jueves, abril 29, 2010

Científico dice que Bolívar murió envenenado

Se pensaba que Bolívar murió a causa de tuberculosis.

Simón Bolívar no murió de tuberculosis, como se pensaba previamente. Todo parece indicar que falleció envenenado con arsénico, afirma un científico en Estados Unidos.

Bolívar, una de las figuras históricas más influyentes de América Latina, murió el 17 de diciembre de 1830 y entonces se estableció la causa de su muerte como tuberculosis, una enfermedad prevalente en esa época.

Pero el fallecimiento del héroe venezolano siempre estuvo rodeado de misterio y ha sido uno de los enigmas científicos más estudiados en la región.

El profesor Paul Auwaerter, director clínico de la División de Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos, decidió enfrentar el desafío de desvelar el misterio de la muerte del Libertador.

El científico -quien presentó las conclusiones de su investigación durante la Conferencia de Clinicopatología Histórica que se celebra en la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, en EE.UU.- afirma que la muerte de Bolívar fue causada por envenenamiento crónico por arsénico el cual condujo a una grave enfermedad respiratoria.

"La mayoría de los signos y síntomas apuntan a un envenenamiento crónico y lento, como el que resultaría de beber agua contaminada", expresa el investigador.

Varios síntomas

La mayoría de los signos y síntomas apuntan a un envenenamiento crónico y lento, como el que resultaría de beber agua contaminada

Paul Auwaerter, director clínico de la División de Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins

Los registros señalan que antes de morir Bolívar padeció una enfermedad muy larga con una amplia variedad de síntomas, incluidas crisis frecuentes de pérdida de conciencia, oscurecimiento de la piel, pérdida extrema de peso, tos, agotamiento y dolores de cabeza persistentes.

El profesor Auwaerter cree que el contacto de Bolívar con arsénico pudo haber sido "totalmente posible".

"Se sabe que Bolívar ingirió arsénico como un remedio para algunos de sus frecuentes males: dolores de cabeza recurrentes, debilitamiento, hemorroides y sus episodios crónicos de pérdida de conciencia", dice el investigador.

"En esa época el arsénico era un remedio médico común. De hecho, recientemente se descubrió que un líder contemporáneo de Bolívar, Jorge III (de Inglaterra), mostró niveles muy altos de arsénico en su tejido corporal", agrega.

"Parece que Bolívar se autorrecetó con éste".

El científico comenzó su investigación revisando los datos de la enfermedad que eventualmente condujo al fallecimiento del Libertador.

Tal como explica, las dos últimas semanas de su vida se le vio consumido y extenuado, tosiendo constantemente y produciendo grandes cantidades de esputo verde.

Al final, todo su cuerpo estaba derrumbándose. Y vivió durante bastante tiempo así. La idea de un envenenamiento gradual por arsénico es una buena explicación que vincula a todos estos síntomas

Prof. Paul Auwaerter

En la autopsia se encontraron indicios de un fluido verde en los pulmones y corazón y sus médicos concluyeron que el líder murió a causa de tuberculosis debido a los síntomas respiratorios de su última enfermedad.

Hay que recordar, dice el científico, que se está hablando de una época en la cual no existían los medios ni la capacidad de confirmar una muerte por tuberculosis.

"El fluido verde en los pulmones y el corazón es un signo muy sugerente de una infección bacteriana llamada bronquiectasia, que era muy común en ese tiempo", explica el profesor Auwaerter.

"Es muy poco probable que el fluido verde en la cavidad pericárdica represente tuberculosis".

El científico agrega que Bolívar pudo también haber tenido un tumor en los pulmones que le provocó una severa ronquera, con una voz tan baja que difícilmente podía escuchársele durante los últimos seis meses de su vida.

"El cáncer de pulmón pudo haber sido otra complicación del envenenamiento crónico", afirma el profesor Auwaerter.

¿Asesinato?

Se sabe que el revolucionario venezolano fue víctima de varios intentos de asesinato durante su carrera, así que el investigador estadounidense no puede descartar que su muerte haya sido provocada.

Simón Bolívar

Bolívar fue víctima de muchos intentos de asesinato a lo largo de su vida.

Pero tampoco descarta que pudo deberse a un lento envenenamiento resultante de beber agua contaminada.

"Bolívar pasó mucho tiempo en Perú", explica el científico.

"Y allí se han encontrado cuerpos momificados cuyos análisis revelan altos niveles de arsénico".

"Esto indica la posibilidad de que el agua en Perú pudo haber tenido niveles inusualmente altos del veneno, que se encuentra de forma natural en la tierra".

Por esta razón y la posibilidad de que consumiera arsénico para remediar sus males, Paul Auwaerter cree que se trató de un envenenamiento lento.

"Es poco probable que fuera un envenenamiento inmediato. Mis hallazgos son más consistentes con el envenenamiento crónico debido a sus síntomas, como oscurecimiento de la piel, dolores de cabeza, pérdida extrema de peso".

"Al final, todo su cuerpo estaba derrumbándose. Y vivió durante bastante tiempo así. La idea de un envenenamiento gradual por arsénico es una buena explicación que vincula a todos estos síntomas".

Pero el investigador agrega que es muy difícil llegar a una conclusión definitiva.

"Si algún día pudiera exhumarse el cuerpo habría muchas cosas que podrían analizarse. Y una prueba para detectar arsénico en el tejido y cabello de Bolívar podría resolver algunas de nuestras interrogantes", expresa.

martes, abril 27, 2010

Sobre los archivos de Miranda y Bolívar (dos caras de una misma noticia)

Les ofrecemos dos perspectivas de la misma noticia. La primera desde Prensa Latina (agencia cubana y por tanto pro chavista), y otra por Agence France-Presse (que nosotros sepamos no pertenece a la oposición venezolana). Nos parece curioso que el historiador Luis Pellicer llama "caudillos" a Miranda y a Bolívar. Juzguen ustedes.

Textos de Bolívar y Miranda serán preservados en archivo venezolano

martes, 27 de abril de 2010

27 de abril de 2010, 14:53Por Adalys Pilar MirelesCaracas, 27 abr(PL)
Más de 200 tomos con textos militares originales, proclamas, juicios y el epistolario personal de El Libertador Simón Bolívar conforman la documentación histórica del prócer que será atesorada desde junio venidero en el Archivo General de Venezuela. La institución que se encargará de salvaguardar, investigar y publicar ese legado, conservará además 63 volúmenes del general Francisco de Miranda, organizados y preservados por él durante décadas con el título de Colombeia, que significa papeles referentes a Colombia.
El historiador Luis Pellicer, director del Archivo General de la Nación, confirmó a Prensa Latina que la documentación de los caudillos de la gesta independentista continental será inventariada y estudiada por especialistas de ese centro tras su traslado desde la Academia Nacional de la Historia.Destacó que entre los legajos correspondientes a Bolívar, con letra de su escribano, aparecen ejemplares con correcciones realizadas por el eminente político y piezas de excepcional prominencia como el Discurso de Angostura, pronunciado en 1819.
El primer custodio de esos fondos fue el propio héroe, quien viajaba con su archivo, integrado por la correspondencia que recibía, borradores de las cartas que enviaba y otros documentos. Tras su muerte los edecanes continuaron la labor de recopilación desobedeciendo la voluntad del patriota. quien ordenó su destrucción.Mientras, la colección de Miranda incluye diarios de sus viajes por varios continentes, negociaciones en pos de la independencia de América meridional, expediciones, contactos.Ampliar la digitalización de esas obras resulta prioridad para ponerla al alcance de los venezolanos, expresó Pellicer.
Comentó que el traspaso de los pliegos, abrirá las puertas a nuevas investigaciones sobre la vida de los patriotas, protagonistas de un pasaje trascendental de la historia nacional y Latinoamericana.El archivo posee condiciones óptimas de temperatura y humedad para preservar los documentos, verdaderas reliquias patrimoniales, subrayó.mgt/ap
Los archivos del Libertador Simón Bolívar, declarados Memoria del Mundo por la UNESCO, pasarán bajo control del gobierno de Hugo Chávez dentro de dos meses, una decisión que generó inquietud entre historiadores venezolanos por la conservación de tan valiosos documentos.
Un reciente decreto de Chávez “transfiere la totalidad” de los archivos de Bolívar y del precursor de la Independencia venezolana, el general Francisco de Miranda, al Archivo General de la Nación, que depende del ministerio de Cultura.
Así, los 283 tomos de archivos de Bolívar y los 63 de Miranda cambiarán de custodio y de ubicación luego de permanecer desde 1999 al cuidado de la Academia Nacional de la Historia.
En la Academia, integrada por una veintena de historiadores entre los que hay críticos al gobierno de Chávez, reina ahora inquietud por la preservación de este valioso patrimonio.
“El decreto presidencial fue totalmente inconsulto. La Academia deplora un tratamiento tan antirrepublicano, tan intempestivo”, declaró el historiador Elías Pino Iturrieta, director de la Academia Nacional de Historia.
Pero el gobierno afirma que la difusión de los documentos de Bolívar ha sido “insuficiente” y que uno de sus primeros proyectos será digitalizarlos para darlos a conocer masivamente. La Academia sólo digitalizó los textos de Miranda.“Los documentos son de libre consulta, sólo están sometidos a las normas de seguridad. Puede revisar su contenido el que quiera”, se defiende Pino, recordando que la Academia ha publicado en papel gran parte de los archivos.
Actualmente,
el Archivo del Libertador está guardado en una bóveda en el corazón de Caracas. A 19 grados Celsius de temperatura y 60% de humedad, los tomos reposan en estantes de mármol y vidrio que permiten preservar las cartas, oficios, decretos y discursos escritos hace unos 200 años por el propio Libertador o sus secretarios.
“Yo me emociono cuando entro acá”, cuenta a la AFP Héctor Bencomo, general retirado que desde hace cuatro años es curador del archivo de Bolívar.
“Son papeles donde no sólo está la firma del Libertador, sino que su contenido es trascendente para la Historia”, añade pasando lentamente las frágiles hojas con sus manos protegidas por guantes de látex.
Una de las joyas del archivo es el original del Discurso de Angostura que Bolívar pronunció el 15 de febrero de 1819.
A pocas cuadras del Archivo del Libertador, en un arca en la Academia Nacional de Historia, están las memorias de Miranda, el general que combatió por la Independencia de Estados Unidos, de Venezuela y también en la Revolución Francesa y acabó muriendo en una prisión en España en 1816.
“Esos archivos que pertecen al Estado y al pueblo venezolano, importantísimos para la memoria del país, deben reposar en el Archivo General de la Nación (AGN) para que sean difundidos”, dijo a la AFP el director de esta institución, Luis Pellicer.
Pero ¿por qué el gobierno decide no trabajar junto a la Academia de Historia? “Hubiera sido lo ideal, pero depende de quién hubiese dirigido el proceso. Antes, el AGN no tenía las condiciones para cuidar los documentos, pero ahora sí”, explica a la AFP el historiador Pedro Calzadilla, miembro de la comisión oficial encargada del traspaso.
Según el decreto, estos archivos deben estar a cargo de instituciones “que verdaderamente desarrollen sus funciones con el objeto de rescatar la memoria histórica de las luchas de liberación del pueblo venezolano, las cuales han sido ocultadas por factores políticos contrarios al proceso revolucionario”.
El pensamiento de Bolívar es la “base ideológica” de la revolución bolivariana que impulsa Chávez, sentencia además el decreto.
Para Elías Pino, existe en esta decisión la “orientación de colocar los documentos y el pasado histórico al servicio de la revolución”.
“Yo sólo espero que a los archivos le den el mismo cuidado que le hemos dado nosotros acá”, comenta la historiadora Antonieta de Rogatis, investigadora de la Academia, mirando con preocupación los archivos del ‘Precursor’.
Vía Agence France-Presse

