EL NACIONAL - Domingo 18 de Abril de 2010
Siete Días/1
La Venezuela del bicentenario
Mañana se cumplen 200 años de un hecho clave en el proceso que condujo a la Independencia y a la materialización de la nacionalidad venezolana. Los dos siglos llegan lejos de un ambiente de festejo que reúna a todos los ciudadanos, a pesar de su historia común
19 DE ABRIL DE 1810
DAVID GONZÁLEZ
Mañana se cumplirán 200 años del 19 de Abril de 1810. Vuelve a la memoria colectiva el recuerdo de los caraqueños que consumaron un hecho sin antecedentes en tiempos de la Colonia: constituir con éxito una junta para gobernarse de manera autónoma. Declararon que ejercerían el poder temporalmente y sólo para resguardar los derechos de Fernando VII, el rey español que había sido obligado a abdicar por Napoleón Bonaparte. Pero lo que empezó así terminó convertido en un proceso revolucionario, guiado por civiles, que se concretó en la ruptura con España y la creación de una república el 5 de Julio de 1811. Los historiadores todavía discuten si aquel abril fue la expresión de un proceso de nacionalidad en formación; si fue sólo una acción de auténtica lealtad para salvaguardar una monarquía en crisis; si fue nada más el resultado de la crisis española de la época; o si puede considerarse, sin ninguna duda, la fecha fundacional de la Independencia, como la recuerda la memoria de los venezolanos.
Pero la Venezuela bicentenaria llega a su conmemoración con un ambiente que parece muy lejano al de una fiesta que reúne a sus ciudadanos para celebrar el período cuando los habitantes de esta tierra declararon su voluntad de ser independientes, de organizarse en una república y de llamarse venezolanos. El país asiste en vivo a la construcción desde el poder de una interpretación del pasado que marca fronteras políticas en el presente.
Sobre el 19 de Abril de 1810, el presidente Hugo Chávez lo ha dicho: "Ese día comenzó la revolución que hoy está a la vanguardia de los pueblos de nuestra América y de la construcción de un nuevo siglo con el socialismo bolivariano".La historia contada como gesta heroica, que fue uno de los instrumentos más poderosos para construir el consenso nacional, hoy tiene una versión que polariza a los ciudadanos y genera disensos entre los estudiosos del pasado con respecto a la versión oficial.
La pugnacidad en el uso de la historia convierte el bicentenario en un caso inédito. "Es un fenómeno único que no he visto en Venezuela ni en ninguna parte de América Latina, donde éstas han sido celebraciones para el aglutinamiento. Pero ahora estamos ante una conmemoración que pretende lo contrario: recrear en la actualidad lo que se supone hubo de enfrentamiento en el pasado", indica Elías Pino Iturrieta, director de la Academia Nacional de la Historia. "Chávez traslada su sentido conflictivo del presente a la comprensión de la historia.
Así, ésta deja de ser un fenómeno física y cronológicamente desaparecido, y los héroes y las batallas pasan a vivir entre nosotros como nunca antes.Eso es lo que obliga a todos a tomar partido". Con una metáfora resume el resultado: "La independencia de Venezuela tiene que pasar por la esquina caliente de la plaza Bolívar.Antes no había alcabala, no había violencia para acercarse a la adoración acostumbrada de los próceres y para rendirse ante las estatuas; ahora tienen un cerco de púas".
Palabras y gestos.
El lema oficial de la conmemoración bicentenaria ratifica las palabras presidenciales: "200 años después. Independencia y revolución". La frase resume la médula de la relectura: demostrar la continuidad entre el pasado y el proyecto político que se ejecuta en el presente. "Quieren mostrarse como los genuinos herederos que llevarán a cabo un proyecto inconcluso", dice Pino Iturrieta. Ese enfoque se enfatiza en otros escenarios, gestos, símbolos y textos. En la Ruta Histórica-Turística Caminos de la Libertad, organizada por el Gobierno del Distrito Capital, un grupo de actores recrea momentos de "resistencia popular". En el trayecto se destaca el mismo vínculo heroico entre los criollos caraqueños que lideraron el 19 de Abril de 1810 y los activistas que usaron armas de fuego en Puente Llaguno el 11 de abril de 2002, para tratar de evitar lo que en efecto sucedió después: el derrocamiento temporal del Presidente. La memoria de esos hechos, de los que han transcurrido apenas 8 años, es una herida que divide a la sociedad en dos bloques sin esperanza de una pronta reconciliación.
Otro ejemplo de las fronteras que se marcan está en la página web oficial del bicentenario.Un artículo del historiador Arístides Medina Rubio señala: "En la fiesta popular por la emancipación, todos los revolucionarios de todos los tiempos cabemos por igual, porque tenemos el compromiso de concluir la gesta iniciada por nuestros padres libertadores". Obviamente, surge la duda de si la mesa podrá ser compartida por quienes no se declaran revolucionarios.
En la página también se trazan las coordenadas que deben seguir los estudiosos del pasado.Nada habla de un conocimiento diverso y contrastado: "Las investigaciones deben superar los paradigmas hegemónicos y dar paso al protagonismo de los saberes, las prácticas y la memoria popular". No es de extrañar la ausencia de referencias a las obras de académicos e investigadores que hoy revisan el período independentista con mirada crítica, ni de foros e intercambios para comparar miradas del pasado. El Centro Nacional de Historia reprodujo una declaración en la cual señalan, por ejemplo, que la Independencia "exhorta a asumir en la actualidad el compromiso antiimperialista nuestramericano de conformar un mundo multipolar, en contra de cualquier injerencia extranjera".
