domingo, junio 08, 2008

Historiador venezolano (Manuel Caballero) opina sobre el candidato demócrata Obama.

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Manuel Caballero que publica todos los domingos en El Universal.

¡Obama presidente!

La elección de Obama sería la primera revolución social del siglo XXI

En el momento de escribir estas cuartillas, el senador Barack Obama acaba de superar el número de delegados a la convención que lanzará la candidatura presidencial demócrata. El título de esta columna no refleja entonces una realidad, o no la refleja todavía, pero de seguro será el slogan que brotará de millones de gargantas estadounidenses de aquí hasta noviembre; y si Obama logra superar el escollo de su elección, será un hecho real durante los próximos cuatro años, y quizás ocho.

Pero aun si no lograse llegar por votos al Salón Oval, a Barack Obama "nadie le quita lo bailao", como dirían nuestros antepasados andaluces. Lo cual se resume en una simple frase: su nominación es la primera revolución social del siglo XXI. Para compararla con la rusa de 1917, la nominación es su Febrero, su elección sería su Octubre. Y eso tiene y tendrá lugar sin guerras ni hambrunas, sin disparar un solo tiro, por el impulso revolucionario del voto popular.No es un gazapo

No es un desliz de pluma: hemos escrito, y aquí subrayaremos, revolución social. Porque esta vez no se trata de un simple cambio político, como podría serlo el de una administración republicana por otra demócrata; y ni siquiera una simple lucha por el poder como al final se reveló la dominación bolchevique en Rusia, sino de un cambio muy profundo en la entraña misma de la sociedad, que en cuarenta años pasó del impune asesinato del adolescente negro Emmet Till en Little Rock, Arkansas, a que hoy un negro pueda pelear por la presidencia con la mayor expectativa de triunfo.

Cierto, Barack Obama no es negro, sino mulato: su madre era blanca. Pero, uno, ese es un matiz que nada significa para los racistas de todo el mundo; dos, que su condición de mulato agrava su caso a los ojos de esos mismos racistas por ser el producto de lo que éstos más temen y odian: la mezcla de colores, el mestizaje, y peor aún, no fruto de la violación de una negra por un blanco, sino de la cópula consentida (y santificada por la iglesia) de un negro y una blanca. Contar los pollos

Cierto también, no se puede decir todavía, como suelen sentenciar los franceses, que les jeux sont faits o, más a la criolla, que no se deben contar los pollos antes de nacer: falta ver si la "mayoría [nada] silenciosa" a la que apelaba Nixon saca fuerzas del fondo de varios siglos de esclavitud impuesta a los negros y derrota a Obama en las elecciones; así sea para darle la presidencia al alter ego de George W. Bush, acaso el peor gobernante de la historia de EEUU.

Pero aun en esa eventualidad, digámoslo de nuevo, Obama ya ganó. Pero mucho más que él, ganó su país, el cual otra vez (después de Lincoln), protagoniza una revolución que cambia la faz de EEUU y de la percepción de ellos en el mundo. Una idea de lo que eso significa, aunque pueda parecer epidérmica y sólo personal es lo que me ha sucedido escribiendo este artículo. Cuando escribí la palabra racistas, al principio había puesto "la sociedad WASP", pero de inmediato me di cuenta de mi error, producto de un tenaz estereotipo: una gran mayoría de los apoyos de Obama proviene de jóvenes white anglo saxon protestants (WASP).Y a mí ¿que me importa?
¿Tiene todo eso algún valor viéndolo desde la perspectiva de nuestro país? ¿Qué puede interesarnos, salvo a los estudiantes de diplomacia, lo que suceda allá en el Norte? La pregunta es tonta, pues, como sucede siempre con un gran imperio (Roma, España, Inglaterra), ellos están presentes en nuestro pan y nuestras lágrimas cotidianos. Pero también si salimos de las generalidades y entramos en lo concreto, en lo más específico.

En primer lugar, la nominación y sobre todo la posible elección de Obama deja al teniente-coronel colgado de la brocha propagandística. Nada de lo que dijese contra los gobiernos de Estados Unidos tenía un impacto tan eficaz como mostrar la vera efigie de un gringo rubio, coloradote y ojiazul, un John Wayne al que no le hacían falta las cuarenta y cinco (y más si las mostraba al cinto) para odiarlo no por lo que hacía sino por lo que era: blanco, anglosajón y protestante. Lo que permitía dirigir los odios de mestizos hispanoparlantes y católicos.
Nada vale ahora dragonear de "zambo", porque quien gobierna en el Norte odiado es mulato y hasta sospechoso de ser medio musulmán.

Ser o no ser

The time is out of joint ("El mundo está puesto al revés") dice Hamlet al comienzo de su queja cuyo verso más conocido es aquel que reza to be or not to be. Nunca como en los tiempos que vivimos, las tornas se han vuelto tales a pareja velocidad.

Mientras que en Estados Unidos racistas, se candidatea y casi seguro se elige a un negro, en Suráfrica, en el país de ese inmenso negro antirracista que se llama Nelson Mandela, los pobres de esa nación persiguen y tratan de linchar a los africanos de otros países que se han refugiado huyendo de la hambruna, la discriminación y la violencia. El racismo, valga la paradoja, no tiene raza.

Y sin ir tan lejos, en un pobre país situado al norte de la América del Sur, una izquierda a la cual una doctrina insistente había logrado hacer de su antimilitarismo y su antiautoritarismo casi una segunda naturaleza muy seria y muy formal, hoy se pliega sumisa a los caprichos de un bufonesco mandón, militarista y autoritario, y tiene el cinismo de proponer semejante excreta de nuestro peor siglo XIX, nada menos que como "socialismo del siglo XXI".
hemeze@cantv.net

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