Efemérides
El fin de semana he visto la versión de Michael Gordon (1950) de la famosísima obra de Edmond Rostand: Cyrano de Bergerac. No niego que me gustó mucho más la primera versión que vi, que fue la de mi época cuando estudiaba pregrado en la universidad: la interpretada por Gerard Depardieu y dirigida por Jean-Paul Rappeneau en 1990; pero la que acabo de ver me ha dejado encantado la actuación de José Ferrer (por algo le dieron el Oscar a mejor actor).
Hay una escena que me gusta sobremanera, que resalta el ideal de humanidad promovido por el mundo moderno: el de la autonomía e independencia del alma. Es la escena en que el enemigo de Cyrano (Antoine Comte de Guiche) al no poder matarlo, busca tenerlo bajo su dominio al ofrecerle ser parte de su séquito e incluso le ofrece facilitar que sus obras de teatro se representen. Cyrano sabe que eso llevaría a su anulación como ser humano; le hará rico quizás, le hará famoso posiblemente, pero ya no será él, sino una pieza más de los poderosos. De esa manera rechaza el ofrecimiento, y cuando su mejor amigo le recrimina la oportunidad que ha perdido, el responde con un discurso que “para los pelos de punta”:
Hay ciertas cosas en el mundo ante las cuales uno se debe revelar…(dice Cyrano).
Oh, tu gran independencia, tu orgullo…¿Cómo esperas triunfar en esta vida? (dice su amigo).
La respuesta de Cyrano…
¿Qué te gustaría que hiciese? ¿buscar la protección de un gran hombre como la hiedra que abrazada al tronco del árbol va lamiendo su corteza y va trepando con astucia?
No, gracias.
¿Hacer el bufón con la única esperanza de forzar la sonrisa de un rostro frío?
No, gracias.
¿Esperar a que un imbécil me siente a su mesa, hacerme callos en las rodillas ejecutar contorsiones con agilidad dorsal y arrastrarme como una serpiente?
No, gracias.
¿Rascar con mi mano izquierda algo de oro mientras mi mano derecha fingiendo ignorarlo recoge la limosna?
No, gracias.
¿Consumir el fuego que Dios me ha dado quemando incienso todo el día?
No, gracias.
¿Esforzarme para que mi nombre salga en una columna de la gaceta? ¿calcular, conspirar, temer?
No, gracias.
¿Hacer visitas en lugar de escribir poemas? ¿Buscar recomendaciones, favores e influencias?
¡No, gracias! ¡No, gracias! Mil veces, ¡no, gracias!.
En cambio; cantar, soñar, escribir, pasear por donde me plazca, libre para juzgar las cosas como son y decir la verdad con voz vibrante, poder colocarme el sombrero como quiera. Y por un si o un no, luchar o escribir, pero únicamente los versos que me inspire el corazón. Andar por un camino con sol o con estrellas, siéndome indiferente que conduzca a la fama o a la fortuna. Y decir alegremente: alma mía, conténtate con flores, con espinas, o con malas hierbas…siempre que sean de tu jardín. En una palabra, soy demasiado orgulloso para ser un parásito. Y si mi naturaleza no tiene alas que me lleven hasta el cielo, prefiero estar en la tierra como el pino montañero. Quizás no muy alto, pero solo.
Hay una escena que me gusta sobremanera, que resalta el ideal de humanidad promovido por el mundo moderno: el de la autonomía e independencia del alma. Es la escena en que el enemigo de Cyrano (Antoine Comte de Guiche) al no poder matarlo, busca tenerlo bajo su dominio al ofrecerle ser parte de su séquito e incluso le ofrece facilitar que sus obras de teatro se representen. Cyrano sabe que eso llevaría a su anulación como ser humano; le hará rico quizás, le hará famoso posiblemente, pero ya no será él, sino una pieza más de los poderosos. De esa manera rechaza el ofrecimiento, y cuando su mejor amigo le recrimina la oportunidad que ha perdido, el responde con un discurso que “para los pelos de punta”:
Hay ciertas cosas en el mundo ante las cuales uno se debe revelar…(dice Cyrano).
Oh, tu gran independencia, tu orgullo…¿Cómo esperas triunfar en esta vida? (dice su amigo).
La respuesta de Cyrano…
¿Qué te gustaría que hiciese? ¿buscar la protección de un gran hombre como la hiedra que abrazada al tronco del árbol va lamiendo su corteza y va trepando con astucia?
No, gracias.
¿Hacer el bufón con la única esperanza de forzar la sonrisa de un rostro frío?
No, gracias.
¿Esperar a que un imbécil me siente a su mesa, hacerme callos en las rodillas ejecutar contorsiones con agilidad dorsal y arrastrarme como una serpiente?
No, gracias.
¿Rascar con mi mano izquierda algo de oro mientras mi mano derecha fingiendo ignorarlo recoge la limosna?
No, gracias.
¿Consumir el fuego que Dios me ha dado quemando incienso todo el día?
No, gracias.
¿Esforzarme para que mi nombre salga en una columna de la gaceta? ¿calcular, conspirar, temer?
No, gracias.
¿Hacer visitas en lugar de escribir poemas? ¿Buscar recomendaciones, favores e influencias?
¡No, gracias! ¡No, gracias! Mil veces, ¡no, gracias!.
En cambio; cantar, soñar, escribir, pasear por donde me plazca, libre para juzgar las cosas como son y decir la verdad con voz vibrante, poder colocarme el sombrero como quiera. Y por un si o un no, luchar o escribir, pero únicamente los versos que me inspire el corazón. Andar por un camino con sol o con estrellas, siéndome indiferente que conduzca a la fama o a la fortuna. Y decir alegremente: alma mía, conténtate con flores, con espinas, o con malas hierbas…siempre que sean de tu jardín. En una palabra, soy demasiado orgulloso para ser un parásito. Y si mi naturaleza no tiene alas que me lleven hasta el cielo, prefiero estar en la tierra como el pino montañero. Quizás no muy alto, pero solo.
Por Favor si tienes algun material o links donde pueda leer acerca de la Ley de Hurtos, de 1830 Venezuela.
ResponderBorrarAgradeciendo de ante mano el apoyo que me puedas brindar.
Marcos
mi mail : macabela2@gmail.com
Estimado Marcos: debes ir a los archivos, no la tengo a la mano. Ir a la biblioteca de derecho de UCV y busca el "índice" de leyes.
ResponderBorrarVoy a averiguar...pero debes ir a las bibliotecas
saludos