Carlos Balladares
Castillo
Publicado en El Nacional
Nunca
he entendido el miedo de muchas personas a la soledad, si la misma es un
maravilloso momento para estar con nosotros mismos y desarrollar nuestro
posible potencial artístico y laboral. Comprendo que no poder compartir con los
demás ni desarrollar el amor fraterno o conyugal duela, pero evitar por
cualquier medio los momentos de soledad que vivimos me parece que es
desperdiciar un maravilloso recurso (por llamarlo de alguna manera). Desde que
descubrí el inmenso valor del cultivo de la espiritualidad y el conocimiento, anhelo
y estimo las horas o minutos del día que logro estar conmigo mismo y nadie más.
La
defensa y búsqueda de la soledad es un tema de siempre, pero considero que
adquiere mucha mayor importancia en los tiempos como el Adviento en los cuales
nos preparamos para la Navidad. La Encarnación de Dios es el más grande
misterio del cristianismo, no puede ser acallado en el ruido y debe ser hecho
ideas y sentimientos a través de la oración. Y esto resulta una paradoja porque
nuestra cultura materialista-consumista (a pesar de la profunda pobreza que
afecta a las mayorías venezolanas) combinada con nuestra mentalidad fiestera
hace de la soledad un verdadero lujo e incluso un imposible las Fiestas. Pero
debemos luchar por ello, apartarnos del resto en algún momento, ser más
contemplativos y no creernos siempre el centro de las reuniones o de nuestros
seres queridos. Todos necesitamos y debemos buscar aunque sea pequeños momentos
de soledad y silencio todos los días, y una vez cada tantos meses vivir períodos
más largos para grandes meditaciones que examinen el transcurso de nuestras
vidas.
La
soledad de la cual hablo es que la que buscamos las personas que no somos
ermitañas o asociales, es decir, es la que en medio de la vida familiar
procuramos para estar con nosotros mismos y especialmente desarrollar una veta
artística o esfuerzo en una meta personal. En mi caso (docente-investigador que
debe leer y escribir un mínimo diario) siempre ando buscando los espacios para
estar solo, es por ello que uno de mis anhelos es tener una biblioteca donde me
pueda encerrar y no ser molestado por un tiempo. Algunos nunca lo logran y en
verdad no sé cómo hacen para estudiar, leer, escribir y realizar cualquier
actividad que requiere una gran concentración, en medio del ruido y el ir y
venir de las personas. Yo lo he intentado, pero si la procrastinación se
desarrolla cuando logramos el silencio no quiero pensar la fuerza de la misma
en medio de las distracciones. Son muchas las anécdotas de escritores que en su
búsqueda de la soledad han sacrificado el sueño para trabajar en las noches en
la cocina o en lugares francamente inhóspitos. Sé de muchos que escriben y leen
en los baños de sus casas, y así son tantas las historias.
Muy
probablemente el logro de la soledad depende de nuestra decisión para
obtenerla, haciéndole saber a los demás (los que siempre están a nuestro lado)
que necesitamos ese momento. El novelista Stephen King da un consejo para los
que anhelan seguir sus pasos escriturales que está íntimamente ligado con la
soledad: “El espacio sólo requiere una cosa: una puerta que estés dispuesto a
cerrar. La puerta cerrada es una manera de decirles a los demás y a ti mismo
que vas en serio” (2000, Mientras escribo).
Es así, los que nos quieren de verdad sabrán que la soledad es parte
fundamental de nuestras vidas y por ello la respetarán. Porque al final es un
medio para lograr la felicidad, y con toda seguridad después de ese rato con
nosotros mismos saldremos a querer mejor a nuestra familia.
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