Artículos de opinión de los historiadores
Transcribimos el artículo del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábado en El Universal. El subrayado es nuestro.
Haciendas de veras
¿Cómo llega el historiador a una situación desconocida hasta la fecha, o también negada?
¿Cómo llega el historiador a una situación desconocida hasta la fecha, o también negada?
Apenas ha salido de la imprenta un libro que debo recomendar: Vida de hacienda en Venezuela (Fundación Bigott, 2009), escrito por el historiador José Rafael Lovera. Sus páginas nos colocan frente al desafío de un descubrimiento capaz de demostrar cómo un recorrido coherente y solvente de un camino que suponíamos trillado, ofrece hallazgos debido a los cuales la investigación de épocas anteriores hace pedazos la cortina de estereotipos que encubría una realidad sobre la cual han circulado multitud de falsificaciones, exageraciones y boberías.
Como apunta Lovera en el principio de su obra, no se puede entender nuestra vida sin captar la trascendencia de la hacienda en el desarrollo de la economía, pero tampoco sin apreciarla como fundamento de una mentalidad susceptible de dejar huella indeleble en la colectividad. Pero un suceso tan digno de atención no ha llegado hasta nuestros días con los rasgos que lo distinguieron de veras, con los signos que hizo suyos a través del tiempo para forjar un estilo de vida perdurable. De allí la trascendencia de su libro, en cuyo interior ocurre una reconstrucción verosímil de lo que la ignorancia y los intereses creados han convertido en un mito de tráfico grueso. El manejo escrupuloso de los documentos y la interpretación que de ellos hace, nos conducen a una reconstrucción acuciosa y madura gracias a la cual la rutina de las unidades de producción agrícola se pone frente a nuestros ojos tal cual fue, hasta donde puede llegar el historiador sin buscar la confección de un espejo con pretensiones de fidelidad absoluta.
El itinerario parte de la comprobación de cómo se ha exagerado a la hora de ponderar la riqueza de nuestra tierra para la faena agrícola. En Vida de hacienda en Venezuela no topamos con los paisajes ubérrimos en cuya contemplación quiso detenerse la fantasía literaria a partir de las obras de Andrés Bello. El autor no encuentra cromos en los cuales pueda reflejarse la leyenda del paraíso terrenal, ni evidencias de la agraciada comarca a la cual acude la publicidad de los próceres de la Independencia y de los políticos posteriores a 1830 para anunciar el regalo de la fertilidad. Las evidencias más confiables que recoge y analiza nos sitúan frente a la dureza de una realidad dispuesta al regateo de sus frutos; y al tenaz emprendimiento que debió funcionar en las heredades para lograr metas de subsistencia y, quizá sólo en contados casos, resultados de lujo y ostentación. Estamos aquí ante uno de los aportes esenciales de la investigación: el vínculo entre las faenas arduas y la dificultad de llegar, a través de un esfuerzo sostenido, a corolarios capaces de retribuir lo empleado para encontrarlos. La relación entre el trabajo y el acceso difícil a la riqueza, poco estudiado hasta ahora, pero también subestimado cuando se buscan explicaciones en la simpleza de la existencia de un género de barones de la tierra que accede a la opulencia mediante la explotación de sus subordinados, se constituye en auxilio imprescindible para evitar que nos metan gato por liebre cuando retrocedemos en la observación de lo hecho por los antepasados. De allí que no encuentre ahora el lector un desfile de terratenientes nadando en el boato, sino lo único que puede encontrar en un teatro caracterizado por las limitaciones: un modesto trajinar en el cual no parece abismal la distancia que entonces se establece entre el patrón y la peonada.
¿Cómo llega el historiador a una situación desconocida hasta la fecha, o también negada y manipulada? A través del estudio de la rutina, de la vida de todos los días en la cual transcurre la actividad de los propietarios de las fincas y de los agricultores en general, una faceta hasta ahora sin estudios dignos de atención. El análisis de la agricultura propiamente dicha igualmente observa horizontes inéditos, pese a que no es la médula de la investigación. El hecho de detenerse en las distancias que existen entre los adelantos de la tecnología y la tiranía de la inercia, entre el saber de los especialistas y la insistencia en labrar la tierra mediante recursos rudimentarios, entre las limitaciones de la producción nacional y las imposiciones de los compradores del extranjero, no es poco lo que nos dice sobre las heredades en las cuales se ha pretendido buscar en nuestros días emporios que jamás existieron. Quien se aproxime a Vida de hacienda en Venezuela tiene la seguridad de un itinerario lleno de hallazgos, de la revelación de unas unidades de producción desconocidas hasta la fecha y susceptibles de cautivar la atención debido a la peculiaridad con cuya reconstrucción nos sorprende. El autor nos hace un servicio invalorable, no sólo para la dilucidación de los antecedentes sino también para la comprensión de la actualidad desde cuya atalaya trabaja un intelectual comprometido con su oficio. eliaspinoitu@hotmail.com
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