martes, agosto 23, 2011

Biografía de María Matilde Suárez sobre José Gregorio Hernández (BBV, 2)



Publicado en Noticiero Digital


¿Se puede ser santo en Venezuela? (BBV, 2)


23 Agosto, 2011


La biógrafa número 2 de El Nacional se refiere al “santo venezolano” (aunque no canonizado todavía por la Iglesia Católica) con mayor fama: José Gregorio Hernández (1864-1919), la cual fue escrita por la socióloga María Matilde Suárez, especialista en el biografiado, y publicada en abril de 2005. Su trabajo (muchísimo más amplio), escrito conjuntamente con Carmen Bethencourt recibió el “Premio Nacional al Mejor Trabajo Científico en Ciencias Sociales” del Ministerio de Ciencia y Tecnología en el año 2002. No se pretendió hacer una hagiografía sino “recrear un proceso de construcción social” en torno a la vida de un hombre de Dios.


Está dividida en dos grandes partes, una primera que relata su vida por etapas e intereses (la familia, la docencia, el ejercicio de la medicina y sus aportes a los estudios de la misma en el país, y su muerte), y una segunda dedicada al fenómeno de la santidad estudiada desde la perspectiva de la población en general, tocando los temas del proceso de beatificación y el uso de su imagen en la santería. Sin duda es un texto breve pero que lograr aclarar las muchas preguntas que nos hacemos los venezolanos sobre el “santo”, mostrándonos un José Gregorio Hernández que seguramente la mayoría olvida: el científico y el docente que contribuye a la modernización de la medicina en Venezuela, el que polemizó con su colega Luis Razetti en lo relativo a la discusión entre creacionismo y evolucionismo, y el que no fue atropellado (le tropieza, como se sabe, pero un tropiezo que genera una caída mortal) por el único carro que había en Caracas, sino por uno más de los más de 600 que circulaban por sus calles en 1919.


La Iglesia Católica considera que todos los seres humanos podemos y debemos aspirar a la santidad, la cual es considerada como la respuesta perseverante de la persona a la invitación que la hace Dios para que lo siga. Este seguimiento se expresa en un estilo de vida ligado a las virtudes heroicas: fe, esperanza, caridad, junto a las cardinales y morales pero realizadas por motivos sobrenaturales con prontitud y disposición; las cuales son reconocidas tanto por los que lo conocieron (“fama de santidad”) como por la Iglesia (todos los pasos necesarios para pasar de Venerable Siervo de Dios a Beato y Santo).


Sin duda que existen ambientes que hacen más difícil el ser santos ¿Acaso en la Venezuela de hoy en la que predomina un gran deterioro moral (todos somos más o menos corruptos) no es algo que parece imposible? ¿Y no era difícil ser santo en la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX donde predominaba la violencia política?. Al final, como se ha dicho muchas veces (San Josemaría Escrivá): “las crisis son crisis de santos”, de la falta de personas que den ejemplos de heroicidad al no ceder ante un ambiente inmoral. El que no roba cuando todos roban, el que “nada contra la corriente”. José Gregorio Hernández fue así, y la biografía escrita por la doctora Suárez nos da muchos detalles de su vida que nos demuestran su santidad. Lo describe como “cristiano de fe ejemplar y médico filántropo”, el cual intentó ser religioso hasta que debió aceptar y comprender que podía hacer un apostolado como laico. “Fue un contemplativo de juicio sereno, lejano a la confrontación y a la polémica (…), era piadoso, asceta y místico de inalterable espiritualidad” (p. 10).


En la historia de Venezuela se habla de las manifestaciones callejeras de febrero de 1936 como las que reunieron mayor número de personas (30 mil aproximadamente), y lo increíble es que esta misma cantidad de personas se reunieron para el velorio y entierro del doctor José Gregorio Hernández 17 años antes. Desde ese mismo momento comenzó la devoción, así lo describe un testimonio de la época que recoge la autora: “primero eran pocas personas, después fueron muchas y, por último, aquello era una muchedumbre” (p. 64). En 1949 la Iglesia Católica comienza el proceso de beatificación, y en 1975 trasladan sus restos al templo de La Candelaria. Su fama de santidad es nacional, e incluso ha sido incorporado por los santeros a lo que ellos llaman “corte celestial”, razón que ha obstaculizado la finalización del camino a los altares del catolicismo.


La autora busca responder la pregunta fundamental: ¿Por qué su fama de santidad? Y lo hace dando detalles de su vida, lo cual me parece es uno de los aspectos más fascinantes del texto. Todos sabían que era santo porque conocían sus costumbres: “sus visitas a la Iglesia, sus devociones (bendecía los alimentos, rezaba el Ángelus, rezaba el Rosario, Visitas al Santísimo Sacramento, etc.) y su comportamiento bondadoso con los pacientes” (p. 83). No sólo no cobraba a los pobres, sino que les daba las medicinas e incluso dinero sin nunca ofender su dignidad, porque lo hacía sin que estos se dieran cuenta. En 1899 ingresó a la Orden Terciaria Franciscana, y demostraba la austeridad en su forma de vida. Cumplía con los mandamientos y las normas de la Iglesia. En la noche se dedicaba a la oración, lecturas piadosas y al estudio de la medicina; y al despertar todos los días iba a misa. Hacía penitencias en secreto, ayunaba, usaba cilicios, era sobrio en las comidas, no bebía alcohol, repartía los regalos que le daban entre sus familiares, y a muchos de ellos los mantenía. Nunca estaba ocioso y hablaba lo estrictamente necesario. Rehusaba los honores y alabanzas (p. 84).


¿Se puede ser santo en Venezuela? Se puede, se debe, y con más razón en los tiempos de crisis. La respuesta al camino a seguir no los ha dado José Gregorio Hernández con su vida.

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