martes, febrero 27, 2018

Fallece el historiador venezolano Ramón Tovar, autor de "El enfoque geohistórico".

Noticias copiada del Correo del Orinoco:
Caracas, 27 de Febrero.- Este martes 27 de febrero falleció el historiador y docente Ramón Tovar, estudioso de amplia trayectoria y prolífica obra, galardonado el año pasado con el Premio Nacional de Historia en su primera edición.
El deceso fue informado por el ministro del poder popular para la Cultura, Ernesto Villegas, quien escribió a través de la red Twitter: "Ramón Tovar, maestro de maestros, fundador de estudios de Geohistoria en Venezuela y revolucionario de toda la vida, acaba de fallecer a los 94 años de edad. Semanas atrás fue galardonado con el Premio Nacional de Historia, instituido por presidente Nicolás Maduro ¡Honor y gloria!".
Tovar se graduó en 1950 del Instituto Pedagógico Nacional, donde estudió Ciencias Sociales. En 1960 realizó un postgrado en el Instituto de Geografía de la Universidad de Estraburgo, en Francia.
Su obra más conocida es El enfoque geohistórico, donde ahonda en el concepto de la geohistoria, su fundamental línea de trabajo, a la que definió como “ciencia que intelecta el espacio concebido y creado por los hombres, organizados en sociedad, ceñidos a condiciones históricas dadas o determinadas. No hay otra geografía que no sea la llamada humana, mejor identificarla como Geohistoria”.

Nueva publicación de María Dolores Peña: "Sembrar cacao y pedir prestado. Vida femenina en el Catón de Güiria, 1846-1885"

Don Tomás Straka nos recomienda esta nueva publicación que se puede conseguir acá.

Sembrar cacao y pedir prestado.  Vida femenina en el Catón de Güiria, 1846-1885, de María Dolores Peña.  Editado por la Universidad Metropolitana, es un estudio exhaustivo sobre el rol de las mujeres que dirigieron plantaciones de cacao y ejercieron actividades comerciales en el oriente venezolano.  El libro ayuda a derrumbar muchos mitos sobre la condición de la mujer, demostrando que no fue tan ajena al emprendimiento y al liderazgo de empresas como pudiera pensarse.   Sin duda, un verdadero aporte para la historiografía regional, la perspectiva de género y la comprensión de la economía venezolana durante el siglo antepasado. 


martes, febrero 20, 2018

Las diez características del caudillismo

El caudillismo eterno

Resultado de imagen para páez vuelvan carasCarlos Balladares Castillo

Publicado en el WSI. 

El gran Umberto Eco nos dejó entre tantos escritos una joya pedagógica que explica en 14 características lo que es el Fascismo, y que llamó el “fascismo eterno”. Afirma que dicho fenómeno no debe cumplir exactamente con todos los rasgos que lo definen, pero sí con la mayoría de ellos, y señala que debemos tener cuidado de confundirlo con otras realidades con las que comparte algunos elementos. A pesar de su advertencia, son muchos los irresponsables que usan el término como una ofensa sin cerciorarse si su víctima es o no realmente un fascista. Se puede decir que esa gente no tiene remedio. Sin duda Eco se la puso fácil al que no quiere ser engañado. Salvando las distancias, me gustaría emular al gran filósofo haciendo lo mismo pero con el caudillismo, a pesar de no ser una ideología. Palabra que en Iberoamérica nos ha servido para hablar erróneamente de todo jefe autoritario, especialmente si está relacionado con los militares u hombres de armas. Sabemos que muchos seguirán haciendo lo que quiera con ella, aunque nosotros queremos creer que esta pequeña contribución puede ayudar a hablar con más cuidado e incluso estar atentos ante la reaparición de los principales rasgos del terrible mal. Los rasgos o características que ahora enumeraremos fueron tomados de mi tesis de maestría (2016): “El surgimiento de los caudillos en el proceso de Independencia de Venezuela (1808-1817)”.
1. La gente habla de caudillismo al referirse claramente a una “tendencia” en el ejercicio del poder donde prevalece la acción de los caudillos. De manera que más que hablar de caudillismo tenemos que señalar los rasgos del caudillo, y a eso nos vamos a referir fundamentalmente. Porque en realidad el caudillismo es un sistema de jerarquías y pactos entre los caudillos que forman una pirámide (Diego Bautista Urbaneja), por lo cual podrían existir estos últimos más no el caudillismo. Es decir, dicha pirámide está conformada por caudillos regionales y locales, los cuales establecen un acuerdo entre ellos para “elegir” a un caudillo nacional (especie de árbitro). La existencia de esta red piramidal no quiere decir que el poder sea transitivo, sino que cada caudillo manda sobre el que está inmediatamente debajo de él y nada más.
2. El caudillismo y el caudillo solo pueden existir si el ejército formal es inexistente o débil en su capacidad para centralizar el poder del ejercicio de la violencia. Y por tanto la misma condición se aplica al Estado: a menor Estado mayor posibilidad de aparición del caudillo y/o el caudillismo. El caudillo representa una fragmentación del poder.
3. El caudillo es un jefe guerrero, de allí deriva su nombre según el Diccionario de la Lengua Española el cual nos señala que su origen proviene del latín: “capitellus”, que se refiere a “cabeza”, el que dirige y manda a la gente de guerra. Puede ser un jefe militar, es decir, que pertenece a un ejército formal aunque cumpliendo con las condiciones del punto 2.
4. El caudillo es un jefe político personalista, porque su voluntad personal carismática y violenta determina sus decisiones como autoridad, y no las leyes o las instituciones. Las bases de su carisma son sus habilidades guerreras y de liderazgo: que demuestra en los triunfos en batallas, heroicidad, dominio como jinete, porte y nobleza, condición de “macho” (capacidad de conquista amorosa y de reproducción: gran cantidad de hijos), y guía o mando de los soldados en las campañas: relación informal en la vida cotidiana con los soldados, uso del lenguaje y costumbres de los soldados y trato igualitario salvo en la batalla.
5. El caudillo controla un ejército privado o hueste o “partida” (no formal) que puede entrar en conflicto con el ejército formal cuando éste limite su poder; o la creación de fuertes lazos de lealtad entre soldados y el caudillo que llevan a una relativa “privatización” de los cuerpos del ejército que están bajo su mando. Sus soldados lo idealizan brindándole diversos títulos como “taita”, etc. que le permite una casi ciega obediencia. Es por medio de este ejército particular que influye en política.
6. La autoridad del caudillo puede centralizar varios tipos de poderes: el económico, el social, el político (incluso institucional: creación e interpretación legal y de justicia), y el militar por supuesto; en una determinada localidad o región.

