¿Qué aportan los historiadores a la Venezuela del presente?

Publicado en Código Venezuela

Autor: Carlos Balladares Castillo

La comprensión del pasado

Una de las mejores formas para comprender a Venezuela es sin duda por medio de la historia. Afirmación que se puede verificar en el interés que se ha despertado por la misma en los tiempos que vivimos desde 1998. La gente no deja de hacerse preguntas, y muy especialmente dos: ¿Por qué llegamos a esta situación? ¿Cuándo se terminará?. Dos preguntas que tienen en lo temporal (ámbito fundamental de la historia) las posibles respuestas, aunque la última sería rechazada porque la historia no es futurología aunque si se pueden conocer posibles escenarios y tendencias. Sin duda que la historia es, parafraseando al maestro Manuel Caballero, “una pasión por comprender”.

La mirada histórica expresa una certeza: nuestro problema no es reciente, es de larga data. Ha ido creciendo con el tiempo, y el presente nos aterroriza: nuestros peores demonios parecen fortalecerse, no superarse. La identificación del problema en el pasado permite seguirle la pista, conocer los intentos de solución y especialmente nos advierte ante la posibilidad de repetir ¿Acaso no estamos pasando por un rentismo petrolero llevado a su máximo grado, con el intervencionismo estatal y el populismo que tanto daño nos hizo en los setenta?.

La historia es comprensión, pero también es una rémora cuando se hace parte de la propaganda oficial, e incluso cuando todo se reduce a ella: el historicismo. Vivimos dos formas de hacer historia: la que reduce el presente a un intento de hacer renacer los supuestos tiempos doradas (“Independencia y Revolución”), y la crítica: basada en el conocimiento del pasado, y en las experiencias y principios de la humanidad.

No creo en el historiador que sólo vive para juzgar el pasado, pero tampoco en el que es incapaz, basado en una supuesta neutralidad profesional, de no encender las “alarmas” cuando las cosas van por mal camino. Se es ciudadano, con unas destrezas y una experiencia determinada, no podemos obviar la realidad y hacer un silencio que termina siendo cómplice. ¡Qué la historia nos sirva para comprender, para conocernos mejor; pero también para alertarnos de los caminos ya transitados!.

La historia puede ser parte de la solución, porque no se puede generar el remedio cuando no se conoce claramente la enfermedad. El constante examen del pasado desde múltiples y diversas miradas con el anhelo de encontrar la verdad, identifican “todas” las causas, incluso las que se han ocultado por los mitos. Y no podemos negarlo, por más que el historiador descubra nuestras miserias colectivas, e incluso nos avergoncemos de ellas, la historia termina por enamorarnos de nuestro país.

Al final, la historia siempre nos dejará el gran placer de relatar las experiencias humanas, de contarnos lo que no vivimos, de acercarnos a los que hicieron posible nuestra existencia. Termina siendo un cuento susurrado por nuestros abuelos.