Carlos Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
Hoy
se cumplen 61 años del inicio de la transición de la dictadura a la democracia
en Venezuela, efemérides que no ha perdido vigencia a pesar de su relativa
lejanía en el tiempo. La mejor prueba de ello es que el presidente de la
Asamblea Nacional Juan Guaidó la eligió para llevar a cabo una gran
concentración a favor de tres acciones básicas de cara a la recuperación de las
libertades en Venezuela: cese de la usurpación, gobierno de transición y
elecciones libres. No hay que apresurarse en estos pasos, no hay que cometer
los errores del pasado que por lo general fueron productos de la imprudencia
que genera el inmediatismo y especialmente el pensar que la sola protesta o las
formalidades constitucionales logran los cambios que tanto anhelamos. Estamos
ante un proceso inédito que debe ser llevado con mucha racionalidad. La
democracia nace más de la inteligencia civil aderezada con una constancia
incansable que con la rabia de actos que son considerados valientes y llenos de
coraje.
En
el gremio de los historiadores, siendo fieles a la verdad, han querido advertir
que el 23 de enero de 1958 el papel fundamental lo tuvieron los militares. Sí,
fue la fuerza decisiva, pero tal como me dijo el único protagonista que nos
queda vivo de la Junta Patriótica (el organismo que coordinó y unificó a todos
los partidos que luchaban por la democracia): Enrique Aristeguieta Gramcko:
“sin la unidad de los demócratas y su capacidad de movilización popular, los
militares no se habrían arriesgado” (palabras más palabras menos). De esa
manera fueron llevando a cabo alzamientos que fracasaron al principio pero que
lograron convencer al resto de la institución que el cambio era imparable. Es
por ello que no debemos desmerecer de la acción civil, y esto hay que repetirlo
una y otra vez: la misma debe ser pacífica. Son este tipo de movimientos los
que triunfan y tenemos que controlar las desviaciones violentas. Hay que
aprender de los errores del 2014 y el 2017, y no ir a insultar y forcejear con
los soldados y policías, sino que debemos hablarles y convencerles con nuestra
fortaleza civil demostrada en nuestra resistencia PACÍFICA. Los autoritarios
buscan ese pretexto para justificar la represión, si no lo tienen nuestro
prestigio en la comunidad internacional será alto y lograremos las rupturas
internas que facilitan el cambio, y cada vez más personas se sumarán.
No desconfiemos
del poder de la palabra, del ejercicio de la ciudadanía al crear los espacios
para que nos encontremos en la construcción de nuestro destino colectivo. Esos
son los cabildos abiertos, eso es el parlamento, y esos son las aulas de clases
y todo debate respetuoso. Aunque nos digan “comeflores” o que no somos
valientes: ¡NO CAIGAMOS EN LA VIOLENCIA! Busquemos controlar a las personas que
la practiquen y todo infiltrado en nuestro movimiento. Hasta ahora vamos de
maravilla, acumulando fuerzas en cada movilización. La comunidad internacional
nos está viendo y desde hace tiempo esperaba por este renacer de UNIDAD y fervor
popular. El 23 de enero y la transición del año 58 que tuvo como perfecto
cierre el Pacto de Puntofijo y las elecciones libres, fue logrado gracias al
aprendizaje de todos los errores que cometieron los demócratas en los años
anteriores ¿no seremos capaces de aprender tan hermosa lección histórica de la
consolidación de la democracia por 40 años (1958-98) y de esta tragedia que ya
tiene 20 años y en la cual hemos metidos la pata tantas veces? No podemos
cegarnos pensando que una banda presidencial o un juramento servirán como
objeto y acto mágico que harán que militares y países amigos muevan todos los
hilos para que se logre el cambio, y muchos menos que una carga suicida contra
los que tienen todas las armas harán realidad la soñada democracia.
El
23 de enero se ha ganado su sitial de honor en las efemérides venezolanos, y me
gustaría soñar que en el futuro será recordado tanto por el día del fin de una
dictadura como del principio del fin de otra. Son muchas las “fechas patrias”
decretadas que se han olvidado, y la de hoy el poder ha querido que también
salga de nuestra memoria, pero ahí está invicta y quiero soñar que siempre
representará la hermosa utopía que es vivir en libertad. Hoy 23 de enero de
2019 nos vemos en la calle como ciudadanos que somos, siempre confiados en una
Venezuela próspera y democrática.
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