Artículos de opinión de los historiadores venezolanos
Les dejo acá el artículo quincenal del historiador Diego Bautista Urbaneja que publica todos los Jueves en El Universal.
Lo que está en marcha, por el lado del oficialismo, es la construcción de, por una parte, un aparato verbal, y por otra, de un aparato de poder, huecos por dentro, pero no por ello menos amenazantes y merecedores del rechazo más activo y militante que esté a nuestro alcance. Desgranemos estas afirmaciones.
Tenemos, para empezar, la construcción de todo un castillo de palabras que nadie sabe bien lo que quieren decir, y los que creen saberlo seguramente entienden cosas distintas el uno del otro. "revolución", "contrarrevolución", "socialismo", "conciencia revolucionaria", "conciencia socialista", y por ahí. Dado que el país -volveremos sobre ello- no es ni socialista ni revolucionario en sus actitudes reales, la indefinición de las palabras es esencial para que el castillo verbal se pueda construir y pueda funcionar. Que cada quien entienda por esos vocablos lo que más o menos le parezca. Lo importante es que a la chita callando, este tinglado sirva a la construcción del otro, el aparato de poder.
Tenemos luego de éste otra construcción de un aparato de poder. Todo ese proceso de sumisión de todos los órganos del Estado a los dictados del jefe supremo y de concentración de poder, el establecimiento de una guardia -la milicia de reserva- al servicio directo de Chávez, el debilitamiento de gobernaciones y alcaldías, esas leyes ominosas de las que tuvimos hace días dos muestras alarmantes: la que pone a las instituciones culturales a construir el socialismo y la que establece un sistema de inteligencia y contrainteligencia en el que todos tenemos que ser cómplices... Ese proceso a través del cual el Estado, sometido a su vez a la voluntad personal del jefe único, atenaza cada vez más el cuerpo social.
Armatoste
Decíamos que el castillo verbal es un servidor del armatoste de poder. Esa tramoya de términos -y más aún si su significado sólo lo maneja un reducido núcleo de personas y, en el extremo, el jefe al cual todo está sujeto- abona a la extensión e intensificación indefinida de los poderes del Estado, que son los de Chávez, sobre la ciudadanía. En nombre de la construcción del socialismo y de defensa de la revolución no hay nada que el Estado no pueda hacer ni límite que se le pueda poner. Esa historia es vieja. El siglo XX fue testigo y testimonio de hasta donde se llega por esa vía: la URSS, la China de Mao, Camboya, Cuba, Europa del Este.
Pero esas armazones de palabras y de poder están vacíos. Una parte importantísima y mayoritaria de la sociedad los rechaza activamente. La parte que respalda al jefe de todo eso, lo que hace es respaldarlo a él, pero en la gran mayoría de ellos no están presentes las actitudes propias de la idea socialista y revolucionaria, en cualquiera de los sentidos habituales de esas palabras. El grueso de la sociedad es, al modo venezolano, individualista, amante de la prosperidad personal, apegado a la propiedad de sus cosas, a ver una relación directa y clara entre su trabajo, sus pertenencias y su propia situación. Por eso casi nadie ve el canal ocho.
Castillos de poder
De manera que los castillos de palabras y los aparatos de poder "socialistas y revolucionarios" se construyen sobre una población que no es ni socialista ni revolucionaria, aunque una parte de ella repita las palabras, cumpla los rituales, y parezca aceptar las tenazas que sobre ella y sobre todos se ciernen.
Porque, por muy vacíos que estén, los tinglados se van montando. Ahí esta la reserva como un quinto componente de la FAN, contra lo que dice la Constitución; ahí están esas recientes dos leyes y muchas más; ahí está la PM en manos de Interior y Justicia; ahí están todos los poderes, obedeciendo sin chistar; ahí están esos fondos y bancos del Estado administrando como le viene en gana a Chávez la mayor parte de lo que entra por petróleo. Unas construcciones de palabras y de poder construidos sobre un país que no les brinda soporte ni vida, pero que tiene que oír las unas y saber que está presente el otro. De allí es que sale toda esa variedad contradictoria de formas de esquivamiento, resistencia, escape, amortiguamiento, impotencia, aceptación provisional, combate.
Nada de eso ha ocurrido sin que gran parte del país haya hecho cuanto ha estado a su alcance para denunciarlo, resistirlo, impedirlo. Y así seguirá siendo hasta que llegue -porque llegará- el momento en que el proyecto político que "el jefe" quiere adelantar se hunda, bajo el peso de sus errores y del esfuerzo por detenerlo que al fin dará con la forma de tener éxito.
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