lunes, abril 26, 2010

Proyecto democrático futuro: Unidad de la oposición

Teodoro Petkoff
La Unidad, la candidatura que resume todas las demás, saltó a la arena.
El acuerdo unitario alcanzado en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) significa una verdadera hazaña. Los integrantes de la MUD han estado a la altura del desafío que está por delante y han demostrado un muy elevado sentido de responsabilidad, al culminar exitosamente un proceso que implicaba hacer frente ­y superar­, desde intereses legítimos hasta aquellos marcados por las inevitables miserias humanas. Sólo quien haya vivido, en un solo partido, lo que significan las extenuantes negociaciones, ese “ñemeo” interminable, que comienza y recomienza una y otra vez, cual trabajo de Sísifo, podría tener, apenas, una pálida idea de la torturante labor que significa fraguar un acuerdo unitario como el que hoy celebramos, con la participación de decenas de organizaciones.
¿Hubo decisiones que no complacieron a todos, e incluso injusticias? Obviamente. Pero habiendo tan pocas camas pa’ tanta gente, era imposible que todas las aspiraciones hubieran podido ser atendidas
¿Hubo decisiones que no complacieron a todos, e incluso injusticias? Obviamente. Pero habiendo tan pocas camas pa’ tanta gente, era imposible que todas las aspiraciones hubieran podido ser atendidas. Organizaciones políticas y personalidades, tenían que hacer concesiones y sacrificios ­y, de hecho, las hicieron, en nombre del objetivo común.
Un breve comentario merece el caso de Enrique Mendoza. Nadie discute su condición de dirigente popular ni la contribución que ha dado en estos años a la lucha común, pero desde noviembre pasado existía un reglamento para procesar la búsqueda de acuerdos, aprobado por todos los miembros de la MUD, incluyendo su partido, COPEI, que determinó que las candidaturas por listas corresponderían a los partidos y que serían atribuidas con base en los resultados de las elecciones regionales y locales de noviembre de 2008.
Buena o mala, esa fue la regla aprobada, a la cual se sometieron todos. No podía Mendoza, más allá, incluso, de los meritos ciertos que posee para encabezar la lista, pretender que se hiciera una excepción en su caso, para resolver por primarias la lista de Miranda. Es como si Miguel Cabrera exigiera, porque es un gran bateador, la excepción, sólo en su caso, de cuatro “estrais” para ser ponchado. Lo único que no podía hacer la MUD, en ningún caso, era romper la regla que ella misma se había dado, para complacer la extemporánea solicitud de excepción formulada por el ex gobernador mirandino.
En todo caso, hay que pasar esa página, y hoy debemos hacer un reconocimiento a todos los que han construido este gran momento unitario. ¡La oposición va unida a las elecciones parlamentarias de septiembre! ¡Esa es la gran noticia! Contra las frecuentes burlas de Chacumbele, quien juraba que no habría unidad, y contra los irresponsables francotiradores que se complacían en destacar siempre las dificultades y minimizar el esfuerzo, vivimos hoy la auspiciosa expectativa de una Asamblea Nacional donde la presencia de las fuerzas opositoras comportará un cambio cualitativo en la escena política nacional.

DIPLOMADO AVANZADO EN PROCESO HISTORICO VENEZOLANO EN LA UNIVERSIDAD METROPOLITANA


DIPLOMADO AVANZADO EN PROCESO HISTORICO

CALENDARIO

PRIMER TRIMESTRE

Abril
Viernes 30
Mayo
Viernes 7, 14, 21, 28
Junio
Viernes 4, 11, 18, 25
Julio
Viernes 2

SEGUNDO TRIMESTRE
POR DEFINIR

TERCER TRIMESTRE
POR DEFINIR

HORARIOS

DIAS VIERNES

2:00 PM - 3:30 PM
3:45 PM - 5:15 PM
5:30 PM - 7:00 PM

COSTOS

Preinscripción: Bs.F. 150,00
Inscripción: Bs.F. 2.250,00
Costo Total del Diplomado: 6.750,00


Proceso de pre-inscripción:

1. Depositar cantidad de Bs.F. 150,00 en el Banco Mercantil, cuenta corriente No. N° 0105-0077-09 1077235054 a nombre de Universidad Metropolitana, o pagar en caja Unimet en tarjeta de crédito, debito (horario de caja: de lunes a viernes de 8:30 am. a 6:00 pm.)
2. Entregar a la Asistente del Celaup copia de la planilla de pre-inscripción y copia del voucher o comprobante del punto, con el curriculum actualizado, fotocopia de la cédula, fotocopia del titulo universitario y foto tamaño carnet.


Proceso de inscripción:

Después de recibir el e-mail con su aceptación en el Diplomado Avanzado:

1. Depositar Bs. 2250 (Pago trimestral) en el Banco Mercantil, cuenta corriente No. N° 0105-0077-09 1077235054 a nombre de Universidad Metropolitana, o pagar en caja Unimet en tarjeta de crédito, debito (horario de caja: de lunes a viernes de 8:30 am. a 6:00 pm.)
2. Enviar copia del certificado de depósito bancario por correo electrónico al coordinador del Diplomado
3. Entregar el original del certificado de depósito bancario el primer día de clase.

Inversión total del Diplomado: Bs. 6.750
Pago por trimestre: Bs. 2250
Descuento del 10% por pago anticipado: Bs. 6.075

Información General:
(
celaup@unimet.edu.ve), Telf.: 0212-240. 38.10

Información Coordinación:

· Diplomado Proceso Histórico Venezolano
Edgardo Mondolfi Gudat (emondolfi@unimet.edu.ve / emondolfig@yahoo.es),
Telf.: 0212-240. 38.17 / 3810

domingo, abril 25, 2010

Jornada de Reflexión Bicentenaria en la Universidad Simón Bolívar

> *Jornada de Reflexión Bicentenaria*
> Conjunto de Auditorios, Universidad Simón Bolívar (Sartenejas)
> *Miércoles 28 de Abril*
> *La opinión pública y la formación de la conciencia histórica en
> Venezuela: Venezuela Positiva*
>
> *Hora* *Ponente* *Actividad*
>
> 9:00 Dr. Carlos Alarico Gómez El Patriota, La Gazeta y otros medios en
> el período 1810-1811
>
> 9:30 Mag. José Alberto Olivar La ruptura Gómez-Castro en 1908
>
> 10:00 Lic. .Mayé Primera El drama Escalante-Medina Angarita en 1945
>
> * *
>
> *Doscientos años de independencia de América Latina: IAEAL/CEE -- USB*
>
> *Moderación: *Profesora Josefina Flórez, USB
>
> 11:30 Dr. Klaus Jaffé Introducción
>
> 11:45 Sra María Luisa Chiappe Embajadora de Colombia
>
> 12:05 Sr. Vladimir de la Cruz de Lemus Embajador de Costa Rica
>
> 12:25 Sr. Carlos Pujalte Piñeiro Embajador de México
>
> 13:45 Sta. María Deize Camilo Consejera de la Embajada de Brasil
>
> 13:05 Dr. Germán Carrera Damas Resumen y Conclusiones
>
> * *
>
> *FORO VENEZUELA 2010: Energía y Desarrollo Económico y Sociedad:
> IAEAL/CEE -- USB*
>
> 14:30 Prof. José Manuel Aller Crisis Eléctrica Nacional: Causas,
> consecuencias y soluciones
>
> 14:35 Dr. Humberto Calderón Berti Sobre la Historia Energética Venezolana
>
> 15:05 Dr. Miguel Lara La Evolución del Sector Eléctrico en los últimos
> 50 años
> *Jueves 29 de Abril*
> *FORO VENEZUELA 2010: Energía y Desarrollo Económico y Sociedad:
> IAEAL/CEE -- USB*
>
> *Moderación. *Profesora María de la Fe López, USB
>
> 10:00 Diego González Propuesta para una Nueva Industria Petrolera Venezolana
>
> 10:30 Prof. Luis Xavier Grisanti Integración, Bicentenario y Asociación
> Euro-Latinoamericana
>
> 11:00 Prof. Alberto Quiros Corradi Hacia una nueva repartición del
> ingreso petrolero

> *Visiones Bicentenaria Alternativas: Gobierno de Miranda, CEE-USB*
>
> 14:00 Dr. Klaus Jaffe Introducción
>
> 14:30 Dr. Claudio Bifano La historia de la ciencia de la república
>
> 15:00 Prof. Leonardo Carvajal 200 años de educación republicana en Venezuela
>
> 15:30 Med. Gustavo Villasmil Salud pública en la historia republicana
>
> 16:00 Dr. Elias Pino Iturrieta 200 años de vida republicana

Palabras para la reconciliación en Venezuela

Presidente a "acercarse con amorosa sencillez a las personas concretas"
"Venezuela padece de una ineficaz, ineficiente y dolosa gestión"
Ficha personal
NACIÓ EN PREGONERO, ESTADO TÁCHIRA.DOS VECES PRESIDENTE DEL EPISCOPADO HOY ARZOBISPO EMÉRITO, ESTUVO EN LAS DIÓCESIS DE CORO, MARACAIBO Y LOS TEQUES.MILAGROS SOCORRO / FOTOGRAFIA: SANDRA BRACHO
" La Patria es hoy un país desgarrado que se desangra e involuciona", así resume monseñor Ovidio Pérez Morales la situación del país, en carta abierta, titulada "¡Presidente, vuelva al Cabildo!", que hará pública este lunes, a través de la dirección de Internet: www.perezdoc1810.blogspot. com.
El documento de cinco puntos tiene al presidente Hugo Chávez como interlocutor. Allí le dice: "Venezuela ya no es una. Por motivos ideológicopolíticos se la ha dividido. Por lo menos a la mitad se la califica de apátrida, decretándosela excluida del goce pleno de los derechos ciudadanos".
El segundo ítem establece: "A pesar de que en referéndum de 2007 se dijo NO a la propuesta de convertir a la República en un Estado socialista, se persiste desde el poder en la desobediencia manifiesta a ese mandato... La Constitución está siendo violada, no se oculta su utilización como simple función del proyecto `socialista’... Está en juego la legalidad del régimen". En el tercero, monseñor Pérez Morales aborda la inseguridad ciudadana y resume: "(...) el Gobierno siembra violencia cuando descalifica, injuria, amenaza y discrimina... No faltan quienes, ante la galopante inseguridad, se preguntan si ella no correspondería a una política de Estado, tendiente a que muerte y miedo conduzcan a una parálisis que facilitaría la sumisión de la ciudadanía".
En el punto 4, el arzobispo afirma: "Una ineficaz, ineficiente y dolosa gestión está llevando a la caída de la producción, del abastecimiento y del consumo, agravada por crisis inéditas y previsibles en los servicios eléctrico e hídrico, y configura un cuadro de carencias y dependencia". Y en el apartado 5, alude a un "líder máximo, inobjetable, inapelable, insustituible, omnipotente", al que recomienda "preocuparse por la propia nación, no cayendo en aquello de luz para la calle y oscuridad para la casa".
Ovidio Pérez Morales fue alumno de monseñor Rafael Arias Blanco, arzobispo de Caracas el 1° de mayo de 1957, cuando escribió una carta pastoral que al ser leída en las todas las iglesias del país elevó la moral de la disidencia y contribuyó a la caída de Pérez Jiménez casi un año después. "Siempre lo he tenido como modelo", dice Pérez Morales.­Su pronunciamiento es más duro que el de su maestro.­Sí, porque la situación, desgraciadamente, es más dura.Pero me atrevo a decir que en lo sustancial de esta declaración, formulada ante la circunstancia bicentenaria tan importante para el país, no voy más allá de lo que los obispos de este país han expresado en sus documentos de los últimos años e interpreto su posición frente a la actual circunstancia.­
Se diría que está a Dios rezando y con el mazo dando.­En el sentido de pedir a Dios que ayude al país, al tiempo que asumo el compromiso ineludible que en este momento nos toca por el bien de la nación.
­¿Qué supone para usted asumir un compromiso como el que implica su carta? ­
Primordialmente, hacer todo lo posible desde el punto de vista individual, grupal e institucional por rehacer la unidad del país. El principal problema de la Venezuela del bicentenario es la división del país. Estamos como en una jaula de fieras, arañándonos e hiriéndonos, cuando tendríamos grandes posibilidades de avanzar unidos mediante el reencuentro y las redes de colaboración.­
El Presidente asegura que no hay reconciliación posible.­
Esa posición abre la puerta a la desesperación de la ciudadanía, al descuartizamiento del país. Uno se pregunta si esa imposibilidad de encuentro fue lo que soñó Bolívar, cuya invocación en Santa Marta fue, precisamente, al cese de los enfrentamientos y la consolidación de la unión para bajar tranquilo al sepulcro.­
Usted mismo no elude la confrontación. Su documento expresa juicios muy duros con respecto al Gobierno y al Presidente.­
Me he visto en la obligación porque quiero a este país y un futuro feliz para él. La verdad es dura pero puede ser la condición de una sanación real. Yo recojo el sentir de mis hermanos obispos, quienes, durante la etapa democrática, hicieron un seguimiento de la situación y advirtieron sobre una serie de situaciones. Si se los hubiese escuchado, otra habría sido la suerte del país. Los obispos hablaron con sentido profético en momentos neurálgicos del país: ante el boom petrolero de los setenta, ante el malestar creciente de los ochenta y en las crisis planteadas en los noventa. Creo que se hace un gran aporte denunciando situaciones, proponiendo salidas positivas y, por supuesto, comprometiéndose en el servicio del país.­
Da la impresión de que después de este pronunciamiento suyo no hay vuelta atrás con el Gobierno. ¿Esa es la idea?
­La idea no es la ruptura. Yo, como obispo, asumo la posición del Episcopado de hacer lo posible y lo imposible por abrir espacios de diálogo.No solamente entre el Episcopado y el Gobierno, sino entre los diversos sectores de la nación. No podemos claudicar convenciéndonos de que la reconciliación es imposible. La reconciliación supone conversión, otro talante personal y colectivo: yo me reconcilio adoptando posiciones de tolerancia, apertura y respeto. Debo añadir que rezo todos los días por el Presidente y por el bien del país.Eso me ayuda a liberarme de sentimientos negativos y de animadversión.
­No será que la conversión que usted sugiere pasa por la renuncia del Presidente? ­
El documento es una invitación a una vuelta al Cabildo del señor Presidente, que traería la alegría del reencuentro y frutos muy positivos de progreso compartido, de vigencia de la justicia y el derecho, de solidaridad y de paz. Una vez pedí respetuosamente la renuncia de un presidente: al doctor Jaime Lusinchi, a quien le expuse que si quería divorciarse y casarse de nuevo, lo más conducente era que renunciara y lo hiciera al margen de la primera magistratura. Para responder su pregunta: no estoy pidiendo la renuncia del Presidente, exijo que sea de verdad mi presidente y el de todos los venezolanos. Asumir esa responsabilidad sería volver al Cabildo.­
Por menos que eso, está preso Oswaldo Álvarez Paz.
¿Está usted preparado para la cárcel? ­No. Yo no estoy preparado para la cárcel. Pero el señor Jesucristo nos enseñó que el asumir con conciencia y decisión un camino no excluía situaciones de persecución; y él mismo no murió en un lecho de rosas. Ojalá nadie fuera perseguido en este país...
Hablando de presos, conservo como algo muy significativo una carta que me escribió el comandante Chávez desde ­¿Qué edad tiene usted? ­En junio cumplo 78 años.­
Este paso al frente que usted ha dado, ¿tiene que ver con su edad? ­¿Ha adquirido más valentía? ­Un poco más de sabiduría.Y, definitivamente, más desprendimiento. Yo no tengo nada que buscar en el plano humano. Desde luego, eso no me lleva a conducirme con ligereza, sino, al contrario, a ofrecer un aporte que me siento obligado a dar, porque de eso se me pedirá cuentas en la última hora. No quiero ser reprobado por no haber cumplido con mi deber.
Yare, agradeciendo lo que había hecho junto con el Episcopado en defensa de los derechos humanos de él y de sus compañeros del golpe de Estado de 1992. En ese momento lo hicimos como un deber, así como ahora intervenimos como un deber.
­A esta edad, con gran experiencia acumulada, uno se vuelve más lúcido, sereno y sensible. Uno quiere que haya una Venezuela mucho mejor, más fraterna, más unida. Venezuela padece de una hemorragia que debe conmovernos a todos.
No podemos callar ante el sufrimiento de tantos venezolanos víctimas de la delincuencia, homicidios, secuestros y robos. Lo primero que tiene que ofrecer un gobierno es seguridad. Y no es el caso."Rezo todos los días por el Presidente y por el bien del país. Eso me ayuda a liberarme de sentimientos negativos".

