rey de Troya en la Ilíada, y la tragedia Antígona de Sófocles (496-406 a.C.)
donde se exalta el principio humano y eterno del respeto a las personas
fallecidas sean o no tus enemigos. Esta gente es tan mala que rompe con toda la
tradición de la humanidad y con las leyes divinas.
La maldad se expande, no es
monopolio del régimen y los malandros, y ocurren cosas como el hurto del celular
a un colega profesor en la UCV en plena clase.
Y todo parece indicar que fue un alumno al cual no le importó el hecho
de la pobreza que padecemos los docentes debido a los bajos sueldos que
tenemos, y que su profesor le está brindando formación sacrificando tiempo y
esfuerzo que podía dedicar a trabajar en un lugar donde podría ganar mejor.
También están todos los casos de los que se aprovechan de la crisis que
vivimos, del desespero de las personas que casi no tienen para vivir. Tantos
patronos que pagan sueldos miserables o le quitan beneficios a sus empleados
bajo el pretexto que se debe ser austero ante la “situación país”. Comerciantes
que roban con las transacciones o que engañan con la calidad de los productos.
La lista es larga y lo peor, tal como dije al principio, son el montón de casos
donde estas maldades son realizadas por personas que siempre consideramos
buenas y/o que predican los valores en los momentos que vivimos.
Muchas veces creo perder las
esperanzas, pero pienso en esa sencilla lección que nos ha enseñado esa leyenda
moderna de la cultura popular que es Star
wars (George Lucas, 1977), al mostrarnos que el mal quiere que lo odiemos
porque de esa manera nos ganaría para “el lado oscuro”. Busquemos en nuestra
formación todos los buenos ejemplos, en especial en nuestra familia, y
apoyémonos en ellos. Resistamos al mal con abundancia de bien sin ser gafos. Y
recordemos las palabras de Ana Frank (1929-1945): “a pesar de todo sigo
pensando que la gente es buena”, porque cerca de ti debe haber una persona que
sea la prueba de ello.
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