El ABC de Germán Carrera Damas – Académico, Diplomático, Historiador
“Lo que me atrae y me fascina de la situación actual es que
veo mujeres, cuyas madres votaron en 1946 por primera vez, levantarse sobre la
base, no de un marido, no de un partido, para aspirar al ejercicio del poder
en sus más altos niveles, sino apoyadas en su talento y del arrojo”.
en sus más altos niveles, sino apoyadas en su talento y del arrojo”.
La democracia venezolana se consolida en el exilio, en la
cárcel, en el martirio. Estamos en trance de superar la segunda gran crisis en
la instauración de la sociedad democrática. La democracia es como la libertad:
es o no es, opina el reconocido académico.
Macky Arenas
Una peligrosa inercia parece gobernar la cotidianidad en
Venezuela. Son tiempos de ignominia, de fanatismos, de mentes polarizadas, de
espíritus alzados y de sectarios entronizados. Estos son los momentos en que se
necesita un historiador, para que desgrane esta mazorca civilizatoria que nunca
ha salido –¡y qué suerte en días de escasez!- de la ruta del maíz.
Presentarlo es ocioso. Es un historiador de gran calado.
Como los buques insignia, navega cómodo, sobrao en aguas turbulentas.
Caer embobados cuando empieza a hablar es casi un acto reflejo. Hay que
asimilar con humildad. Para ello se impone rescatar, aunque sea por un momento,
la capacidad de asombro que hace rato perdimos.
— Esto es un enredo de país. La gente busca una salida
que cada vez se parece más a una encerrona…
— Tú lo que quieres es que te explique lo que yo
tampoco comprendo…jajajajajaja
— Algo así…
— Pues te voy a decepcionar. Yo sí comprendo lo que está
pasando.
— A saber…
— ¿Quieres un diagnóstico sencillo de lo que está
pasando en Venezuela?
— ¡Por favor!
— Estamos en trance de superar –y lo estamos
logrando- la segunda gran crisis en la instauración de una sociedad
democrática.
— ¿Segunda?
— Puede parecer extraño a las personas que no tienen
presente el punto de partida en el caso de la sociedad venezolana y tampoco
tienen conocimiento de lo que eso ha significado en otras sociedades, todas
procedentes de una monarquía absoluta, como fue la nuestra, aunque se tradujera
en una república autocrática pues más se parecía a una monarquía absoluta que a
una genuina república.
— Usted se refiere a…
— A todos los gobiernos habidos desde 1830, cuando
rompimos la República de Colombia y se formó el Estado de Venezuela –que así se
llamó y luego República de Venezuela- hasta 1946, cuando se realizó la elección
para la Asamblea Nacional Constituyente, la cual dio origen a la instauración
de la república liberal democrática, marchando hacia convertirse en una
sociedad democrática.
— ¿En qué consistía?
— Alternabilidad en el poder, separación de
poderes, validación de la opinión pública, libre asociación de los intereses
sociales, partidos, gremios y demás. Pero, sobre todo, expansión de los canales
de movilidad social vertical, es decir, la educación y la economía en primer
lugar. Este período, de unos 40 años, produce gran avance en la tarea de echar
las bases de una sociedad democrática, algo que nadie sabía cómo hacer. De allí
las incoherencias y dificultades, perfectamente normales.
“No conozco una democracia que haya sido establecida
democráticamente”.
El advenimiento de la crisis
— Pero el advenimiento de la “revolución” se justificó
por el supuesto estropicio de esos años
— Lo que la gente ve como irregularidades son, en
realidad, los trabajos difíciles de inaugurar otro modo de ser. Pero no en la
estructura política, sino en la sociedad. Por ejemplo, cuánto le cuesta a un
empresario, formado a la antigua, entender que el trabajo es un factor de la
producción, igual que el capital y la tecnología y que, en consecuencia, el
trabajo no es enemigo de esta labor sino que debe ser entendido como parte del
todo. Pero en 1946 en Venezuela no había empresarios. Se comenzó esa formación,
clave para una sociedad democrática. Es por ello que ese período marcó un gran
avance.
