domingo, septiembre 28, 2008

Historiador venezolano (Manuel Caballero) opina sobre las tàcticas distraccionistas del chavismo

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Manuel Caballero que publica todos los domingos en
El Universal.
¿Arde Caracas...?

Contra maletín, magnicidio: ¿la octava virtud teologal?

No mucho tiempo antes de mandarse por cobardía y propia voluntad ad patres, Adolfo Hitler ordenó destruir París, aplicarle el mismo castigo que recibieran Varsovia y el pueblo judío: no dejar piedra sobre piedra y matar a su gente de a uno por uno. Varios testimonios, recogidos en un libro y, creo, en una película, presentan al dictador germano preguntando angustiado a sus subalternos de la Kommandatur si su orden se había cumplido: "¿Arde París?". Sus subalternos no le hicieron caso, no tanto por respeto a la que Chaplin llamara "la obra maestra de las ciudades", sino por saber que el Tercer Reich ya estaba derrotado, y querían salvar sus propios y germánicos pellejos.
El caso me viene a la memoria porque, en el arranque de su campaña electoral, la Cosa Nostra del PSUV ha amenazado con dejar Caracas en cenizas si llegase a cometerse un cidio que sólo tiene de magno el tamaño del susto que desde el 4 de febrero de 1992 parece acompañar como una sombra al Héroe del Museo Militar.
Las guerras intestinas Las manifestaciones físicas del cual susto las describió el propio y heroico sujeto en una de sus alocuciones más célebremente escatológicas. Con lo cual no hizo sino dar la razón a uno de sus más notorios secuaces (hoy relegado al infierno de los "traidores" junto con el "gordo Antonini"): Tascón, el hombre de la célebre lista, quien anda diciendo que lo único peligroso para el teniente coronel es un movimiento endógeno. O sea, uno de esos conflictos internos que algunos historiadores llaman "guerras intestinas".
Por fortuna, ese cuento del gallo pelón "golpista y magnicida" ya no se lo cree "ni Dios", como suelen decir esos blasfemos de españoles. No estamos diciendo con esto que Nuestro Señor sea un escuálido opositor que apague su celestial aparato de TV cuando el tripafloja se encadene: estamos hablando de sus propios partidarios, de ese ejemplar tan bien conservado de la especie de los pitecantropus reptabundus, llamado José Vicente Rangel. Sabedor de que aquello nadie lo cree, cambia el consonante: es a él mismo a quien "el imperio" quiere matar.
El "maletinicidio" Esta afirmación es la evidencia más clara de que el señor Rangel nunca escucha (¡y cómo lo comprendemos!) al torrencial parlanchín. Porque si así fuera, recordaría la que durante algún tiempo, fue su frase favorita: "Águila no caza moscas". No es necesario ser un pitiyanqui para saber que el águila (que no en vano se suele llamar "águila americana") es uno de los símbolos de EEUU. La cual, si no caza moscas, mucho menos va a cazar mosquitas muertas.
Tapar una mentira con otra aún más inverosímil no da, por lo visto, muy buenos resultados. Lo que hace es aumentar las sospechas de que con eso se busca esconder tras un fementido magnicidio otro delito cometido por los inventores de esta historieta y que (¡ese sí!) merece por sus colosales dimensiones el calificativo de "magno". Que mis desocupados lectores me disculpen, pero voy a acuñar a este propósito un atroz neologismo. Con la cantaleta del magnicidio se trata de ocultar un "maletinicidio". (Si para lo primero hemos empleado el término "cantaleta" no es sólo a falta de otro, sino como homenaje a los "niños cantores" de Miami).
Cien años de perdón Como ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, no es cosa de acusar de plagio (en este caso de autoplagio) a quienes, como esa nepótica señora Flores, llaman "pote de humo" al juicio de Miami. Es decir, que "el imperio" ha obligado a una corte de Florida a montar todo eso para hacerle perder las elecciones a Willian Lara y a Mario Silva. Un imperio con poderes sumisos y comprados al punto de haber podido obligar a la renuncia a un presidente incapaz de una mentira como Richard Nixon y de poner casi en el mismo trance al "bragueta alegre" de Bill Clinton.

Pero que no se engañe el imperio. Podrá poner a dieta al gordo Antonini para hacerlo parecer más simpático y más veraz a un pueblo como el norteamericano obsesionado por el temor al sobrepeso y a sus secuelas, el colesterol y los triglicéridos, pero los venezolanos no nos tragamos eso: ya hay todo un movimiento de nuestras masas que atiborran las calles y plazas de Venezuela condenando a la vez el magnicidio, el golpismo, los militares bolivianos, los opositores hondureños y todos los cómplice del Gran Culpable.

A todo y a unos El Gran Culpable de todos los males que aquejan a los venezolanos como pueblo y a algunos de sus individuos. Creíamos que eso no pasaba de ser una generalización perezosa hasta que vimos en la prensa que el Partido Comunista de Venezuela llevaba a cabo una manifestación frente a la Embajada americana. Lo cual nos hizo recordar una especie de adivinanza que corre hace tiempo por toda América latina y cuya pregunta era: cuando descubren que su mujer los engaña, ¿qué hacen respectivamente un conservador, un liberal y un comunista? Respuesta : el conservador mata a la mujer, el liberal se divorcia, y el comunista le cae a pedradas a la Embajada americana.
Cuentan quienes vieron de cerca esta manifestación de ahora que cada uno de los manifestantes tenía su agravio particular que cobrarle a los gringos, y cada uno llevaba para ello en la mano su bolsita de guijarros y peñones. Al frente, José Vicente Rangel llamaba la atención porque se presentó con un muy imperialista container lleno de piedras, como si quisiera hacerse pagar una muy vieja y larga factura.
Según la misma prensa, imperialista o no, el Comandante-Presidente llamó desde Pekín. Como no lo escuché, no me consta que haya preguntado como el otro: "¿Arde Caracas...?" hemeze@cantv.net

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