sábado, abril 24, 2010

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) nos habla sobre la historiografía chavista

Artículos de opinión de los historiadores
Transcribimos el artículo del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábado en
El Universal. El subrayado es nuestro.
¿La historia se hace con documentos?
El análisis documental colinda con el disparate y penetra los pantanos de la falsificación
El mandón conoce la respuesta: hacen falta testimonios de primera mano, procedentes de la obra de los antepasados, que den cuenta de cómo sucedieron los hechos que la posteridad requiere para saber dónde está parada. La carencia de fuentes impide la reconstrucción adecuada de tales hechos sin los cuales las sociedades vivirían en un insostenible limbo. Nada nuevo se dice ahora sobre asunto tan socorrido, sobre un vínculo tan establecido por los especialistas en el campo de las Ciencias Sociales, pero el tema se trajina otra vez debido al empeño del régimen en establecer un dominio preferencial de los documentos históricos para colocarlos al servicio de sus propósitos de hegemonía.
Un detalle elocuente sobre ese empeño es de cercana data: la calificación del 19 de abril de 1810 como hazaña cívico-militar, divulgada por el mandón en la víspera de la celebración bicentenaria. Para el descubrimiento de la magnitud del disparate basta el hecho de recordar dos sucesos posteriores, a los cuales se adjudicó con fundamento la amalgama de los dos elementos: el 18 de octubre de 1945 y el 23 de enero de 1958. Nadie en sus cabales vería con ojos atónitos la relación de la ciudadanía con el cuartel que se patentiza en ambos eventos, la confluencia de intereses de los partidos políticos con logias de uniformados, pero sólo la falta de cordura puede encontrar un maridaje parecido en un Jueves Santo cuyos protagonistas portaban, en abrumadora mayoría, levitas y sotanas. Pero el mandón estableció el nexo valiéndose de un conjunto de evidencias, supuestamente extraídas de los archivos y suministradas por algún diligente historiador. Echaba mano de datos precisos, de episodios desconocidos y de nombres propios de soldados insurgentes, de tropas en situación de alerta, como para que no quedaran dudas de cómo estuvieron los aristócratas y los sacerdotes de la época acompañados de las "fuerzas armadas".
La estatura de la invención nos pone en guardia sobre la etapa que estrena la "revolución" en el manejo de los documentos históricos. La envergadura del anacronismo debe mover a general prevención porque puede ser el comienzo de una variante de las manipulaciones habituales, ahora supuestamente sustentadas por la "verdad" que mana de las fuentes primarias. El mandón se aleja de las citas trilladas de los discursos más conocidos de la Independencia, para divulgar "nuevos conocimientos" que han surgido de investigaciones que los estudiosos miopes y reaccionarios habíamos subestimado. Es lo que sugiere su flamante afán de decorar con charreteras los sucesos del 19 de abril partiendo de materiales aparentemente inéditos; y lo que puede augurar el control que ejercerá en adelante, auxiliado por los fieles con quienes cuenta en el templo de Clío, sobre los archivos de Miranda y Bolívar que custodió hasta hace poco la Academia de la Historia. Ahora los tiene al alcance de la mano para hacer con ellos lo que le venga en gana. Cartas que jamás consultó, arengas sobre las cuales no tenía noticia, confidencias que jamás pudo imaginar desde la perspectiva de sus anémicas lecturas, le abren el camino para la fundación, ahora sí, de una historiografía de tendencias diversas dependiente de su capricho.
La historia se hace con documentos, desde luego, pero no se hace de cualquier manera. La posibilidad de acercarse a sus contenidos no es monopolio de un esclarecido elenco de genios a quienes incumbe desentrañar los arcanos de la antigüedad en términos exclusivos, pero tampoco corresponde al dominio de los advenedizos. El tratamiento de las evidencias de otras épocas no sólo requiere entrenamiento profesional, razón por la cual se ha convertido en carrera universitaria, sino también exigencias de equilibrio sin las cuales la interpretación de sus contenidos es dominada por la arbitrariedad y puede desembocar en retos escandalosos contra la trayectoria de un pueblo. La trayectoria de un pueblo no depende de las agallas de los individuos que reinan en la posteridad, sino de cómo descubren los historiadores una evolución tal cual fue ella de acuerdo con las conminaciones de cada tiempo, sin anacronismos ni superposición de valores. El análisis documental colinda con el disparate y penetra los pantanos de la falsificación cuando se ocupan del asunto personas cuya credencial no es otra que la improvisación. Pero el problema se agiganta cuando el advenedizo, como es ahora el caso del mandón, lo utiliza para regodearse en el poder. eliaspinoitu@hotmao.com

viernes, abril 23, 2010

Bicentenario de la Independencia en Venezuela: Reflexiones (Historiador Elías Pino Iturrieta)

Elías Pino Iturrieta: “¿Somos o no somos republicanos?, ése es el dilema”
El carácter único de 1810 como fecha fundacional para América Latina y la ausencia de un llamado a la reflexión ciudadana en este Bicentenario son algunos de los tópicos tratados por el académico
Por Albinson Linares 19 de Abril, 2010
Una gran serenidad, el reposo activo de las voluntades férreas y la reverencia por el saber reinan en las estancias del Palacio de las Academias. El otrora Convento de San Francisco posee un microclima privilegiado aislado -por algún milagro arquitectónico- del tráfago y el desorden que imperan, sólo al cruzar la calle, en el Palacio Federal Legislativo. Adentro todo incita a la reflexión, al análisis sosegado mientras en la calle abundan pintadas y propagandas oficiales que rezan la consigna: “200 años después. Independencia y revolución”.
Desde su despacho como director de la Academia Nacional de la Historia a Elías Pino Iturrieta no le tiembla el pulso cuando explica que, a su juicio, las celebraciones oficiales del bicentenario del 19 de abril de 1810 han sido manipuladas. Con el verbo incisivo que le caracteriza habla sobre los aniversarios de “brocha gorda”: “Se quiere llevar la brasa hasta la sardina del bolivarianismo al uso. Han reemplazado los programas de obras públicas que generalmente hacen todos los gobiernos por la retórica. El presidente pretende vincular directamente la independencia con su revolución”.
Dueño de una sólida carrera académica que lo llevó a doctorarse en el Colegio de México y realizar largos periplos en pos del conocimiento por claustros tan distintos como los de Sevilla, Georgetown, Bonn y Jalisco los aportes de este investigador venezolano en el estudio de la historia de las mentalidades son notables, por decir lo menos.

