Artículos de opinión de los historiadores
Les dejo acá el artículo semanal del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábados en El Universal. El subrayado es nuestro.
Veinticuatro horas de república
En el énfasis de unas agallas ha tomado cuerpo un proyecto de coronación
Hacia finales del siglo XIX, cuando el país experimentaba lo que parecía un derrumbe definitivo de sus ideales en medio de una ordalía de hombres de presa, el presidente Ignacio Andrade resumió la situación en una frase susceptible de mostrar la descomposición de toda una época: "Hemos vivido minutos de república". Es una lástima que las palabras del atormentado mandatario no se hubieran limitado a la caracterización del tiempo de sus calamidades. Pese al agua que desde entonces ha circulado bajo los puentes y a los progresos del sistema político, ocurre ahora un fenómeno de retrogradación que nos conduce a episodios indicativos de una áspera pendiente que parecía superada por el avance de la convivencia civilizada.
La convivencia civilizada cobró vida hasta expresarse en vicisitudes proverbiales durante el día electoral del pasado 23, cuando la ciudadanía acudió en orden a manifestar su voluntad. En la apacible jornada se condensaba una pericia en el manejo de los usos de la democracia, capaz de enorgullecer a cualquier colectividad del planeta. Un episodio semejante se patentizó durante el siguiente día, cuando una parte del pueblo celebró sin alardes su victoria mientras otra soportaba la derrota sin estridencias. Lo parejo de los resultados no invitaba a la exaltación, como tampoco a derramar lágrimas de sangre, para que predominara un talante de contención a través del cual se sentía la satisfacción de las cosas bien hechas, el corolario de la madurez, el equilibrio de unos hombres capaces de acceder después de muchos sacrificios hacia una cumbre. Aquello fue lo más parecido a las vivencias de "calma y cordura" aconsejadas en trances de incertidumbre por el presidente López Contreras, pero el gozo se fue al foso en un desgraciado santiamén.
Chávez hizo una primera referencia ajustada a lo que había sucedido. No contuvo el verbo ante los eventos de la víspera, pero se limitó a comentarios relativamente prudentes que perderían la mesura al día siguiente. Modificó entonces en términos absolutos su apreciación de las elecciones, hasta extremos capaces de generar justificada alarma. Ahora no apreció filas organizadas de votantes, sino huestes dispuestas a ganar o a perder la batalla de Curamichate. En lugar de una masa de ciudadanos deseosa de exhibir las prendas de su civismo, topó con las tropas que marcharon a jugarse la vida por un caudillo en La Mata Carmelera. Los electores dejaron de existir en su patético entendimiento de los hechos, para transfigurarse en lo más parecido a los realengos de Guanarito que estrenaron el plomo de la Guerra Federal. Un colosal trastocamiento cambió la concordia por la pugnacidad, la coherencia por las chamusquinas, los sufragios por sables afilados y amenazantes. Dejó así de existir un capítulo de normalidad en la evolución de las instituciones, para que se inaugurase un clima de tensiones sin vínculos con lo que ocurrió de veras.
Porque no se trató de un palabrerío vano, sino de un mensaje capaz de encontrar seguidores y de generar situaciones de ilegalidad y rapiña como las que sugería su discurso. El traslado apresurado e irresponsable hacia la obediencia del poder central de dependencias adscritas a la administración estadal, la purga de archivos que los funcionarios salientes deben respetar escrupulosamente y aún el saqueo de las oficinas que deben ocupar los triunfadores que no gozan de su simpatía, se han repetido después de las arengas del Presidente. "Vamos con todo", fue la consigna de su partido durante la campaña electoral, pero ahora, luego de los partes de guerra, como que la han cambiado por otra más consonante con lo que viene pasando: "Nos vamos con todo", es decir, con escritorios, sillas, archivadores, escaparates, lámparas, piezas de ornato y hasta inodoros, si se ofrece la oportunidad. Escenas propias de la revuelta Legalista, jugarretas parecidas a las de El Taita Crespo contra El Brujo Guerra, tropelías como las de El Agachado, cuando está a punto de terminar el 2008 mientras conjugan con deleite en Miraflores el verbo retroceder.
Sólo en las horas de oscurana que lamentaba Ignacio Andrade pudieron producirse situaciones semejantes de arbitrariedad y expoliación, de burla de las reglas mínimas del republicanismo y de la simple decencia. Ha sido como saltar, apenas en un par de jornadas, del imperio de los códigos al dominio de los gamonales, de la cohabitación moderna a una hacienda a cargo de un rudimentario caporal en cuyas agallas se discierne el destino de la sociedad. En el énfasis de esas agallas ha tomado cuerpo un proyecto de coronación, pero carecerá de sustento si los venezolanos están satisfechos de no ser en la actualidad lo que fueron en sus peores épocas. eliaspinoitu@hotmail.com
Es interesante que alguien vea esto como una guerra y no como una jornada cívica, pero Iturrieta se acerca más a la realidad porque además de identificar ese afán guerrerista, lo ubica en el contexto que este personaje tiene en mente...El siglo XIX
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