Caso inédito. Pino Iturrieta no considera nuevo que la historia haya recibido usos políticos.Pero cita ejemplos de gobernantes que la utilizaron para construir una "plataforma común" con el resto del país y no para dividir las aguas. Menciona a José Antonio Páez cuando repatrió los restos de Bolívar en 1842; a Antonio Guzmán Blanco cuando celebró el centenario del nacimiento del Libertador en 1883; y a Eleazar López Contreras cuando organizó las Cívicas Bolivarianas después de 1936. Cada uno enfrentó un dilema que justificó un empleo distinto del paraguas histórico.
El prócer llanero procuró disipar la frustración por los resultados que arrojaba la naciente República de 1830; el Ilustre Americano, que no reparó en los excesos del poder, intentó imponer un proyecto de modernización nacional en un país de caudillos; y el general andino se planteó sobreponerse a la inmensa incertidumbre que dejó la muerte de Juan Vicente Gómez. De esos intentos surgieron símbolos para reforzar la unidad del país. Uno de ellos es el Panteón Nacional, erigido durante la época guzmancista.
El 19 de Abril de 1810 ha sido un caso emblemático de la construcción de un consenso a lo largo del tiempo. A su alrededor se concitó una triple coincidencia: la de los propósitos de los políticos, la de la producción historiográfica y la de la memoria de la gente. Es la tesis que desarrolló el jueves Inés Quintero en su discurso de orden en la Academia Nacional de la Historia: "Ese consenso se perfeccionó en el centenario en 1910 y se machacó en el sesquicentenario en 1960. No hubo graves disensiones, nadie se detuvo a decir: Un momento, estoy en desacuerdo con esa lectura".
partir de entonces, el desarrollo de la investigación histórica abrió paso a la crítica que diversificó las miradas sobre la fecha. Ese avance plantea la situación en términos únicos para Quintero: "Hoy existe un intento de crear un discurso único, cargado con el maniqueísmo de los buenos y malos, pero será difícil porque no se puede controlar la creación de conocimiento. ¿Cómo haces para borrar las huellas, los documentos, los periódicos que permiten reconstruir el pasado?".
Sigla bicentenaria. El año pasado, el jefe del Estado, vestido de verde oliva y con boina roja, presidió el desfile del 199 aniversario del 19 de Abril de 1810. Recordó entonces los días cuando organizó dentro del Ejército el Movimiento Revolucionario Bolivariano 200.Lo apellidó con ese número por el bicentenario del nacimiento del Libertador. "Ya imaginábamos hace 3 décadas la era bicentenaria que está por comenzar". Los militares de ese grupo intentaron derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992 y ese día también pasó a formar parte de una nueva historia que describe el hecho como la expresión de un destino manifiesto y que el Presidente ya ha comparado con el 19 de Abril de 1810.
Carole Leal y Essio Serrano, del Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium de la Universidad Simón Bolívar, también coinciden en que el Presidente usa la historia al servicio de su proyecto político.Opinan que tiene una concepción teleológica que caracterizó principalmente a los historiadores marxistas. "En ese enfoque los hechos pasados encierran una anunciación de lo que pasará en el futuro". El riesgo es obvio: la descontextualización temporal de los sucesos que se estudian. Un ejemplo está en el uso indiscriminado del término pueblo, que ha tenido significados distintos en los siglos XIX y XXI. "Hoy pueblo es una noción que implica igualdad entre todos. Pero en 1810, la sociedad era desigual por naturaleza y eso marca una diferencia".
La era bicentenaria supone, según palabras presidenciales, la conmemoración de dos décadas. Basta recordar que la Batalla de Carabobo cumplirá dos siglos el 24 de junio de 2021. Ese período, de acuerdo con la bitácora oficial, será el del rescate bolivariano como una clave omnipresente en la historia."Los venezolanos reclamamos el protagonismo de Simón Bolívar, el Libertador, en todo el proceso revolucionario de la Independencia, emancipación y soberanía, porque su acción en los años iniciales del proceso, y su pensamiento y sus ideas en los años corridos desde 1830, han marcado el proceso", señala el artículo de Medina Rubio en la página web del bicentenario.Leal y Serrano no sólo cuestionan que se escriba la historia con Bolívar como única referencia, sino que además precisan que la participación del prócer entre el 19 de Abril de 1810 y el 5 de Julio de 1811 estuvo lejos de ser protagónica.
El llamado Manifiesto de Cartagena fue una crítica del Libertador al modelo federal que, según él, precipitó la caída de la Primera República.El período transcurrido entre esos dos hitos tuvo un carácter eminentemente civil. Gustavo Vaamonde, investigador de proyectos históricos de la Fundación Polar, lo recuerda: "Fue uno de los rasgos más resaltantes del proceso, ahí participaron los mejores juristas de la época. Basta pensar en Juan Germán Roscio, que luego escribió El triunfo de la libertad sobre el despotismo, un texto de consulta obligada en las escuelas de Derecho del exterior, pero aquí apenas se conoce". La obra es un alegato por la causa emancipadora y una demostración de que hay nombres que bien pueden recordarse a dos siglos de un proceso que abrió la senda de un destino común.
Pino Iturrieta, además, no deja pasar de soslayo la reflexión sobre el modelo republicano que se asumió después de la ruptura con España y que se ha mantenido hasta el presente con altas y bajas. Si bien el proyecto político de Chávez partió con la premisa de la refundación de la República para la consolidación del poder popular, el historiador observa amenazada esa forma de organización: "Cuando se habla de la creación de un parlamento comunal o se cuestiona la división de poderes, se manifiesta un proyecto de liquidación de toda la armazón republicana.La discusión actual no sólo es sobre democracia y libertad, sino sobre la República, lo cual es muy grave". En su análisis incluye el ataque a las regiones y éstas, recuerda el historiador, son anteriores a la nacionalidad que se fraguó con el tiempo. La discusión sobre el futuro republicano también se replantea en el bicentenario.
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