Volúmenes como El divino Bolívar, País archipiélago: Venezuela 1830-1845, Las ideas de los primeros venezolanos y Nada sino un hombre, entre otros atestiguan la profunda curiosidad y una férrea vocación por el análisis del pasado que alimenta toda su obra.
Dos siglos se cumplen hoy desde que un puñado de blancos criollos se reuniese un jueves santo espantando el hastío de los ritos sacros y desconociendo el gobierno de Vicente Emparan, capitán general proclive a la causa napoleónica. Así los mantuanos le ofrecían el apoyo de la provincia venezolana al felón de Fernando VII y, de paso, abrían la puerta para un proceso irreversible con el que no contaban del todo: la emancipación.
“El resultado no fue trivial. Un grupo de venezolanos escribe el libreto de su actuación, examina y repite con escrúpulo las líneas retadoras, ensaya en privado, sube a las tablas y despeja el telón para que suceda lo inimaginable en los anales del coloniaje: una función cuyos autores y actores son criollos, en términos exclusivos y excluyentes”, escribió el historiador hace poco.
La lectura correcta de la crisis europea desatada por la invasión napoleónica, el desastre de las abdicaciones en Bayona y la cuidadosa apropiación del legado enciclopedista ya vislumbraban la originalidad del pensamiento venezolano. El mensaje de la ilustración gala podía ser un veneno para el orden establecido en la colonia. Franceses en sus lecturas pero muy ibéricos en su carácter político los primeros venezolanos, mantuanos en su mayoría, sabían que el luminoso legado francés también entrañaba la semilla de la guillotina, el terror de Robespierre, la abolición de la esclavitud, igualdad y subversión de los poderes.
Y esto hace sonreír al investigador quien acota emocionado: “Comienzan a tomar con pinzas lo que pudiera servirles a su proyecto político y esa escogencia cuidadosa indica una peculiaridad que es ajustar el mensaje universal de la revolución a los requerimientos de quien va a hacer la independencia en Venezuela”.
Sus acerados juicios no dejan de señalar los hitos de esta conmemoración. Son los casos de la institución bancaria formada con los restos de varios entes financieros intervenidos, una red de hipermercados expropiada por el gobierno y un dispositivo de seguridad que llevan el remoquete del Bicentenario. En volandas el gobierno nombró con la excusa del aniversario histórico a empresas nacidas del fracaso o proyectos incipientes. Este elemento es resaltado con gravedad por el académico: “Se ha asociado el nombre conmemorativo con instituciones que recuerdan fallas y problemas de uno u otro modo. Siento que hay una falta de obras porque no tienen muchas que mostrar”.
En contraposición y sin mayores aportes por parte del Estado la Academia Nacional de la Historia posee su propia agenda de foros y seminarios aparte de anunciar un riguroso plan de coediciones (universidades como la UCV, ULA, UCAB y LUZ están participando) llamado la colección Bicentenario. Se trata de un conjunto de 30 títulos con documentos sobre el proceso emancipador y una serie de archivos multimedia con artículos de prensa de la época.
Para estudiosos como Pino Iturrieta más allá de las consideraciones de si los sucesos del cabildo caraqueño fueron en genuino apoyo de la corona o parte de un plan independentista, algo salta a la vista. Es el carácter único e insoslayable de 1810 como un año determinante en el futuro de las naciones de América Latina. El germen, la pólvora económica y política que esperaba la chispa independentista estaba regada por lo que Venezuela, Ecuador, Argentina, México y Guatemala responden sucesivamente.
Era el zeitgeist que habría de determinar el destino histórico: “Cada uno de los movimientos llamados ‘juntistas’ no tiene conexión, es decir, llegan las noticias de la península pero cada quien actúa sin esperar al vecino. Es un fenómeno coetáneo pero desconectado, lo que quiere decir que hay suficiente madurez y poderío económico en las cabeceras de las colonias para entender lo que está pasando en Europa y aprovecharse de la situación”.
El eterno anhelo republicano
-¿Puede decirse, como enseñan en las escuelas, que fue en 1810 cuando se inició la fundación de la nacionalidad?
Es un año fundacional para nosotros. Y allí está la clave porque se cristalizan una cantidad de elementos que ya estaban fruto de la maduración colectiva. Se concluye una procesión que andaba por dentro originada por la economía floreciente y la madurez de las aristocracias criollas que son capaces de protagonizar una cosa que nunca antes habían hecho: la interpretación adecuada del panorama internacional.
-¿Es dable vincular esta conmemoración con la lucha militar que caracterizó a la gesta independentista?
Al 19 de abril no se le puede pedir fuerzas armadas ni charreteras porque eso era cuestión del futuro. El único aporte que hubo en ese momento fue civil porque la milicia no existía como establecimiento institucionalmente organizado en Venezuela. La dirección del proyecto dependía de quienes habían dirigido la sociedad en la colonia desde la base comarcal, es decir, los propietarios más antiguos y los sacerdotes. Este fue un proceso civil porque el pueblo llano era un espectador pasivo y desconfiado en ese momento. El ejército se fabricó sobre la marcha con las expediciones fracasadas del Marqués del Toro y luego con los movimientos fallidos de Miranda. De manera que ahora no le podemos pedir al 19 de abril una épica guerrera que no nos puede dar.
-Luego de la cohesión entre los sectores que promovieron los hechos del cabildo caraqueño hubo muchas disensiones y divisiones, ¿qué nos puede comentar al respecto?
Siempre vale comentar lo de la disidencia interna. El comienzo de la independencia y buena parte de su desarrollo no fue unánime. Un sector considerable de la sociedad venezolana prefería la monarquía y se jugó la vida por Fernando VII mientras que otra parte optó por el bando patriota. El Marqués del Toro dio muchas vueltas y lo mismo María Antonia Bolívar (la hermana mayor del Libertador) al igual que muchísimos mantuanos. Ellos preferían el orden antiguo a la sorpresa de no saber qué iba a pasar con su abolengo y las propiedades que poseían en las guerras.
-¿Era posible en 1810 vislumbrar la aparición en esa capitanía general de un líder sobresaliente como Simón Bolívar?
Nadie se lo esperaba en primer lugar porque no hay ninguna figura relevante que pueda verse como cabeza del proceso. Si buscas en el elenco pareciera que es una trama compartida en la cual no hay ningún líder. Fue la desaparición de ese grupo por la prisión, muerte o el exilio general lo que permitió la alternativa de un hombre de armas que se hiciera cargo de la situación y ése fue Bolívar. Con él se inició un fenómeno desconocido en el país: la existencia de un individuo capacitado para crear y dirigir tropas en tiempos de guerra que luego puede convertirse en artífice de un proyecto político o social. Eso no estaba en el programa, al igual que la guerra porque los mantuanos pensaban que luego del 05 de julio no habría muchos problemas sino convivencia pacífica y que en el futuro se iba a reconocer la independencia. Cálculo totalmente errado de unos novatos.
El fantasma del personalismo y el dudoso brillo de la reflexión
-¿Era ese naciente país territorio propicio para el surgimiento de posteriores fenómenos, tan arraigados en la cultura política venezolana, como el personalismo?
Era tierra propicia para cualquier sorpresa, entre ellas, la del personalismo. Se vivió un vacío de poder muy grande pero no tanto como el que vamos a conocer luego de 1830. Era la ausencia del derecho divino de los reyes porque no está el monarca y el rey no es un gobernante más sino que administra por disposición divina. Sin monarca, ni dios detrás de él, quedaba un precipicio muy oscuro del cual podía florecer cualquier fenómeno como el civilismo y el republicanismo. Pero también nació el personalismo en una época en que se produjo una ruptura institucional y no hubo tiempo para crear nuevas instituciones porque venía la guerra. Esto explica que los protagonistas de la guerra sean los llamados a cubrir las instituciones.
-¿Esperaba que este bicentenario fuese un momento de reflexión en el que todos los sectores de la sociedad aportaran visiones sobre el legado del 19 de abril?
Debería serlo porque el bicentenario tiene como eje central el proyecto republicano. A su manera se fabrica un proyecto político a partir de 1810 y hemos resuelto en el papel de las regulaciones vivir en república y ser ciudadanos. Doscientos años después hay que plantearse la pregunta fundamental ¿Somos o no somos republicanos? Ése es el dilema. Otro sería ¿Nuestro republicanismo se compadece con los principios que hemos aceptado como un credo indiscutible desde 1810 y 1811 hasta la actualidad?
-En otros países como Colombia este fenómeno tuvo un carácter local que actualmente se discute y analiza, ¿faltan discusiones de este tenor entre los investigadores venezolanos?
Allá en 1810 estaban levantadas ciudades como Santa Marta, Cartagena, Tunja y Bogotá pero cada localidad entendió la independencia desde su estatura y sus intereses. Eso se está discutiendo actualmente. En Venezuela ocurrió algo similar pero sólo siete provincias aceptan el liderazgo de Caracas. Lo que convendría analizar y reflexionar, desde nuestra perspectiva y sin maldiciones ni críticas, es por qué Maracaibo, Coro y Guayana que son ciudades muy importantes prefirieron ser realistas y mantenerse fieles a la monarquía.
-¿Ayudaría esta discusión al estudio de las identidades regionales y el posterior desarrollo de esos estados?
Esas son reflexiones que nos convienen. La región es anterior a la nación, la nación es anterior a la república y cada región venezolana tenía un interés y una clara idea de su destino. La república en lugar de ser el cuero seco aplanado que quería Guzmán Blanco era un mosaico. Un buen material para la reflexión consistiría en entender por qué las regiones tomaron esa decisión política y cómo cada región ha evolucionado en función de la república hasta la actualidad. Es un tema espinoso para un gobierno como el actual que tiene una vocación centralista evidente esto de plantearse el problema de regiones y república o de región y nación porque le podría traer muchos problemas.
-¿Puede el estudio de estos hechos aportar nuevas visiones y claves de interpretación para la actual coyuntura histórica?
Constantemente me pregunto si nosotros somos consecuentes con la evolución histórica y los sacrificios que hizo la sociedad republicana, ¿Somos republicanos como quisieron los padres fundadores? Esos deberían ser los elementos de reflexión a estas alturas de la historia. Todo análisis del pasado sirve para entender lo que pasa actualmente, sobre todo, si es hecho a partir del pueblo soberano. Se supone que el soberano es el protagonista del proceso, por lo menos teóricamente, desde 1811 por eso ese pueblo debe ver si ha sido el protagonista o si ha sido manipulado. La sociedad tiene que analizar si necesita imponerse para buscar la orientación que le corresponde partiendo, por supuesto, de una reflexión.
Tareas pendientes
Pese a la calma que se enseñorea en los amplios corredores del Palacio de las Academias, historiadores como Elías Pino son conscientes de los retos que deben afrontar, que los llaman a salir de la quietud del claustro protector. La eterna paradoja del sabio encerrado en su torre de marfil es advertida como un enorme peligro por el investigador quien finaliza sin miramientos: “Debemos plantearnos una mayor presencia pública en los foros y en las discusiones que existen en las universidades. El claustro aún no se ha desembarazado de la talanquera que le impide salir del palacio. Los lugares adecuados para la diatriba son las universidades donde hay una representación de las nuevas generaciones con quienes el diálogo podría ser muy fructífero”.

jueves, abril 22, 2010

Bicentenario de la Independencia en Venezuela: Reflexiones (Historiador Simón Alberto Consalvi)

Simón Alberto Consalvi: “Napoleón fue el autor intelectual de la independencia de las colonias”
Una amplia visión de los acontecimientos europeos que desencadenarían a los movimientos “juntistas” y la remoción de los archivos de Miranda y Bolívar de la Academia son algunos de los tópicos comentados por el historiador
Por Albinson Linares 19 de Abril, 2010
Un cuidadoso espectador de los acontecimientos internacionales, lúdico comentarista de los desatinos globales y un experto en los asuntos divinos y profanos del poder internacional sólo son algunas aristas de los vastos intereses a los que Simón Alberto Consalvi dedica el ingenio de su pluma. Periodista, historiador y diplomático este merideño disfruta auscultando los recovecos del discurso histórico que lo han llevado a producir más de treinta volúmenes entre los que destacan La Paz Nuclear (1988), Pedro Manuel Arcaya y la crisis de los años 30 (1991), Auge y caída de Rómulo Gallegos (1991), Historia de las relaciones exteriores de Venezuela, 1810-2000 (2001), entre muchos otros.
Respecto a la celebración del 19 de abril de 1810 que hoy cumple 200 años, el historiador cede lugar al ácido periodista que vive dentro de Consalvi para desmenuzar un aspecto de los actos conmemorativos planificados por el gobierno. Se trata de la escogencia de la presidenta argentina Cristina Kirchner como la oradora de orden en la Asamblea Nacional.
Visiblemente alarmado el excanciller, exclama: “Haciendo caso omiso de quien es la Kirchner y sus reducidas capacidades intelectuales no hay derecho de que apelemos a una forastera. Resulta que es el único acto que el gobierno ha anunciado como la gran celebración del 19 de abril. Creo que el gran discurso con motivo de estos 200 años fue el que pronunció Inés Quintero la semana pasada”.

