En su columna de hoy publicada en Tal Cual que seguidamente transcribimos, José Guerra nos habla de las características autoritarias del chavismo. El subrayado es nuestro.
Este artìculo se debe leer, tomando en cuenta a la detención ayer de otro bloguer: Julio César Rivas (aunque no es detenido por ser bloguer (ver acá su blog) como por hacer pintas en la calle y organizar a la juventud en su movimiento JAVU).
Llegó la represión.
A diez años del gobierno de Hugo Chávez, tal vez muy pocos de sus más fanatizados y enceguecidos seguidores se recuerda que Chávez había dispensado una visita en su residencia de Madrid a quien tiranizó a Venezuela hasta el 23 de enero de 1958, el general Marcos Pérez Jiménez. Vino Chávez encantado de sus pláticas con el general y maravillado de la obra que la ideología perejimenista del Nuevo Ideal Nacional había hecho en Venezuela en sus años de gobierno, con sus construcciones monumentales y la transformación del medio físico.
Tal vez guardó Chávez para más tarde algo que Pérez Jiménez le ha debido decir: el uso de la represión como política de Estado. Posteriormente, antes de asumir el poder en febrero de 1999 coqueteó Chávez con la idea de invitar especialmente al defenestrado dictador a su toma de posesión. Era el Chávez que se declaraba perejimenista, como luego lo haría de maoista cuando fue a China, más tarde islámico cuando pernoctó en Irán, marxista al viajar a Cuba y más recientemente seguidor del Libro Verde del coronel Gadafi. Semejante pasticho ideológico, imposible.
Lo que tienen en común esos modelos que Chávez trata de replicar e imitar es el uso sistemático de la represión, tanto la violenta como la legalizada. En un contexto de pérdida de apoyo popular y de la iniciativa política, debido al grado de conflictividad social existente en Venezuela, el gobierno ha entrado en otra etapa caracterizada por la persecución directa y sin tapujos a sus adversarios. Para ello se vale de un entramado legal que pretende pintar de legitimidad actos arbitrarios y también las acciones de pandillas armadas desde el mismo gobierno para infundir temor en la población que protesta o que sencillamente no comparte la política del gobierno. Todo ello tiene un objetivo muy claro: ahogar la protesta y anidar el conformismo y el espíritu de derrota en la gente.
Reporta el doctor Marino Alvarado, coordinador del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea), que 2.220 venezolanos están sometidos a procesos penales, en nueve años de gobierno de los que ha gobernado Hugo Chávez a Venezuela, un verdadero récord nacional. Esta cifra se alimenta de varias fuentes, presos políticos, exiliados, imputados y perseguidos. Y la lista puede crecer rápidamente si se aplica la doctrina Ortega Díaz que consiste en encarcelar a todo el que proteste.
Aquel gobierno que se jactaba de que en Venezuela no se perseguía a nadie y que no tenía presos políticos, pasó a la historia y se ha unido Chávez a los regímenes que conforman una especie de internacional de las dictaduras y los gobiernos despóticos, cuyo decanato lo encabeza los hermanos Castros, con más de cincuenta años seguidos en el poder. Del elenco también forman parte Libia, regida hace cuatro décadas por Kadafi, la Bielorrusia de Lukashenko, la monarquía hereditaria de Corea del Norte y Mahmoud Ahmadinejad, el aspirante a califa que manda en Irán. Estos son los socios más importantes del gobierno de Hugo Chávez. Sin embargo, con quien es más estrechó su vínculo es con su siamés de La Habana, verdadero maestro en el arte de la represión.
La orden del presidente Chávez a la fiscal Luisa Ortega Díaz no se ha podido haber cumplido con mayor eficacia y prontitud. Unos gavilleros con los rostros descubiertos, a plena luz del día, claramente identificados atacaron y agredieron con saña física y verbal a un grupo de periodistas de la Cadena Capriles y por ese hecho no hay un solo preso. En cambio, unos trabajadores de la Alcaldía Metropolitana en una marcha pacífica, exigiendo sus derechos laborales, que fueron emboscados por piquetes policiales, hoy están encarcelados. Lo mismo ha ocurrido con Richard Blanco, prefecto de Caracas, llevado a una de las cárceles de mayor peligrosidad de Venezuela (Yare), sin fórmula de juicio en un proceso viciado, violatorio de principios jurídicos elementales. Y que decir del señor José Dacre (Maraco) enjaulado y enfermo en la Cárcel de La Planta sin motivo alguno.
Se estrellaron los esfuerzos de los abogados de Richard Blanco ante la crueldad de la juez, que ensayando un sistema primitivo de aplicar la ley, ha hecho de la venganza la forma de administrar justicia. El fiel de la balanza ya no está en el medio y la justicia dejó hace rato de ser ciega para mirar con el ojo oscuro de la represalia para cazar no solamente a opositores sino a quien piense diferente, usando para ello la muletilla de la conspiración y la desestabilización. Es la hora de la resistencia cívica para vencer el temor, de la mente fría para no caer en provocaciones y también de la determinación para enfrentar y derrotar democráticamente a este régimen.
Las formas represivas han adquiridos modalidades propias del siglo XXI aunque conservan su matriz brutal, expresada en la conducta contra los estudiantes y ciudadanos comunes y corrientes por parte de algunos elementos de la Guardia Nacional y la Policía Metropolitana, para quienes reprimir es un deleitoso oficio que pareciera proporcionar satisfacción. Pero la más peligrosa y efectiva es la de ropaje legal mediante la imputación sin derecho a la defensa o con fiscales y jueces con pactos previamente concebidos para privar de libertad a quienes disientan.
Excelente articulo, no puede describirse mejor al chavismo como cuerpo como ente opresor del gobierno.
ResponderBorrarGracias por la visita y comentario!
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