"Las balas no son de algodón”
Así decían un
yaracuyano veterano de la Segunda Guerra Mundial.
Para
mediados de la década de los cincuenta caminando en Barquisimeto, a un señor bajo de
mediana edad con porte típico de los oriundos del occidente de Venezuela, un
Guardia Nacional le pregunta:
-Epa Toño. ¿Cuántos japoneses mataste en la
guerra?
-¿Ves estos diez dedos
de mis manos? Bueno no me alcanzan los dedos para contarlos (el hombre contesta algo pretencioso pero seguro).
Manuel Antonio Prince
Veroes nació en Aroa, estado Yaracuy, el 16 de junio de 1914. Su madre era de
San Juan de Los Cayos y su padre de origen holandés quien vino por la
instalación del ferrocarril Bolívar. De niño se crió en Barquisimeto estudiando
en el Colegio La Salle, jugaba Beisbol y recuerda conoció al futuro presidente
Rafael Caldera. Cuando cumplió los 13 años de edad se fue a vivir a Nueva York
con un hermano mayor que lo invitó. Su partida también fue por las creencias de
su madre sobre la dictadura gomecista, parte de su educación Lasallista y como
el mismo asevera en las pocas entrevistas que dio al final de su vida diciendo:
“la democracia es algo donde vivir y para defender”.
En la gran manzana
aprendió primero el idioma, posteriormente algo de mecánica en Detroit para así
luego reparar los famosos taxis Yellow Cabs y hasta llego a ser
gerente de un estacionamiento cuyo dueño recuerda era libanés. Por allá entre
finales de los años veinte y los treinta Manuel tenía un amplio grupo de amigos
latinoamericanos, mayormente Puertorriqueños y mexicanos. El 7 de diciembre de
1941 su vida cambio, Estados Unidos le declaraba la guerra al Imperio del Sol
Naciente luego de ser atacado por esta nación en Pearl Harbour.
Manuel, como sus
amigos hispanos, fue enrolado según la ley que obligaba a residentes con más de
tres años a luchar por ese país. Igualmente sus convicciones sobre esa nación
no eran objeto de evadir esa orden sino más bien motivo de orgullo y aventura.
A inicios de 1942 se entrenó por tres meses en un campo militar en Carolina del
Sur, luego fue enviado en tren junto a miles de conscriptos a San Francisco
donde embarcaría al Pacífico. Aunque el ya sabía iría a luchar contra los japoneses
ya que le dieron el uniforme caqui de algodón y no de lana para el frio frente
europeo.
Prince fue asignado
al Batallón 182 de la División 23 del Ejército norteamericano, mejor conocida
como AmeriCal, esta unidad fue activada en Nueva Caledonia en mayo de
1942, se reconocía por su blasón azul con las estrellas de la cruz del sur y
cuando entro Manuel estaba formada principalmente por latinos. A finales de ese
año tomo el largo viaje en los barcos de transporte de las US Navy hacia las
islas que ocupada Japón. Fue en octubre de ese año cuando entró al combate real
en Guadalcanal en la desembocadura del río Matanikau. Los primeros en
desembarcar fueron jóvenes marines de 18 años. Prince contaba los 28 años y a
su división se les ordeno bajar en la segunda oleada. Cuando subió la playa vio
la mayoría de los cadáveres de los marines sobre la arena y otros flotando en
la orilla. El refuerzo que dio su regimiento a los marines les permitió a los
estadounidenses tomar el monte Austen en enero de 1943 y consolidar el Campo
Henderson que era la base aérea para los primeros ataques contra Japón.
Pronto sus compañeros
latinos lo bautizaron “el brujo” por la manera en que se metía en el combate
evitando la muerte pero enfrentando sin amilanarse contra los japoneses. El
recuerda que para sobrevivir en batalla había que moverse como una ardilla y en
parte es similar a jugar beisbol. Su frase de cuidado era: “Las balas no son de
algodón”. Al año siguiente fue ascendido a sargento donde comando una escuadra
de soldados más jóvenes, todos estadounidenses sin latinos. Su arma principal
eran los morteros de 81mm para apoyo avanzado.
Cuando Guadalcanal
fue asegurada el General MacArthur desembarcó y entre los soldados a recibirlo
estuvo este venezolano, al famoso general le llamó la atención su aspecto
hispano y le preguntó de donde era: con lo que Manuel contesto para no
confundir la ubicación de su pequeño pueblo yaracuyano, dijo: – ¡Caracas! En
perfecto español el general replicó: -¡Oh, sí Caracas! Invitándolo de seguido a
departir un rato en su tienda de campaña. Al ser bajito y moreno, los
aborígenes le tomaron afecto como pensando era uno de ellos mismo, esto le
logró otras atenciones. También era uno de los mas corteses con los niños
locales al regalarles golosinas y cantar canciones infantiles.