Encabezando el comité de publicaciones de la Academia Nacional de la Historia este investigador es responsable de la colección Bicentenario ambicioso proyecto de coediciones que es posible gracias a los convenios con diversos centros universitarios del país. Además esta corporación va a editar las obras completas del diplomático e historiador Caracciolo Parra Pérez luego de llegar a un acuerdo con sus herederos.
Los hechos acaecidos en el cabildo de Caracas ese jueves santo de 1810 fueron la respuesta a una profunda crisis europea, como ya es sabido. Analizar esta complejidad une dos pasiones que atizan el espíritu de Consalvi: la historia y el análisis de las relaciones internacionales.
“Es un problema más complejo de lo que se pretende. Hay que recordar lo que ocurría en el mundo en ese momento, los hechos que determinaron todo el proceso de la independencia latinoamericana. Sin la Revolución Francesa y el fenómeno napoleónico que desestabilizó a toda Europa no puede explicarse la gesta independentista”, acota el historiador.
El avance indetenible del ejército francés durante ese 1810, los cambios geopolíticos, las abdicaciones de la monarquía española y el proceso expansivo del modelo galo fueron determinantes según el investigador: “Desde la misma revolución francesa España comenzó a temblar. Eso explica la apatía inicial cuando llegó Napoleón y se apoderó de la península poniendo como rey a su hermano José. Luego vino la gran resistencia española del 02 de mayo pero el germen independentista ya se respiraba en América”.
-Como lo demuestra la primera incursión mirandina en 1806 y la conjura de 1808 ya existían inquietudes emancipadoras entre los mantuanos ¿Cuál cree que fue el hecho detonante?
Eso no se puede analizar como pretenden algunos con los cartabones ideológicos o los esquemas de las interpretaciones marxistas porque eso no cabe ahí, son tonterías. Los mantuanos no se resignan a ser conquistados por Napoleón puesto que ya tenían ciertos ímpetus autonomistas, buscaban otros derechos políticos y poseían un buen estatus económico. La época de la independencia y los primeros años del siglo XIX fueron de bonanza así que la abdicación de Fernando VII fue la excusa perfecta para que se iniciaran los movimientos emancipadores.
-¿Cuán preponderante fue 1810 como año fundacional de la república?
Fue importante pero no nos llamemos a engaño. Pensemos en lo que pasó en España en 1808 cuando es invadida y le plantearon a los latinoamericanos la disyuntiva de querer ser franceses o españoles. Ellos querían ser españoles pero la torpeza legendaria de la monarquía impidió que las colonias siguieran perteneciéndole a la corona. Podría decirse que Napoleón fue el autor intelectual de la independencia de las colonias porque la mayoría de los movimientos “juntistas” se debieron a su invasión de la península ibérica.
-¿Cree como otros historiadores que buena parte de los conflictos que determinaron el decurso de la historia política venezolana ya se encontraban presentes en ese movimiento?
Creo que no porque fenómenos como el caudillismo, que aún nos persigue, están vinculados con las guerras de independencia, con lo que Laureano Vallenilla Lanz llamó “Guerra Civil”. Y eso no tuvo fin porque las guerras civiles que se produjeron a partir de las primeras batallas por la independencia no se acabaron hasta la dictadura de Gómez. Cuando uno habla de la Guerra Federal se queda corto porque el gobierno de Falcón, por ejemplo, fue asediado por guerrillas, rebeliones y desórdenes de grupos armados. Esa violencia se mantuvo permanentemente durante todo el siglo XIX.
-¿A qué se refiere cuando afirma en algunas declaraciones que “la corona española era más socialista que cualquiera”?
La corona era totalmente socialista porque era propietaria de todo. Aquí se le rendían los más mínimos impuestos al rey y eso creó una economía pobre. Era una incitación para que los grupos armados se disputaran los restos que quedaban. La guerra se convirtió en un modus vivendi y arrastramos esa crisis hasta inicios del siglo XX cuando llegó el petróleo y aparecieron otros problemas junto a la dictadura gomecista.
El drama de los archivos históricos
-Como parte de la Academia Nacional de la Historia ¿Qué opina acerca de la orden presidencial de entregar los acervos documentales de Francisco de Miranda y Simón Bolívar al Archivo General de la Nación?
Tenemos que reconocer que la decisión tomada por el Presidente es un golpe, no para la academia, sino para el país porque archivos como ésos no tienen comparación con ningún otro acervo de papeles. Esta corporación histórica tiene la autoridad para decir que, por ejemplo, en cuanto al archivo de Miranda fue rescatado en Inglaterra por el académico Caracciolo Parra Pérez con la ayuda de Alberto Adriani a comienzos de los años 30. Desde entonces se nos encomendó su custodia cosa que se ha hecho con todos los requisitos para la preservación de documentos exigidos por los expertos de la Unesco.
-¿Qué ocurrirá con las instalaciones del archivo del Libertador?, ¿Piensan pronunciarse al respecto?
Nos reuniremos el 20 de abril para decidir el contenido de un pronunciamiento sobre el tema. El archivo del Libertador estuvo muchos años en la Sociedad Bolivariana y cuando se le confió su custodia a la Academia nos esmeramos en construir un lugar especial para estos papeles y su conservación. De hecho eso no se hizo con la contribución del Estado venezolano sino del Banco Venezolano de Crédito que asumió una inversión importante. Ese departamento siempre ha tenido un director especial que desde hace 3 años es el general Héctor Bencomo Barrios. Lo que no entiendo es cómo estos dos acervos van a entrar en el Archivo General de la Nación donde no hay especialistas para esos documentos. Es una decisión increíblemente irreflexiva por parte del gobierno y creo que los sectores académicos, universitarios e intelectuales no deberían permanecer callados ante esto.

miércoles, abril 21, 2010

Bicentenario de la Independencia en Venezuela: Reflexiones (Historiador Tomás Straka)

Tomás Straka y el eterno anhelo de la república perdida
El investigador habla de las imprevistas consecuencias que tuvieron las acciones de los “padres fundadores” y la herencia negra del 19 de abril
Por Albinson Linares 18 de Abril, 2010
Pocas herencias pueden aportar tanto a la vocación intelectual como el crisol familiar del que viene Tomás Straka. El armonioso maridaje entre el rigor disciplinado germano y la calidez del carácter criollo – esa sabiduría mestiza que enriquece cada una de sus investigaciones- le han ganado un espacio propio en la áspera escena de la historiografía venezolana.
No en vano son volúmenes como La voz de los vencidos, ideas del partido realista de Caracas (1810-1821), La alas de Ícaro, indagación sobre ética y ciudadanía en Venezuela (1800-1830) y La épica del desencanto, entre muchos otros en los que este venezolano escudriña con paciencia los entresijos del caótico pasado común.
En palabras de Straka sólo en dos oportunidades los venezolanos hemos reaccionado colectivamente como un sólido ente monolítico: contra Francia el 19 de abril de 1810 y en clara oposición al proyecto grancolombiano a partir de 1826. En ambas ocasiones las acciones emprendidas fueron la respuesta patriótica a fenómenos supranacionales que amenazaban el proceso de independencia tan caro para el incipiente carácter venezolano.

Desde entonces dos grandes corrientes han vertido ríos de tinta sobre aquellos sucesos. Están los que piensan que fue el último acto de fidelidad a la inveterada debilidad del monarca Fernando VII y aquellos que ven en la repulsa de los caraqueños al gobierno de Vicente Emparan una astuta maniobra para comenzar el proceso de independencia.
Aunque, según apunta Straka, en los años subsiguientes a los sucesos del cabildo caraqueño muchos de los protagonistas y testigos no vacilaron en afirmar que ese día “comenzó la revolución” no existen indicios para afirmar que los caraqueños no estuviesen realmente indignados por la invasión napoleónica como se evidenció en el repudio a los emisarios de José Bonaparte y la defensa, cuatro años antes, de la incursión del traidor Miranda. Todo esto sin olvidar la conjura previa de 1808.
Existen otros factores que, sin duda, influyeron en estos sucesos. Francia no sólo significaba para los blancos criollos el luminoso movimiento, encabezado por Diderot y D’Alembert, que pretendía divulgar todo el conocimiento de su época para “el desarrollo social y económico de los seres humanos”. Francia significaba revolución, disolución social, cambios profundos en el orden establecido, amenazas al catolicismo y agitación de las esclavitudes.
“Ante peligros de semejante proporción, lo responsable era organizar una junta –institución hispánica para enfrentar calamidades– y asumir el desafío de mantener las cosas por su carril. Eso, seguramente, es lo que concluyeron la mayor parte de los que le respondieron que “no” a la pregunta que hizo Emparan desde el balcón”, escribió Straka recientemente.
Hoy se conmemoran los 200 años de los sucesos acaecidos el jueves santo de 1810. Ese 19 de abril ha sido exaltado como fecha preponderante en el posterior desarrollo de la gesta independentista y el proceso republicano. Conviene preguntarse en este bicentenario qué celebramos exactamente y ahondar en cuál es el legado de ese antiguo movimiento mantuano en el país contemporáneo.
Entre republicanos te veas
-¿Sigue siendo el republicanismo venezolano una utopía?, ¿Un proyecto que pocas veces toca la realidad social y política?
-Nuestro republicanismo aún tiene mucho de anhelo y de proyecto en construcción; de modo que el saldo es ambivalente. Por un lado, las veces en las que la anti-república -expresada en la arbitrariedad por encima de la regularidad y la legalidad; en el personalismo por encima de la institucionalidad; en el autoritarismo por encima de las decisiones consensuadas; en la actitud de vasallaje, de obediencia a un “jefe”, por encima de las conductas ciudadanas- ha imperado en Venezuela, todo indica que el saldo de nuestro republicanismo está en rojo.
Pero por otro lado -y eso ya lo subrayaban Gil Fortoul hace cien años y Mijares hace setenta- a pesar de todo esto el hecho de que los valores no hayan sido abandonados, que sigamos insistiendo en ciertos ideales, que siempre haya habido un núcleo cívico y ciudadano, y que incluso ese núcleo sobreviva en la coyuntura actual, demuestra que los valores republicanos han permeado mucho más de lo que el pesimismo -¡Y hay tantas razones para tenerlo!- nos pueda indicar.
-A 200 años de ese jueves santo ¿Puede definirse concretamente cuál es el legado histórico del 19 de abril?
-Fue el inicio de un camino que nos condujo -o que esperamos que finalmente nos conduzca- hacia una sociedad democrática, libre, ciudadana e inclusiva. Eso no fue, obviamente, lo que los cabildantes de Caracas tenían exactamente en sus cabezas cuando destituyeron a un gobernador al que sospechaban pro-francés en la coyuntura del momento (recuérdese que inicialmente fue una reacción contra la invasión napoleónica); pero eso fue lo que desataron, de una manera o de otra, dejando un legado que aún tiene mucho por decir.
-¿La ciudadanía ha sido consecuente con los ideales planteados por los padres fundadores?
-Depende, porque no se trató de un grupo homogéneo… ¿De qué legado?, ¿Del doxo liberalismo de un Sanz o un Roscio?, ¿Del republicanismo crecientemente conservador de un Bolívar, a partir de 1819?, ¿Del sueño de una republica católica de Ramón Ignacio Méndez?, ¿Del utopismo de un Simón Rodríguez?, ¿Del sosegado republicanismo de un Bello o un Sucre? Además, ¿a título de qué compromiso deberíamos ser consecuentes con las ideas y las angustias de unos señores que se murieron hace ciento y tantos años? En rigor, estos ideales adquieren cuerpo hacia 1830, cuando se rehace la república tras la secesión de Colombia.
Entonces, los auténticos “padres fundadores” de algo con continuidad hasta hoy marcan un proyecto que, con sus variantes, seguimos. Con ellos sí somos más o menos consecuentes…¿Cuál era ese proyecto? El de una república liberal y capitalista. Ya el tiempo dirá si seguiremos en esa consecuencia, o no.
La improvisación como legado
-¿Estaba servido el terreno en 1810 para el surgimiento de fenómenos posteriores como el personalismo y el caudillismo?
-No. El personalismo y el caudillismo son producto del desmoronamiento institucional y de la quiebra de la élite urbana que vinieron con la guerra. Su partida de nacimiento está en Domingo Monteverde cuando, a la cabeza de una gran reacción antirrepublicana, toma Caracas a mediados de 1812. Olvidándose de la legalidad, del armisticio, y de sus autoridades españoles, asume directamente el poder y hace lo que le viene en gana. Después, dando una pésima lección, Cádiz lo ratifica. Con él nace un proceder que, lamentablemente, se impuso para la posteridad.
-¿Fue la guerra el único factor determinante en el surgimiento de los hombres de armas como los grandes líderes de ese período histórico?
-No fue el único. Nunca hay un único factor. Pero fue determinante. Lo acompañó, por supuesto, el quiebre de la élite civil después de las cárceles, ejecuciones políticas o francas matanzas y los exilios a partir de 1812. Quedaron en el país, básicamente, los hombres de armas y ellos terminaron siendo “la patria”. Y por dos siglos han seguido creyéndoselo (con el aplauso de muchos civiles).
-¿Cómo afectó al proceso de independencia el vacío de poder vivido luego del 19 de abril y el 05 de julio esa ausencia del poder divino de la corona?
-Fue un reto ideológico y jurídico fundamental. ¿Quién estaba en condiciones de ocupar el lugar del Rey por la Gracia de Dios?, ¿Cómo hacer que la república simbólicamente lo lograra? El esfuerzo de los sacerdotes patriotas por presentar a Bolívar como nuestro “Simón Macabeo”, incluso de tejer un patronato en torno suyo, estuvo en esa dirección. Lo mismo puede decirse de las reflexiones de Roscio. Sin embargo, tal vez, nunca pudo ocuparse del todo. Ahora bien, el punto es que, supuestamente, las repúblicas no deberían necesitar algo así.
-La desconexión entre las instituciones legadas por la Corona y el surgimiento, sobre la marcha, de un Ejército Libertador son factores que explican cierta debilidad institucional que se percibe en la historia venezolana ¿Esa improvisación frenética, hija de la coyuntura guerrera, es una herencia negra de ese proceso inicial?
-Por supuesto. La desinstitucionalización del Antiguo Régimen, no pudo ser sustituida por otra institucionalidad por mucho tiempo. La ciudadanía, digamos, “moral”, no estaba extendida. La mayoría no sabía bien de qué se trataba el asunto, ni hizo suyas las leyes. Las reflexiones y angustias de un Bolívar se sintetizan en ese reto. De algún modo -y tal es el problema- sigue siendo el nuestro, cuando lo que llama Carrera Damas la “conciencia monárquica” continúa siendo un problema en el éxito de nuestra democracia.

martes, abril 20, 2010

Bicentenario de la Independencia en Venezuela: Publicaciones

EL NACIONAL - Martes 20 de Abril de 2010

Cultura/3

LITERATURA

La interpretación del bicentenario está en sellos independientes

Una oferta editorial desentraña los 200 años de soberanía nacional

Los libros impresos por el Estado no exponen la actual pluralidad de visiones sobre el hecho histórico

19 DE ABRIL DE 1810

MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

La conmemoración del bicentenario estimula la reflexión sobre el contenido de los más recientes ensayos acerca del significado de la emancipación en Venezuela.

