DEMOCRACIA, DISCIPLINA
SOCIAL Y EDUCACION
Para Jorge Eduardo
No hace falta ser un observador promedio para constatar lo que Weber y tantos
otros buenos sociólogos han establecido en torno a la “disciplina social” y su
estrecha relación con la prosperidad económico/social de los habitantes de un
país dado.
Sigue causando asombro la reconstrucción europea luego de los estragos
producidos en la II Guerra Mundial (1939-1945), y sobre todo, llaman
particularmente la atención, la rápida recuperación de una Italia, Alemania y
Japón, países derrotados y con sus fuerzas productivas colapsadas. En cinco
décadas estos tres países lograron dar un salto histórico tremendo que les
ubican hoy entre las veinte economías más prosperas del planeta. Pareciera que
la tragedia y derrota se convirtiese en el principal acicate para salir del
estancamiento.
En realidad el éxito de estos países prósperos se debe a una mentalidad y
cultura alrededor de la laboriosidad, y el respeto más irrestricto, a unas
normas de convivencia fundadas en el engrandecimiento nacional. La ley rige por
igual para todos y los personalismos son atajados por instituciones sólidas. Se
ha logrado un equilibrio bastante meritorio entre el respeto a la iniciativa
(libertad) individual y el esfuerzo colectivo del grupo (lo público).
Desde muy temprano y desde la escuela, al niño y joven, se le ofrecen una
educación fundada en valores más que en los conocimientos propiamente en sí.
Los maestros se asumen en líderes espirituales y en estimulantes modelos de
superación hacia el éxito. Todos importan, todos cuentan. Los niveles de la
deserción escolar son mínimos y la remuneración y capacitación de los
educadores llegan a ser de las más altas.
Está demostrado que la inteligencia es fundamental para cualquier logro al que
se aspire, aunque sin voluntad, trabajo, disciplina y rigor, la meta se vuelve
esquiva. El genio produce su obra sudando y no por suerte. Mientras más
educados y cultos sean los habitantes de una sociedad más posibilidades habrá
para tener una convivencia mejor.
Nuestro espíritu caribeño hace del venezolano un ser dado al hedonismo y la
fiesta. Es como si la gran mayoría de los venezolanos hubiésemos leído el
Eclesiastés y una de sus más crudas sentencias: "Sin sentido! Sin
sentido!" dice el Maestro. "Nada tiene sentido". Y ante la
fragilidad del destino humano, no paramos, en forma de inconsciente colectivo,
de una francachela a otra. No obstante, el costo de ésta actitud, está a
la vista de todos: empobrecimiento social y convivencia ruinosa convalidada por
uno de los desempeños sociales más deficientes de la historia contemporánea
actual. Y con todo, el venezolano promedio, es trabajador. ¿Qué ocurre
entonces? Que el esfuerzo que se hace es disperso, intermitente, y la meta
social colectiva, termina siendo difusa. Los niveles de ahorro y previsión,
siguen siendo muy bajos, y la elite gobernante no ha estado a la altura de las
circunstancias. Con todo, bastaría con profundizar en la Democracia a través de
comportamientos más disciplinados, e invertir en una educación de calidad. Las
experiencias exitosas de otros pueblos y países pueden ser asumidas sin
menoscabo de nuestra idiosincrasia, con todo lo bueno y lo malo, que hay en
ella.
DR. ANGEL RAFAEL
LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE
ESTUDIOS HISTORICOS DE LUZ
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