Luego de Guadalcanal
fue a Fidji en marzo, hasta alcanzar Bouganville en 1944 y cuando llegaron a
Filipinas el último año de la guerra estuvo en las Islas Corregidor. Allí le
sucedió su más grande hazaña cuando en las colinas cercanas a la ciudad de Cebú
el 3 de abril de 1945, un grupo de seis americanos estaban siendo avasallados
por los japoneses. Manuel vio desde lejos el peligro de sus compañeros y
dirigió fuego de mortero contra el enemigo más una nube de humo verde que oculto
a los americanos bajo ataque. Esto encegueció a los japoneses y permitió la
evacuación de sus compatriotas incluyendo heridos. Lo más dramático de todo era
que había francotiradores nipones y sus acciones evitaron la precisión de esos
tiradores. Esa acción le valió un reconocimiento escrito con sello del ejército
estadounidense firmado por el general mayor de la División, una cinta y medalla
para su uniforme de gala por combate destacado.
Ya para la
invasión de Okinawa en julio de 1945, se perfilaba la derrota
del Imperio Nipón solo que esa era la primera Isla en territorio directamente
Japonés y la defensa sería más enconada. Sin embargo el batallón Americal
continúo acabando con esos focos de resistencia. A principios de agosto termino
la guerra con la rendición del enemigo y Manuel fue enviado a casa. En
noviembre le dieron de baja honrosa y en Nueva York sus familiares y amigos le
dieron un gran recibimiento.
Para 1946 decidió
regresar a Venezuela, donde monto un negocio de reparación de autos en Barquisimeto.
El periódico local El Impulso titulo con su regreso el 27 de
noviembre, posteriormente otros diarios locales lo reseñaron en los 90s. En esa
ciudad se caso y tuvo seis hijos. Vivió bajo sus principios de respeto a los
demás y defensa de la democracia, los cuales destacaba en las conversaciones.
Critico ampliamente los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en una
de sus últimas entrevistas. Casi a sus 80 años logro una pensión del gobierno
norteamericano hasta su muerte en 2003.
Desde 2012 a este
investigador le llego por correo electrónico una comunicación de un familiar
del sargento Prince. Daniel Athalido reconoce el valor de la experiencia de
combate de Manuel atesorando parte de los documentos y fotos que sirven de
prueba a las experiencias de este yaracuyano.
Gran historia de este héroe de la tierra de mis padres. Gracias por compartir.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMe encanto esta historia, ya que estoy muy orgullosa de mi apellido Prince. Mi padre también era de Yaracuy, pero nunca me hizo alguna referencia de esta gran héroe de la historia Manuel Prince, lo que si supe que mi abuelo se llamaba Pieter Prince y era Holandés, lo que me hace presumir que fue uno de los tres holandeses que se mencionan.
BorrarDe todas formas me encanto leer acerca de los Prince.
Me encanto esta historia, ya que estoy muy orgullosa de mi apellido Prince. Mi padre también era de Yaracuy, pero nunca me hizo alguna referencia de esta gran héroe de la historia Manuel Prince, lo que si supe que mi abuelo se llamaba Pieter Prince y era Holandés, lo que me hace presumir que fue uno de los tres holandeses que se mencionan.
BorrarDe todas formas me encanto leer acerca de los Prince.
Que historia tan interesante, no la conocía. Y como son las cosas, Manuel Antonio cuyo padre se llamaba John y su madre Carolina, tuvo una hermana de nombre Flor Elena, quien se casó en Aroa en 1929 con Pablo Maria Bavaresco Tescari, hermano de mi abuela Delia.. que pequeño es el mundo.
ResponderBorrarSaludos y gracias por compartir esta gran historia.
Toño era el nombre con que lo conoci
ResponderBorrarSu hermano mayor se llamaba Carlos
Prince, casado con mi tia Amelia Palencia y vivieron toda su vida e Queens aunque venian con frecuencia a Venezuela. El nos lo llevó a San Felipe y la familia estaba orgullosa de su heroismo.
Su sobrino Carlos Manuel Prince Palencia también fue a la guerra pero en Alemania y pertenecio al cuerpo de Ingenieros.
Cuentan que Toño se vino a Venezuela y por muchos años no se preocupó por esa mencionada pension americana. Me da la impresión de que no queria saber de nada que le recordara esa guerra. Era un buen hombre.
Que historia tan bonita
ResponderBorrarQue historia tan interesante, me encanta que un venezolano se haya destacado y más con valentía
ResponderBorrarQue buena historia. Es esa historia que no aparece en los libros. Excelente.
ResponderBorrarExcelente historia de este Yaracuyano que puso en alto l gentilicio de todos nosotros los yaracuyanos
ResponderBorrarLastima q murió, todo el
ResponderBorrarreconocomiento a su labor, es bueno conocer el trabajo de los venezolanos en el exterior. Debe estar su alma muy cerca de DIOS.