— Pero entró en crisis, ¿sería por desgaste?
— No por desgate, ¡por logros! Tomemos dos áreas,
educación y trabajo. Cuando ésta era una sociedad incompleta no había esa
presión fuerte tan necesaria. Pero una de las medidas más extraordinarias que
se tomaron en este país fue reconocer los derechos políticos a la mujer. Eso
significó duplicar –y más que duplicar- la demanda social pues la mujer se incorporó
a la vida civil. Los sistemas políticos y administrativos no estuvieron en
capacidad de canalizar esas exigencias.
— ¿Entonces fue por defecto?
— ¡Por exceso! Se trataba de un problema de cambio
social que no es progresivo o gradual, como lo fue en otras sociedades donde
cumplieron un largo trecho. Nosotros en medio siglo quisimos adelantar tres
siglos, que era lo que correspondía en ese momento. Yo estoy ahora hablando
contigo, periodista destacada, muy conocida, pero piensa que yo me gradué en un
liceo donde sólo había 4 muchachas. Eso pasó en toda la sociedad.
— La demanda creció muchísimo… ¿para bien?
— La sociedad se completó y eso se tradujo en todos
los planos: comenzaron a brotar mujeres competentes en todos los campos.
La oferta de empleo no iba a la par de aquella demanda. Entonces algunos
empresarios comenzaron a inventar contratar mujeres porque les pagaban menos.
Tensión social de nuevo. Y así en todo.
— Si todo lo ocurrido es consecuencia de logros, ¿cómo
fue que dimos el salto cualitativo a este desastre?
— Todas aquellas reformas se hicieron en aquellos
tiempos pues era la única manera de quebrar la autocracia. Tuvimos
alternabilidad republicana. Viene un hombre llamado Rómulo Betancourt y fue
presidente ¡tres veces! Primero en una Junta Revolucionaria de Gobierno,
después encargado por la Constituyente y luego electo por el pueblo. Cuando
deja el cargo en 1964 dice “No volveré a ser presidente de Venezuela”.
Caramba…eso fue un despliegue de progreso social y político altísimo y aún sale
del poder y no tenía casa propia. Todo este cambio para bien tenía que ser
acelerado. La mujer no figuraba en nada. Podía haber alguna artista, locutora,
pero eran como cuerpos siderales…
— ¡Jajajajajaja!
— ¡Créemelo! Y eran dignas del mayor elogio pero
erráticas en aquél mundo. Después de esos logros de que te hablo, por donde uno
asomaba encontraba a una mujer. La sociedad no estaba preparada para asimilar
eso pero había que hacerlo. No puede haber sociedad democrática con segregación
de la mujer.
— Pero es traumático a veces…
— Todo esto se paga, tiene su precio. El precio es el
debilitamiento del aparato político o incapacidad del aparato administrativo,
lo que genera situaciones de conflicto social que hace que mucha gente
ambicione el orden. Sin embargo, no hubo un solo cambio, socialmente
significativo establecido, que haya sido derogado. ¿Falseado o utilizado?, eso
es normal dentro del accidente de la historia. Pero, ¿quién se atreve a quitar
los derechos políticos a la mujer?
— Indiscutiblemente no se puede hacer eso, pero se
puede destruir mucho…
— Se puede obstruir, no destruir, porque los logros
sobreviven aún cuando se tengan que estar luchando. La democracia venezolana se
consolida en el exilio, en la cárcel, en el martirio. Durante Pérez Jiménez la
democracia no murió, siguió siendo una realidad. Entró en una fase crítica, de acuerdo,
pero brotó de allí todavía con más fuerza. Y esto es lo que va a suceder ahora.