La pauta la marcó Inés Quintero, secretaria de la Academia Nacional de la Historia, cuando fungió de oradora de orden en el acto conmemorativo del 19 de Abril de 1810 el jueves pasado. En su discurso, la también autora de El ocaso de una estirpe hizo un análisis del desarrollo de la historiografía sobre el hecho: "Lo que expresan los numerosos estudios que se han hecho en estas últimas décadas es precisamente la riqueza y variedad de situaciones y posibilidades políticas que desencadenó la crisis de la monarquía, lo cual no se reduce exclusivamente al más visible y trajinado de ellos: el desenlace final de la Independencia".

Ante la profusión de lecturas a la que alude Quintero, destaca lo poco que las editoriales estatales han publicado al respecto, aun cuando desde el Ejecutivo se ha promovido una robusta celebración del bicentenario. El más reciente título conmemorativo producido por un ente gubernamental, paradójicamente, no pertenece a una de estas instituciones, sino a Pdvsa Refinación Oriente: Oriente venezolano. Pasión y gloria bicentenaria. Otro ensayo fue presentado en China: la Embajada de Venezuela en Pekín bautizó ayer El 19 de Abril de 1810, de Carmen Bohórquez, viceministra de Cultura y Desarrollo Humano.

Ninguna de estas iniciativas aisladas parece tener la finalidad de promover varias visiones sobre lo acontecido, un trabajo que ha quedado en manos de las editoriales independientes. En este sentido, a la Academia Nacional de la Historia le ha correspondido ir a la vanguardia de lo que se ha constituido en un sistemático esfuerzo: ofrecer un temario diverso de lo que ocurrió hace 200 años a través de su Colección Bicentenario.

Aunque durante todo el año se presentarán libros de esta colección, varios títulos ya están al alcance de los lectores.

Entre ellos los editados con el auspicio de la Fundación Polar y varias universidades, como Gual y España, la independencia frustrada, de Juan Carlos Rey, Rogelio Pérez Perdomo, Ramón Aizpurua Aguirre y Adriana Hernández, y Diario de una rebelión (Venezuela, Hispanoamérica y España). 19 de Abril de 1810 - 5 de Julio de 1811, escrito por Gustavo Adolfo Vaamonde. Otros títulos pertenecen a Inés Quintero: La conjura de los mantuanos y El último marqués.

Apuestas independientes. Las editoriales privadas, aunque no se han propuesto colecciones específicamente diseñadas para conmemorar el bicentenario, también ofrecen publicaciones con novedosas lecturas de aquellos hechos. Alfa Grupo Editorial, por ejemplo, publica la Biblioteca Elías Pino Iturrieta y la Biblioteca Manuel Caballero, en las cuales pueden encontrarse diversas visiones sobre lo acaecido durante el proceso de emancipación. Como parte de la colección dedicada a la obra de Ana Teresa Torres, se imprimió el año pasado La herencia de la tribu: del mito de la Independencia a la revolución bolivariana; y en la de Rafael Arráiz Lucca pueden hallarse dos libros que dan nuevas luces al proceso cultural de esta historia: Colonia y república: ensayos de aproximación y Venezuela 1830 a nuestros días.

Un caso semejante es el de la Biblioteca Biográfica de Venezuela, de Los Libros de El Nacional, que entre las más de una centena de semblanzas que ha publicado cuenta con la de los protagonistas de la Primera República: Francisco de Miranda y Simón bolívar, entre otros.

De resto, abundan libros con otras visiones interesantes, desde el papel de las mujeres en aquellos años ­como el ensayo de María Eugenia Díaz Escritoras venezolanas del siglo XIX­, hasta interpretaciones desde la ficción de los hechos acaecidos entonces, como la vida de Miranda novelada por el español Fermín Goñi. Hay, como quien dice, un libro de historia para cada quien.

Bicentenario de la Independencia en Venezuela: Reflexiones (Inés Quintero: discurso de orden en la ANH)

