Sueño con que algún día esto sea sólo una horrible anécdota, y podamos decir: “¡Qué mal lo pasamos!”. Pero ese día no es hoy, y debemos enfrentar la triste realidad de vivir sólo para trabajar y correr a encerrarnos en nuestras casas antes que caiga la noche. El día a día del caraqueño es un enfrentarse con una ciudad hostil: inseguridad permanente, terror permanente; tráfico infernal, malos servicios públicos de transporte, vías en mal estado, constante conflictividad y agresividad en las calles; los imprevistos como norma. Lo peor es saber que el Estado no hará nada para remediar los problemas, al contrario: su política es contribuir a que estos se agraven. La acción del Estado es un problema más: una calle cerrada por arreglos en momentos de mayor tráfico, un funcionario público que con sus escoltas te apartan del camino bajo amenaza, un evento político que incrementa el tráfico. Al final, siempre la misma conclusión: el caos caraqueño no es tanto producto de la ineficiencia sino de una clara política de gobernar en el caos, de modo que cuando hay un poco de paz o eficiencia, le demos gracias a los gobernantes.
Pues somos conformistas. Saludos!
ResponderBorrarPana, y por qué esperar todo del Estado? Saludos
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