Todos tiemblan
Elias Canetti: el miedo de los poderosos
“Masa y poder’ analiza algo bastante
interesante en este sentido: ¿por qué el Rey o el Ejecutivo tiembla, si tiene a
su disposición las fuerzas para mantenerse intacto en la cima?”
CARLOS ALFREDO
MARÍN
@AEDOLETRAS6 DE MAYO 2016 - 12:01 AM
El poder que mueve
la humanidad es el miedo a la muerte. Esta simple ecuación proyecta la vida
como un acto de constante lucha contra lo que resulte potencialmente
amenazante. Yo me alejo de la oscuridad. Usted construye muros para protegerse
del ladrón. Esa distancia que colocamos entre nosotros y aquellos es parte del
miedo que funciona como muralla. Si mantengo distancia, sobrevivo. Apartarse,
mantener alejado el peligro. No dejarse tocar, no dejarse agarrar.
Lo más sustancioso
de la postura de Elías Canetti en su obra Masa y Poder (1960) es que
configura una arqueología de este miedo “a lo desconocido”. Su visión propone
estudiar el miedo como si se tratase de un viaje a las cavernas. La
argumentación es erudita, pero sin la bruma ni las distancias del método; al
contrario, es un ensayo que introduce al lector en la propia formación del
poder: narración omnipresente que no deja escapar nada. Los dedos y las manos,
los dientes y la boca, el morder y el tragar, bases fundamentales de ese temor
al contacto –ser digerido por la fiera, ser sometido hasta morir– se convierte
en las raíces poderosas que separan la vida de la muerte. “Solo inmerso en la
masa puede el hombre redimirse de este temor al contacto. Se trata de la única
situación en la que este temor se convierte en su contrario”, escribe en las
primeras líneas de esta obra. Esa es la raíz de las masas modernas que todos
conocemos.
El miedo se esfuma
una vez que mi cuerpo se une con el de otros. Se igualan, ya no hay distancias,
ni jerarquías, ni sexos, ni colores. Cuando esta unión ocurre, la masa contagia
a otros sumando rápidamente adeptos; además de eso, el movimiento tiene una
meta: la consecución de un deseo común. Esta manera de entender cómo se diluye
el miedo en la masa, supone la liberación del temor. Canetti no acude aquí a
etiquetas historicistas. Solo dice, en términos medulares, lo que ocurre en las
praderas del Serengueti o en algún estadio de futbol de Argentina. La
masa no es vista, en fin, desde posiciones maniqueas. El miedo nunca deja ser
el mismo; la muerte, tampoco.
Violencia necesaria
A mediados de 1812,
el Congreso de Venezuela erigió toda una legislación penal que reglamentaba
todas las deserciones y sus castigos. En ella se contemplaban desde azotes,
presidio y hasta la ejecución. El Ejecutivo publicaría el 16 de abril de 1812,
en momentos en que la República independiente se enfrentaba al enemigo
realista avivado por el terremoto, el decreto Contra los traidores,
facinerosos y desafectos a nuestro Gobierno.
Allí se “reclama un
remedio activo y violento (…) Pero tan terrible, que haga temblar hasta en los
últimos confines de la Federación de Venezuela”. Veamos el tono pavoroso del
mismo: “9. Los delitos que el Gobierno se propone a castigar de este modo
riguroso y terrible son, primero: los de aquellas personas que tratan de formar
partido contra nuestro sistema, con obras, atacándonos directamente o prestando
auxilio a nuestros enemigos, o con palabras, seduciendo las gentes incautas,
animándolas para que se reúnan contra nosotros o se pasen al enemigo, o lo
reciban con gusto, en caso que él presente. Los que incurran en este crimen
serán pasados por las armas”.
Es famoso el
revuelo que generó la Ley Marcial impulsada por el generalísimo Francisco de
Miranda el 19 de junio de 1812 en la clase criolla. Mediante dicha ley se
obligaba a todos “los hombres libres de tomar las armas” y se aprobaba la
conscripción de los esclavos para combatir, desde los quince años hasta los
cincuenta y cinco, con iguales cargas punitivas para los conspiradores. A pesar
de que se había venido fusilando, descuartizando y exponiendo los cuerpos en
los sitios de la capital, la oposición al gobierno mirandino abolió desde el
Congreso las medidas draconianas en enero de 1812; “piadosa doctrina”, según
Simón Bolívar, que llevaría a la derrota a la Primera República.
El miedo de los
poderosos
Quien sostiene el
poder, sostiene también el miedo que nace en su cúspide. El miedo se cultiva
conforme se emiten las órdenes. La obediencia no es eterna en el círculo que
rodea al poderoso. Elías Canetti en Masa y poder analiza algo
bastante interesante en este sentido: ¿por qué el Rey o el Ejecutivo tiembla,
si tiene a su disposición las fuerzas para mantenerse intacto en la cima? Para
el historiador, este fenómeno vislumbra una lectura distinta de los resortes
del poder político. Conocer estas imbricaciones revela la paranoia del poderoso
y de su círculo más privado.
Quien usufructúa el
poder, posee el miedo de ser cercado. Cualquier acercamiento es hostil, de allí
las medidas de seguridad y la utilización del secreto. También sabe que su
posesión no es eterna. Esa limitación lo vuelve más violento y alimenta más su
paranoia. No podemos dejar de nombrar este asunto: en el momento en que el
poderoso deja de tener potestad sobre la muerte, sabe que su autoridad está
cuestionada. Escribe Canetti: “El sentimiento de ese peligro está siempre vivo
en el poderoso. Ulteriormente, al hablar de la naturaleza de la orden, se verá
que sus temores tienen que aumentar cuantas más órdenes suyas hayan sido
ejecutadas. Solo puede aquietar sus dudas dando un ejemplo. Dispondrá una
ejecución capital por sí misma, sin que importe demasiado la culpa de la
víctima. Necesitará cada tanto ejecuciones de esta índole, tanto más cuanto más
aumenten sus dudas. Los más seguros, es decir los más perfectos de sus
súbditos, son los que han ido a la muerte por él”.
Existe el miedo
a dar órdenes. Canetti lo prefigura como aquella sensación incierta que sufren
aquellos que emiten la orden por iniciativa propia, aquellos “que no las
reciben de nadie”. Los amenazados pueden revelarse, porque entre otras cosas,
alguno de ellos puede no acatar la orden. La vida a veces persiste ante la
muerte, creo yo; existe la posibilidad de la memoria y de la venganza. Esa
posibilidad hace de este miedo granítico un drama para aquellos que ejecutantes
del poder, sobre todo “en los más encumbrados”. El miedo detrás de la puerta.
Elias Canetti: el miedo de los poderosos
@AEDOLETRAS6 DE MAYO 2016 - 12:01 AM
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