Discurso pronunciado ante la Academia Nacional de la Historia (15 de abril de 2010).
El 5 de mayo de 1909, la Academia Nacional de la Historia aprobó por unanimidad un acuerdo que daba respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cuál debe reputarse el día inicial de la independencia de Venezuela?
El debate resultó sencillo. La comisión nombrada para tal fin presentó ese día un informe el cual fue admitido en todas sus partes por la corporación. El documento estableció que la revolución verificada en Caracas el 19 de abril de 1810 constituía el movimiento inicial, definitivo y trascendental de la emancipación de Venezuela.
Cincuenta y un años más tarde, el doctor Cristóbal Mendoza, director de la Academia, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Sesquicentenario de la Independencia y orador de orden en la sesión solemne celebrada para conmemorar los 150 años del 19 de abril de 1810, ratificó el contenido del acuerdo de 1909. Concluyó su discurso con la siguiente afirmación: “El 19 de abril fue el día de la revelación de la conciencia nacional, el de la cristalización definitiva del sentimiento de Patria, el del triunfo de la ideología revolucionaria. Desde entonces quedó fijado en los cielos de América, como un sol, el nombre de Venezuela, alumbrando con el fuego de su ejemplo, los nuevos caminos del Continente”.
Esta valoración acerca del 19 de abril de 1810 como el día inicial de la independencia no se estableció solamente en Venezuela para fijar el significado del movimiento que dio lugar al establecimiento de la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, otras proclamas, actas y movimientos juntistas ocurridos antes y después de los sucesos de abril en otras partes del territorio americano fueron interpretados de manera similar.
La constitución de las Juntas de Chuquisaca, La Paz y Quito, en 1809, y las de Santa Fe de Bogotá, Buenos Aires y Chile, así como la proclama de Miguel Hidalgo en la Nueva España, todas de 1810, fueron sancionadas como el inicio de la independencia en Bolivia, Argentina, México y Chile y como el día propiamente de la independencia en Ecuador y Colombia. Todas ellas, al igual que ocurrió en Caracas, declararon su lealtad a Fernando VII y fueron punto de partida para la erección de un nuevo gobierno.
Los distintos procesos discursivos que dieron lugar a esta identificación entre los movimientos declarativamente leales a Fernando VII y la determinación independentista que los animó se produjo tempranamente. En sus inicios formó parte de los diversos documentos de contenido histórico elaborados por los mismos protagonistas de los sucesos con la finalidad de justificar la ruptura. Se condenaron los trescientos años de despotismo y se postuló el advenimiento de una nueva era. La independencia se postuló entonces como la epifanía de la historia americana.
Durante el siglo XIX y en las primeras décadas del XX hubo un esfuerzo sostenido por construir un consenso historiográfico sobre la gesta que dio lugar al surgimiento de las nuevas naciones. En cada uno de nuestros países se elaboró un discurso relativamente uniforme sobre la hazaña independentista cuyo sentido y motivación esencial era servir de soporte y fundamento en el proceso de construcción de la nacionalidad y de esa manera contribuir a cohesionar las tendencias disgregadores, a unificar las distintas realidades e intereses regionales y a disipar las tensiones sociales que se mantuvieron luego de la disolución del orden antiguo.
Concluida la guerra y ante el enorme esfuerzo que constituía edificar los nuevos estados nacionales sobre los escombros dejados por el enfrentamiento bélico, las historias patrias se convirtieron en puntal necesario para la construcción de un proyecto común, el cual exigía el concurso de todos, sin importar la condición social, la procedencia étnica, la orientación política o la región en donde se encontraban.
Los recursos mediante los cuales se construyó esta conciencia histórica nacional de contenido y vocación expresamente nacionalista fueron numerosos. La historia escrita fue uno de ellos, pero no el único. Las conmemoraciones patrias, las fiestas cívicas, la enseñanza de la historia, el homenaje a los héroes, la creación literaria, la iconografía sobre la gesta heroica, los monumentos, los museos históricos, entre muchos otros, contribuyeron a nutrir los contenidos de la memoria, la construcción de un mito genésico de la nación, a fin de consolidar los nexos mediante los cuales venezolanos, ecuatorianos, colombianos, bolivianos, chilenos, mexicanos, argentinos, empezaron a reconocerse en un pasado común, a compartir los mismos héroes, las mismas efemérides y una misma epifanía de la historia: la independencia.
Es en este contexto que cobra especial relevancia el establecimiento de un hito iniciativo, de una fecha que fije el comienzo de la gesta heroica y que de lugar al consenso sobre su significación y alcances como referente inequívoco del surgimiento de la nación.
Distintos y reveladores estudios hechos por historiadores en Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, y México, dan cuenta del interesante, complejo y muchas veces polémico proceso mediante el cual, finalmente, se integraron y articularon en una misma dirección los discursos historiográficos provenientes de las historias patrias con los dispositivos conmemorativos que contribuyeron a fijar el momento culminante y definitivo de la efeméride fundacional, pieza clave en la construcción y consolidación de la nacionalidad.
En el caso específico de Venezuela, el proceso mediante el cual se construye esta valoración uniforme del 19 de abril de 1810 como día inicial de la independencia ha sido descrito y analizado por Carole Leal Curiel. Será en 1877, en el marco del certamen nacional convocado para responder a la pregunta “¿El 19 de abril es o no del día iniciativo de nuestra independencia nacional?” que se fija de manera más firme la versión según la cual el 19 de abril de 1810 debía ser considerado el día inicial de nuestra independencia. En dos de los artículos ganadores del concurso se despoja a los sucesos de abril de cualquier relación directa con la crisis de la monarquía española, se ratifica la intención revolucionaria de sus promotores, se incorpora la argumentación según la cual la declaración de lealtad a Fernando VII había sido una artimaña, astucia o recurso político del momento para no alarmar a los pueblos, y se bolivarianiza la fecha destacando el temprano ideario independentista de Bolívar y su actuación protagónica en la consumación de la gesta que tuvo su inicio aquel 19 de abril en la ciudad de Caracas. Esta misma orientación, estos mismos argumentos están presentes en el dictamen de la Academia, y fueron ratificados por el doctor Cristóbal Mendoza en la celebración de los 150 años del 19 de abril de 1810.
La conmemoración del sesquicentenario constituyó así, ocasión propicia para reafirmar el momento iniciativo, el punto de partida de nuestra independencia y de nuestra historia nacional, no sólo en Venezuela sino en muchas de las naciones que, en aquel momento, festejaban sus 150 años de vida independiente.
Un grupo representativo de historiadores de los distintos países iberoamericanos coinciden al valorar la permanencia y fortaleza del consenso historiográfico relativo a la independencia hasta bien avanzado el siglo XX y advierten la presencia, en los años sesenta y con mayor fuerza, a partir de las décadas siguientes de un cuestionamiento cada vez más generalizado a las convenciones establecidas sobre el pasado independentista.
Esta tendencia crítica de discusión sobre la independencia ha tenido y tiene lugar en el ámbito de los historiadores profesionales latinoamericanos, en su gran mayoría, formados en las escuelas de historia que recién comenzaron a instaurarse en las universidades de la región y, muchos de ellos, con estudios de cuarto nivel en universidades nacionales y extranjeras. A este contingente de historiadores latinoamericanos se sumó un significativo número de historiadores europeos y norteamericanos interesados en la independencia hispanoamericana. Esta comunidad de historiadores atendió la revisión y el análisis de las fuentes de la época con las herramientas y técnicas del oficio historiográfico, y se distanció críticamente de las premisas postuladas por la historiografía precedente.
El proceso de las independencias, en plural, se abordó entonces despojado de maniqueísmos, se dejó atrás la épica libertaria, se discutió y desmontó el carácter providencial de los héroes, se incorporaron las especificidades regionales, se cuestionó la unanimidad política del proyecto independentista, se estudiaron el partido y proyectos de los realistas, se destacó la presencia de otros actores sociales ocultos bajo la acepción de “el pueblo”, se objetó la inevitabilidad de la independencia, se amplió el ámbito temporal del proceso, se analizaron sus vínculos con la crisis de la monarquía, se discurrió sobre las implicaciones económicas de la guerra, sobre la participación de las mujeres, y se incorporaron al debate múltiples miradas sobre temas y problemas de la mayor diversidad, los cuales han nutrido y siguen enriqueciendo la discusión y reflexión sobre nuestras independencias.
En el caso venezolano, es posible advertir el impulso renovador que, de manera continua, han adquirido los estudios sobre la independencia a partir de la década de los sesenta. La crítica y revisión sistemática del culto a los héroes, iniciada por el Dr. Germán Carrera Damas con su obra El Culto a Bolívar y atendida en los años posteriores por Luis Castro Leiva, Elías Pino Iturrieta y Manuel Caballero entre otros; la mirada desde las regiones; el examen de las diferentes caras de los autonomismos provinciales; los estudios sobre las ideas y actuación de quienes defendieron la causa del rey; la dimensión social del proceso, las implicaciones diversas del terremoto de 1812; los debates sobre la libertad de culto; el claustro universitario frente a la independencia; la vida femenina; el desenvolvimiento de la economía, las elecciones, el ejercicio de la soberanía, la opinión pública y muchos otros aspectos desatendidos con anterioridad, forman parte de una agenda de investigación en constante movimiento y ajena por completo a procurar la unanimidad o la uniformidad interpretativa.
Como parte de esta ampliación de miradas y problemas que ocupan a los estudiosos de la independencia, ha tenido lugar una revisión y fructífera discusión cuyo interés fundamental ha sido replantear los alcances y estrechas relaciones existentes entre la crisis política de la monarquía española que estalla en 1808, los movimientos juntistas americanos de los años 1808 y 1809 y los procesos de constitución de juntas ocurridos en varias ciudades hispanoamericanas en 1810.
El debate no es reciente. Ya en los años cincuenta se había planteado como problema; no obstante, fueron los estudios de François Xavier Guerra, Modernidad e Independencias y de Jaime Rodríguez La independencia de la América Española, publicados en la última década del siglo XX, los que tuvieron un peso decisivo en la discusión que se desarrolla en la actualidad referida al impacto y las diversas expresiones políticas que generó la crisis de la monarquía española de uno y otro lado del Atlántico.
Lo que destacan los estudios adelantados por Guerra y Rodríguez, es la existencia de relaciones recíprocas entre la revolución liberal española y los procesos que condujeron a la independencia de América; así como la necesidad de romper o superar la tendencia establecida tanto en Europa como en América de estudiarlos como que si fuesen fenómenos independientes. Se trata de comprenderlos, según apunta Guerra como: “…un proceso único que comienza con la irrupción de la modernidad en una monarquía de Antiguo Régimen y va a desembocar en la desintegración de ese conjunto político en múltiples estados soberanos”.
De acuerdo a lo planteado por Jaime Rodríguez, la independencia de la América Española debe ser analizada en el marco de un proceso de cambios mucho más amplio, el que se dio en el mundo atlántico desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta las primeras décadas del siglo XIX, período en el cual las sociedades monárquicas se transformaron en democráticas y los súbditos de las monarquías se convirtieron en ciudadanos de los nuevos estados nacionales.
Las investigaciones sobre los procesos juntistas americanos que se han realizado en la historiografía reciente latinoamericana se han desarrollado desde esta perspectiva y se enriquecen constantemente con la incorporación de renovadores planteamientos.
Entre los aspectos que destacan los autores que se han ocupado de estos temas está la uniforme lealtad hacia Fernando VII y de rechazo hacia la usurpación francesa que se produjo en América, al conocerse las noticias acerca de las abdicaciones de Bayona. En todos los casos estas manifestaciones de fidelidad fueron relativamente homogéneas, se inscribieron dentro de la tradición ceremonial del reino y pusieron en evidencia la fortaleza, coherencia y unidad del imperio español. A pesar de la disgregación de poder en numerosas juntas y de la inexistencia de una instancia política que pudiese ser reconocida como la legítima autoridad, no hubo en América ningún movimiento que tuviese como objetivo adelantar la independencia.
Como consecuencia de esta inédita situación se dio también en las provincias americanas un intenso debate cuyo propósito era buscar respuestas frente a la emergencia política que representaba la acefalía del trono. La pregunta fundamental, al igual que ocurrió en la península, fue la misma: ¿sobre quién recae la soberanía, en ausencia del rey?
La respuesta a esta interrogante, la búsqueda de mecanismos que permitiesen dar respuesta a la incertidumbre política creada por el colapso de la monarquía, devino en la propuesta o constitución de Juntas en las provincias americanas, tal como sucedió en España. Así ocurrió en México, Caracas, Buenos Aires en 1808 y en Chuquisaca, La Paz y Quito al año siguiente. En cada uno de estos lugares, a la hora de plantearse cómo responder frente al desmantelamiento de las instancias de poder de la monarquía y en medio de fuertes tensiones y posiciones encontradas, se recurrió a los fundamentos que ofrecía el patrimonio jurídico e histórico de la monarquía: ausente el rey la soberanía regresaba a la nación. Estas primeras juntas, sustituirían a las autoridades constituidas, atenderían la emergencia y, al mismo tiempo permitirían a las elites urbanas reunidas en su mayoría en los cabildos ocupar nuevos espacios para avanzar en la negociación de sus reclamos y aspiraciones autonomistas. Ninguna alentó propuestas independentistas que condujesen a la desintegración del imperio.
Sin embargo, la respuesta de las autoridades fue impedir, desconocer y condenar las iniciativas juntistas, interpretándolas como tentativas subversivas cuya motivación era alcanzar la independencia y no como expresión del espíritu pactista, fidelista y autonomista que las animó.
La reasunción de la soberanía, apunta Guerra, rompió con la doctrina absolutista del origen divino del poder regio. Por las circunstancias y sin que nadie se lo hubiese propuesto, la soberanía repentinamente recayó en la sociedad. Esto tuvo una consecuencia fundamental, aun cuando hubiese sido ejecutado de manera provisional, la política se abrió a todos los actores sociales, conduciendo, inevitablemente, a otro asunto de similar entidad: el problema de la representación.
El 22 de enero de 1809, la Junta Central, declaró a los vastos y preciosos dominios de España en las Indias como una parte esencial e integrante de la monarquía española Acto seguido estableció que se les concedería la posibilidad de tener representación nacional para que formasen parte de esta nueva instancia de poder, depositaria de la soberanía en ausencia del rey. Esta declaración constituyó base de sustentación y legitimación de las exigencias americanas, como partes integrantes de de la monarquía.
El llamado de la Junta Central fue atendido en la Nueva España, Guatemala, Nueva Granada, Perú, Chile, Venezuela y en el Río de la Plata; sin embargo los términos de la convocatoria generaron fuertes reparos y confrontaciones, no sólo en las provincias en donde se realizaron las elecciones, también en aquellas que no tenían derecho a participar en el proceso electoral.
Si bien el llamado a elecciones se hizo siguiendo los procedimientos antiguos propios de los organismos corporativos, la diferencia principal consistió, según señala Jaime Rodríguez, en que fueron ajustados a los nuevos propósitos del momento político, constituyendo un considerable paso hacia adelante en la formación de un gobierno representativo moderno para la totalidad de la nación española.
Las instrucciones preparadas por las provincias dan cuenta de las aspiraciones autonomistas de las élites criollas, de sus malestares y descontentos sobre la situación política que se vivía en España y de la incertidumbre e inquietud que representaba la posibilidad de que la península cayese en manos de los franceses. Al mismo tiempo, ofrecieron la oportunidad para que se plantearan las demandas de igualdad política de los americanos frente a los peninsulares. En ninguna de ellas hubo planteamientos que promoviesen la reestructuración del sistema político, tampoco propuestas que pretendiesen la desintegración del imperio.