— Es bueno oír eso pero permítame digerirlo mejor…
— ¡Jajajaja! No sólo lo veo así, es más, se está
realizando ante mis ojos. Cuando María Corina Machado declara que quieren
destruir la soberanía popular, ella no representa a las mujeres, sino al
pueblo. Lo que me atrae y me fascina de la situación actual es que veo mujeres,
cuyas madres votaron en 1946 por primera vez, levantarse sobre la base, no de
un marido, no de un partido, para aspirar al ejercicio del poder en sus más
altos niveles, sino apoyadas en su talento y del arrojo. Para mí, es el mejor
símbolo de que la sociedad venezolana marcha hacia convertirse en
verdaderamente democrática. Eso me conmueve. De otra manera no se entiende la
resistencia que ha presentado durante 15 años de esfuerzos por destruirla. Los
pueblos no se mueven por ideas sino por creencias. Y la democracia se ha
convertido en creencia.
Restablecimiento de condiciones
— Es auspicioso, pero hoy estamos en un nudo que nadie
parecer saber cómo desatar…
— Es natural que no se vean salidas. Pero me atrevo a
vaticinar que este será el último intento –con nuevos elementos como la
relación con Cuba- de ese pasado venezolano por rebrotar. Cambia el traje pero
no el contenido autócrata. Ahora lo llaman “socialismo del siglo XXI”. ¿No te
fijas que yo jamás me he puesto a discutir sobre ese tema? Es una soberana
burla. No tiene nada que ver con socialismo ni con el siglo 21. Eso es más bien
autocracia del siglo XIX. Puede cambiar la vestimenta pero no la esencia del
asunto. No tienen mensaje, sólo capacidad de soborno; van a comprobar
algo muy duro que les va a costar muy caro: la limosna no genera lealtad. Todo
lo contrario, siembra rencor, soterrado mientras dure la limosna. Pero cuando
se corta la limosna lo que sale es otra cosa, la dignidad ofendida por la
limosna.
— En Cuba llevan medio siglo…
— Pero hay una pequeña diferencia. En Cuba no hubo tiempo de
formar una verdadera clase media y la promoción de la democracia es asunto de
la clase media. Es un invento de la burguesía para poder enfrentarse a la
nobleza. Se extrañan de que existan focos de resistencia en las urbanizaciones
y no en los cerros. Es porque no entienden que la alta burguesía puede vivir lo
mismo en Montecarlo que en Cúcuta, pero la clase media preserva sus
instrumentos de ascenso social que son la educación y la economía. En otras
palabras, las ideas, el conocimiento. En Venezuela se formó una densa clase
media representada en gran parte por la mujer. Fíjate que en las protestas la
mujer no es precisamente espectadora. Aquí la clase media ha ejercido el poder
a través de partidos como AD y Copei y se siente dueña de su destino, capaz de
dirigir la sociedad. El gobierno ha hecho tremendos esfuerzos por destruir ese
factor de desarrollo social -que es la clase media- y ha fracasado. ¿Quienes
están ahora al frente de la lucha? Los estudiantes, que representan la
aspiración máxima de la clase media, el ascenso social por vía de la educación.
Los ayudan aquellas personas cuya posición social depende de la democracia.
— ¿Hemos avanzado?
— Mucho. El gobierno intentó, primero, falsear la
democracia poniéndole apellidos –participativa, protagónica- y nada más
peligroso. La democracia es como la libertad: es o no es. No hubo manera de
tragarse eso y optaron entonces por demoler la república, creando un aparato
militar con el que quieren abarcar toda la sociedad. Controlar hasta la
distribución de alimentos es un esfuerzo desesperado por echar raíces. Confunden
gobernar con mandar. No funciona.
— ¿Qué hacer ante eso?
— No conozco una democracia que haya sido establecida
democráticamente. Pero tampoco conozco una democracia que haya sido
restablecida democráticamente.
— Eso suena espeluznante…
— O esclarecedor. En Chile Pinochet iba a desconocer
el resultado de aquella consulta y el alto mando le dijo: “Hasta aquí”… ¿hubo o
no fuerza? En Venezuela vivimos la polémica normal entre quienes descubrieron
el voto como instrumento de la política –cosa correcta- y quienes se han dado
cuenta de que el voto requiere condiciones que pueden ser negadas y anular el
sentido del voto. Quiere decir que se necesita restablecer las condiciones para
que el voto funcione.
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