Artículos de opinión de los historiadores
Transcribimos el artículo del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábado en El Universal. Pero antes lo comentamos en parte.
COMENTARIO BLOGUERIL:
Una vez más se critica la acción de los historiadores oficialistas, la anterior generó un pequeño debate que acá reseñamos, esta vez quizás lleve a una nueva respuesta. Esperaremos.
Una revolución de la historia
Un grupo de historiadores se ganan la vida gracias a su rol de "traductores" del ayer
ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
domingo 6 de febrero de 2011
Mucho se ha hablado del interés del presidente Chávez y de sus seguidores en relación con la historia patria. Se ha dicho que la quieren escribir de nuevo para colocar la memoria colectiva al servicio de un proyecto de hegemonía, y se han mostrado evidencias susceptibles de apoyar el argumento. Con la creación de un Centro Nacional de Historia, al cual se ha concedido calidad de "rector" de los recuerdos de la sociedad, el Gobierno ha movido los resortes para llevar hasta amplias capas de la población su interpretación del pasado. Buena parte del plan se sostiene gracias al auxilio de un grupo de historiadores profesionales, quienes se ganan la vida gracias a su rol de traductores del ayer en atención a la versión del jefe. Acuden a las fuentes y las leen a su manera, pero tratan de hacer su trabajo de llevarnos a una idea distinta de los sucesos de los antepasados. No es lo propio del oficio de historiadores formados en la Universidad, pues se mueven de acuerdo con las señales de una batuta que no maneja precisamente un Herodoto del trópico, pero guardan las apariencias.
¿Hasta dónde pueden llegar en su propósito, ellos y su jefe? ¿Qué fuerzas son capaces de despertar tales apariencias? Recientes episodios de Trujillo, que se describirán de seguidas, pueden ofrecer respuesta. Encuentran origen dichos episodios en la fabricación de una heroína de la Independencia, a quien hasta la fecha nadie había conocido pese a fatigantes búsquedas en los archivos. Hace meses, el Cronista de la Ciudad dio cuenta de la existencia de una aguerrida combatiente contra los realistas, Dolores Dionisia Santos Moreno, a quien presentó como generala de los ejércitos republicanos y cuyo tránsito de faenas olímpicas comenzó a divulgar ante la sorpresa de la ciudadanía. Algunos colegas solicitaron información cabal sobre el deslumbrante personaje, pero el Cronista no respondió. La gobernación del Estado, en cambio, ordenó un óleo con la efigie de la nueva adquisición del procerato y creo una Orden de escala regional, con cuya condecoración adornó el pecho de la ministra de la Mujer. Mientras algunos curiosos buscaban sin suerte documentos sobre la generala, ocurrieron otras vicisitudes de importancia. De dos plazoletas de la capital fueron retiradas las estatuas de Cristóbal Colón y Sancho Briceño, uno de los fundadores de Trujillo, a cuya compañía se habían acostumbrado los viandantes. Nadie dio razón sobre la desaparición de los objetos, pese a que fueron sustraídos sin autorización del Instituto de Patrimonio Cultural. En breve se suscitó otra ausencia: de los salones del Concejo Municipal fue removida la efigie del fundador, Diego García de Paredes, que había obsequiado el Cabildo español de Trujillo de Cáceres para conmemorar los 400 años del nacimiento de la homónima villa. Se pidió entonces una explicación a la Alcaldesa, pero reinó de nuevo un silencio que tampoco fue perturbado por otro episodio relacionado con el fundador: el 8 de diciembre de 2010, su busto fue atacado con golpes de mandarria por un comando autodenominado Kuika, cuyos miembros festejaron en proclama la batalla librada contra un conquistador genocida.
Tales contingencias fueron el prólogo de la toma del Centro de Historia del Estado Trujillo, ocurrida el pasado 15 de diciembre. Al grito de ¡Victoria popular!, una turba invadió los espacios de la institución argumentando que buscaba "la recuperación de los espacios para el pueblo". La movilización contó con el apoyo del Coordinador de Cultura de la región, quien se hizo presente en el lugar. Los directivos del Centro solicitaron explicaciones, preguntaron sobre el soporte legal que pudiera justificar la sorprendente conducta. Solo escucharon consignas, ante las cuales se sobrepusieron para llamar la atención sobre los tesoros que tenían bajo su cuidado y sobre la obligación de preservarlos. Mostraron el inventario de los bienes que custodiaban, para que quedara constancia de la entrega forzada que de ellos hacían, y fueron finalmente desalojados. Fundado en 1958 en el domicilio conocido como Casa de la Guerra a Muerte, el Centro de Historia del Estado Trujillo ha sido uno de los más activos del país. Ha formado una rica biblioteca y ha mantenido un hermoso museo que visitan 4.000 personas al año, la mayoría escolares. Además, destacó por la edición de una puntual revista y por la realización de simposios y congresos caracterizados por la pluralidad. Pese a tales realizaciones, el gobernador del Estado, a través de un programa de radio que emite habitualmente, felicitó a los "recuperadores" del lugar. Aclaró entonces, sin embargo, que no estaba de acuerdo con un plan que tenía el Comando Kuika de ocupar las instalaciones de la ULA porque él había estudiado en sus aulas.
¿Cuál es el fundamento de las acciones descritas? ¿Son contingencias deshilvanas del cuerpo mayor de la nación? El entendimiento de la conducta del Comando Kuika, de los trabajos de la crónica parroquial y de la complicidad de las autoridades regionales, aconseja una observación panorámica que debe detenerse en la historia que le interesa al presidente Chávez y en la participación de sus historiadores auxiliares. Con sus toques de personalismo comarcal la revolución "historiográfica" hace prácticas en laboratorios pequeños, para preparar golpes de mayor contundencia contra la memoria arraigada en la sensibilidad del pueblo. De allí la entidad que puede tener el relato que ya termina.
¡Cuanta necedad y barbarie disfrazada de "reivindicación histórica"! Son elementos y episodios que sólo sirven para producirle a uno, como historiador, docente y ciudadano profunda ARRECHERA. Y me disculpa el término, pero desgraciada y lamentablemente ésa es la palabra. ¡Saludos!
ResponderBorrarTotalmente de acuerdo don TErán.
ResponderBorrar