La aplicación del decreto condujo a la creación de un espacio político representativo que antes no existía, y por ende, a la politización de una esfera pública. Era la posibilidad de incidir en la política desde el estado por parte de los criollos autonomistas, sin necesidad de alterar la forma de gobierno monárquica.
Ninguno de los diputados electos en América llegó a formar parte de la Junta Central, ya que, concluidos los procesos electorales y cuando algunos de los representantes americanos se encontraban camino a España, la Junta Central fue disuelta y sustituida por el Consejo de Regencia. El Consejo de Regencia, en su condición de nueva autoridad del Reino mantuvo la convocatoria a Cortes, reiteró la declaratoria de igualdad de los americanos e informó los términos de la representación americana para la reunión de las Cortes el cual conservaba la inequidad de representación entre españoles y americanos.
En América, la noticia sobre la caída de Andalucía y la disolución de la Junta Central generó un ambiente de incertidumbre respecto al futuro de España, desató un intenso debate y propició numerosas reacciones de rechazo y desconfianza ante el Consejo de Regencia por considerarlo como un poder usurpador de la soberanía.
El delicado asunto de la soberanía y el no menos espinoso de la representatividad volvían al terreno del debate, pero ahora con consecuencias políticas diferentes. Si se había convocado a los americanos para que participasen en el gobierno en calidad de diputados de la Junta Central, no podían ahora informarles que no existía la Junta y que había una nueva instancia depositaria de la soberanía la cual gobernaba en nombre del Rey. Además, al quedar disuelta la Junta, quedaba sin efecto y sin posibilidades de ejecución inmediata las aspiraciones de las elites criollas de proponer y negociar sus demandas autonomistas, como partes integrantes de la monarquía.
El conflicto no tardó en manifestarse: ¿Cómo era que la Junta Central la cual había sido reconocida como legítima autoridad y de la cual formaban parte unos delegados americanos, legítimamente electos, era disuelta y sustituida por otro organismo sin que hubiese mediado participación alguna de los súbditos de esta parte del reino?
El resultado fue el desconocimiento de la autoridad de la Regencia y la erección en América de Juntas Supremas depositarias de la soberanía y defensoras de los derechos de Fernando VII, todas ellas en el transcurso del año de 1810: Caracas fue la primera en pronunciarse, el 19 de abril de 1810; Buenos Aires el 25 de mayo; la Nueva Granada el 20 de julio y Chile, el 18 de septiembre.
El argumento era el mismo de 1808: roto el pacto entre el Rey y los súbditos, la soberanía recae en la nación, no podía entonces arrogarse tal atributo una instancia ilegítima y, por tanto, usurpadora de la soberanía. Las Juntas que se constituyen a partir de esta fecha no reconocen a los representantes del poder real en América; reaccionan contra la autoridad de la Regencia; denuncian la ruptura del pacto por parte de las autoridades españolas y rechazan la desigual representación que se ofrecía a los americanos para participar en la instancia que definiría el rumbo político de la monarquía española.
En el caso específico de Caracas el tema de la ilegitimidad de la Regencia se plantea sin ambigüedades en el “Acta del 19 de abril”. La decisión de los firmantes fue erigir un gobierno que pudiese atender a la seguridad y prosperidad de la provincia, vistas las circunstancias en las cuales se encontraba la península y en atención a las flagrantes insuficiencias de la Regencia. Al día siguiente se redacta una “Proclama” en la cual se insiste sobre la ilegitimidad de la Regencia ya que ésta “…ni reúne en sí el voto general de la Nación, ni menos el de estos habitantes que tienen el legítimo e indispensable derecho de velar sobre su conservación y seguridad como partes integrantes que son de la Monarquía Española”
Inmediatamente después de su constitución, la Junta emite un documento en el cual admite la ausencia de representación de las demás provincias y postula la necesidad de convocar a los habitantes de todas las provincias a formar parte de la “Suprema Autoridad” con proporción al mayor o menor número de sus habitantes. El 11 de junio, cuando no han transcurrido dos meses de la proclama, la Junta de Caracas aprueba el reglamento que normaría la elección para la “Representación legítima y universal de todos los Pueblos en la Confederación de Venezuela” En correspondencia con esta determinación, se rechaza y condena la convocatoria electoral para las Cortes y se denuncia la inequidad de representación entre americanos y españoles.
Los hechos ocurrieron de manera similar en Buenos Aires, Chile y con algunas variantes en la Nueva Granada en donde se constituyeron numerosas juntas. En todos los casos, las provincias declararon su lealtad a Fernando VII y postularon la necesidad de convocar un congreso a fin de discutir la forma que adoptaría el nuevo gobierno.
Los dos años transcurridos desde que se conocieron los sucesos de la península en 1808 hasta que se disolvió la Junta Central y se constituyó el Consejo de Regencia, habían generado un ambiente de incertidumbre, agitación y conmoción el cual propició la reunión frecuente de los vecinos principales y el debate constante sobre su propia circunstancia política, no sólo ante el inminente peligro de la pérdida definitiva de España frente al usurpador francés, sino respecto a la falta de legitimidad del poder existente en la monarquía y a los peligros que podía acarrear la posibilidad de levantamientos populares que atentasen contra el orden establecido. La situación exigía elaborar propuestas viables para el futuro inmediato de las provincias allende los mares. En estas circunstancias es razonable pensar que en las reuniones y tertulias que tuvieron lugar en América durante este agitado período confluyeron de manera contradictoria y apasionada las más diversas opiniones y consideraciones sobre la situación española y sus efectos y posibles soluciones en los territorios de ultramar. De allí que las repuestas no fuesen únicas ni uniformes.
En Venezuela, se constituyeron juntas en Caracas, Margarita, Barcelona, Cumaná, Barinas, Mérida y Trujillo, se realizaron elecciones para la formación de un Congreso General y los representantes de estas provincias sancionaron la independencia el 5 de julio. No obstante, Maracaibo Guayana y Coro se mantuvieron leales a la Regencia, Maracaibo eligió su representante a Cortes en cuyas instrucciones se plasmaron las demandas autonomistas de la provincia, mientras que Coro y Guayana enviaron delegados a fin de reclamar su derecho a representación y defender sus aspiraciones ante el gobierno constitucional de la monarquía.
En la Nueva Granada, el desconocimiento del Consejo de Regencia también dividió el parecer de las provincias, como ocurrió en Venezuela; de manera que unas siguieron el camino autonomista y otras se mantuvieron fieles a la Regencia y eligieron diputados a Cortes. Tampoco hubo unidad de criterios entre respecto al ejercicio de la soberanía, hubo fuertes tensiones y disensiones frente al gobierno de Bogotá y entre las propias provincias. Las declaraciones de independencia se produjeron de manera diferenciada, primero en Cartagena, en noviembre de 1811; luego en Cundinamarca en julio de 1813 y, al mes siguiente, en Antioquia.
En el Río de la Plata también se plasmaron enfrentamientos entre la Junta superior de Buenos Aires y los discursos y aspiraciones autonomistas de las provincias que conformaban el virreinato; hubo igualmente diversidad de opiniones respecto a mantener la fidelidad a Fernando VII mientras se desconocía al Consejo de Regencia y a las Cortes reunidas en Cádiz. No fue sino en 1816 cuando se declaró la Independencia de las provincias unidas de Sud-América.
En la Nueva España, la rebelión acaudillada por Miguel Hidalgo el 16 de septiembre de 1810 se hizo en nombre de Fernando VII y con el estandarte de la virgen de Guadalupe. Al año siguiente, se constituyó la Junta Nacional Americana en Zituacaro, también leal a Fernando VII y no fue sino el Congreso de Chilpancingo reunido en septiembre de 1813 el que declaró la independencia. Sin embargo, antes del estallido de la insurrección, ya se habían iniciado en 22 ciudades las elecciones de los diputados que representarían a la Nueva España en las Cortes del Reino y, al sancionarse la Constitución de la Monarquía en 1812, esta fue juramentada y aplicada en numerosas provincias de la Nueva España. Convivieron así en el espacio novohispano la insurgencia y la constitucionalidad monárquica.
Lo que expresan los numerosos estudios que se han hecho en estas últimas décadas es precisamente la riqueza y variedad de situaciones y posibilidades políticas que desencadenó la crisis de la monarquía, lo cual no se reduce exclusivamente al más visible y trajinado de ellos: el desenlace final de la independencia.
La magnitud de los acontecimientos que se produjeron, la diversidad de respuestas que suscitó, los debates que generó, las modalidades de participación y actuación políticas que motivó: el establecimiento de juntas, las demandas autonomistas, la realización de elecciones, la activación de diferentes espacios de actuación pública, dan cuenta de un intenso proceso de transformación, de transición entre las prácticas y principios del Antiguo Régimen a las modalidades propias de la modernidad política cuyo desenvolvimiento tuvo expresiones particulares, ritmos distintos y no está sujeto ni necesariamente vinculado al mantenimiento o ruptura de la lealtad a Fernando VII, a la obediencia o no al Consejo de Regencia, a la declaración o no de la independencia, o reducido a las restricciones que implica analizarlos desde las fronteras nacionales de la actualidad.
Se produjo una revolución política de amplio alcance cuyos contenidos y definiciones tuvieron su inicio en el marco de la monarquía y su continuidad o transformación definitiva en la construcción de los proyectos republicanos. La reasunción de la soberanía, transitoria o en depósito, alteró los parámetros de legitimación política del absolutismo, al desplazarse del rey a la sociedad; el discurso pactista propio de la tradición política del reino dio paso a la emergencia de los autonomismos americanos frente a la metrópoli, respecto a los centros de poder internos y en la relación de las provincias entre sí; desapareció la condición de vasallos del rey: los habitantes de América se convirtieron en ciudadanos, unos en ciudadanos españoles bajo el amparo de la constitución de la monarquía, otros en ciudadanos de las repúblicas en ciernes; se produjo una ruptura del sistema de representación corporativo del Antiguo Régimen transformándose en sistemas de representación territorial por provincias o en sistemas de representación proporcional de la población libre; se ampliaron o se modificaron las doctrinas, postulados, conceptos que otorgaban sentido a las prácticas e instituciones políticas antiguas para adaptarlas o transformarlas a las nuevas circunstancias en un esfuerzo inédito de enorme creatividad política.
Un proceso de tal complejidad, en el cual intervienen aspectos tan distintos y cuya materialización se dio de manera tan diversa ofrece enormes dificultades para la construcción de versiones uniformes, para la elaboración de consensos interpretativos, para la imposición de miradas únicas. Exige, más bien una discusión constante, no con la finalidad de sustituir unos paradigmas por otros, sino con el propósito de nutrir, ampliar, problematizar los resultados obtenidos. Con la inquietud de construir, buscar, encontrar nuevos nichos de investigación, perspectivas desconocidas, problemas ignorados, aspectos inesperados; con el interés siempre dispuesto a sostener un debate plural y crítico sobre nuestro pasado. Es este y no otro el sentido del oficio historiográfico.
No es casual entonces que haya sido y siga siendo en el seno de los profesionales formados en nuestras universidades que haya tenido lugar esta importante, nutritiva y siempre inacabada reflexión sobre las convenciones y tópicos establecidos en torno al momento primigenio de nuestras independencias. Las universidades son el espacio natural para la construcción constante del conocimiento crítico, para la discusión abierta, sin cortapisas, sin mordazas, amenazas, extorsiones, ni censuras. Las Universidades, por su misma condición de espacios formativos, plurales, autónomos y democráticos, tienen el derecho y el deber y así ha sido históricamente, incluso en tiempos de la independencia, de sostenerse como el ámbito idóneo e insustituible para garantizar la libertad de pensamiento y el libre fluir de las ideas, no sólo sobre el pasado, sino también sobre el presente y el futuro de nuestras sociedades.
Es una enorme tranquilidad constatar que existe una distancia abismal entre el discurso conmemorativo convencional, entre los llamados contenidos de la memoria, entre la reiteración de los postulados heroicos y patrióticos de las efemérides y los próceres militares que todavía persisten en la actualidad y los contenidos plurales, dinámicos, diversos, ajenos a la uniformidad que nutren la producción crítica de la historiografía profesional, universitaria, académica.
No resulta tampoco consecuencia de una contingencia temporal que haya sido precisamente en la década de los sesenta, cuando en las universidades latinoamericanas y en la mayoría de nuestras sociedades se hacían esfuerzos contundentes por alcanzar y fortalecer el ejercicio democrático, que el pensamiento crítico sobre nuestras independencias se empeñó en despojarlas de la visión providencialista, heroica y esencialmente épica y militarista que había imperado desde el siglo XIX, abriendo la posibilidad de atender su estudio sin maniqueísmos, advirtiendo sus contradicciones, incorporando sus aspectos sociales, sus incidencias regionales y dando lugar a una pluralidad de visiones posibles y necesarias. Así se desenvuelve el conocimiento en las sociedades democráticas.
También es conveniente destacar la ampliación de la agenda de investigación en la década de los noventa sobre tópicos políticos inherentes e insoslayables del proceso de la independencia como son la práctica de la ciudadanía, el principio de la representación, la experiencia de la autonomía, el ejercicio de la soberanía, y la construcción de un sistema republicano, justamente en el contexto de la discusión sobre la necesidad de profundizar, ampliar y defender las experiencias y contenidos de la democracia, así como sus posibilidades e ineludible pertinencia para la convivencia republicana.
Ello seguramente ha tenido y tiene un impacto decisivo a la hora de interpretar los hechos ocurridos hace doscientos años no como el inicio de la independencia, sino como parte esencial de una revolución política de significación histórica sin precedentes mediante la cual se rompió con las formas políticas antiguas y se dio inicio a la construcción de nuevos referentes políticos en donde la soberanía, la ciudadanía, la autonomía, las elecciones, las libertades individuales, el estado de derecho y la división de poderes se establecieron como parte constitutiva de la existencia republicana, y los cuales, sin la menor duda, forman parte ineludible del debate actual en Venezuela y en el resto de América Latina.
Quiero expresar mi más sincero y sentido agradecimiento a los individuos de Número de la Academia Nacional de la Historia, mis colegas, mis amigos, mis compañeros de todos los jueves, por la confianza que depositaron en mi al ofrecerme el inmenso privilegio de reflexionar sobre estos temas cuando se conmemoran 200 años del 19 de abril de 1810; este sincero y sentido agradecimiento lo hago extensivo a todos los individuos de Número de las Academias aquí presentes quienes acogieron con una enorme generosidad y un inmenso respeto la propuesta de la Academia Nacional de la Historia.
Puedo decirles a todos ustedes, sin que me quede nada por dentro que jamás me imaginé que ocuparía este lugar en un momento como éste, tampoco naturalmente que podría compartir esta inmensa dicha con la presencia maravillosa de mi papá y mi mamá, con mi familia, mis afectos y por supuesto con este nutrido público que nos acompaña.
Estoy persuadida de que la decisión de la Academia Nacional de la Historia y de todas las Academias Nacionales no constituye un reconocimiento individual hacia mi persona, expresa, más bien, un reconocimiento mucho más amplio a la madurez y al compromiso de la historiografía venezolana por su esfuerzo sostenido de irrumpir contra los mitos y de mantener y propiciar una mirada crítica sobre el pasado y presente venezolano
Y me ofrece a mí la oportunidad de recordar a quienes, hace doscientos años tuvieron el arresto de echar a andar una república de ciudadanos y reconocer también el valor, el coraje, la constancia y el ineludible compromiso demostrado por todos aquellos venezolanos que, desde esa fecha hasta el presente han estado dispuestos a defender, a proteger, a fortalecer y a enriquecer las prácticas republicanas.

Muchas gracias.
Inés Quintero (Individuo de número de la Academia).
Nota: el subrayado es nuestro.