7. El caudillo es un terrateniente porque es la tierra el principal medio por el cual logra el apoyo de su ejército privado, el cual lo conforman personas que dependen del empleo en sus haciendas y de los recursos que estas proveen para subsistir. Al mismo tiempo determina la prosperidad de la localidad o región y por ello controla las decisiones económicas. Estas tierras le permiten el adoptar algunas características de “feudo”: autonomía o aislamiento geográfico y político frente a las instituciones.
8. El caudillo es un patriarca generoso (o patrón justo que escucha las demandas): lo cual logra apadrinando muchos de sus peones o hijos de personas influyentes de la localidad, de manera que se cree un vínculo religioso-familiar con sus seguidores o aliados; además de satisfacer relativamente las necesidades de las personas bajo su autoridad, en especial sus soldados y en segundo término la población donde ejerce su poder.

9. El caudillo dirige un ejército privado el cual recluta sin grandes exigencias de las condiciones de sus soldados para el combate, y la jerarquía de mando solo responden a su voluntad personal y a la lealtad que le tengan dejando para un segundo plano el mérito.

10. La “forma caudillesca” de hacer la guerra es predominantemente informal (tipo guerrillera) y con ausencia importante de armas de fuego y del uso de la infantería. El caudillo tiende a dar grandes libertades a sus soldados de modo que ejercitan el saqueo y la crueldad.


Un último aspecto, que no hemos querido enumerar, es el hecho que se ha dado un acuerdo historiográfico que establece al caudillo con un fenómeno del siglo XIX en Iberoamérica. Lo que seguramente ya muchos habrán advertido en algunos factores de sus rasgos. Creo que esto nos bastaría para dejar de llamar “caudillo” a toda expresión personalista, pero si no ocurre por lo menos que nos sirva de recordatorio porque una centuria no pasa en vano. Somos hijos de los caudillos, por lo que el personalismo político es una enfermedad de la cual todavía no logramos curarnos definitivamente. 

viernes, febrero 16, 2018

El amigo e historiador Tomás Straka nos informa que el Diccionario de Historia de Venezuela, impulsado y publicado por la Fundación Empresas Polar, se estrena en su versión digital.

Una de las obras esenciales de la historiografía venezolana está ahora al alcance de todos vía online.  A treinta años de su primera edición de 1988, el Diccionario de Historia de Venezuela, impulsado y publicado por la Fundación Empresas Polar, se estrena en su versión digital.  

Producto de un esfuerzo colectivo y multidisciplinario, inicialmente coordinado por Manuel Pérez Vila, el diccionario ofrece una información accesible y a la vez rigurosa sobre personajes, procesos, hechos, instituciones, manifestaciones culturales, legislación, tradiciones y geografía venezolanos. No sólo se buscaron a los mejores especialistas del momento para que redactaran las entradas, sino que se ofrece en cada una de ellas una selección bibliográfica sobre el tema que sirve de orientación para quienes quieran profundizar en el tema.  A ello hay que sumar los diez valiosísimos apéndices con datos básicos sobre de Centros Poblados, Centros Poblados Petroleros, Viajeros a Venezuela, Danzas, División político-territorial, Misiones, Monedas, Obispados y Tratados Internacionales.  Por esta razón, tanto en el país como en el exterior, se ha convertido en sus treinta años en una fuentes de consulta insoslayable para aquellos que estén interesados en comprender a Venezuela, especialmente para los educadores y estudiantes de todos los niveles.  En 1997 apareció una segunda edición, ampliada, que es la que hoy puede consultarse en la web. Como la Fundación Empresas Polar no se preocupan sólo por el contenido, sino también por lhacer ediciones bellas, en 1999 obtuvo el Premio La Letra de Oro en el prestigioso concurso de los Libros Más Bellos del Mundo, en Leipzig, Alemania. 

Queriendo llegar todavía más lejos con sus proyectos editoriales, muchos de los cuales se encuentran agotados, Fundación Empresas Polar ha creado la web BiblioFEP.  En ella están  a disposición de todos y de manera gratuita, una parte de significativa de los libros que ha editado en sus cuarenta años de existencia.  

En el caso del Diccionario no se trata de su simple versión en PDF, sino de un verdado buscador en la que los interesados podrán hacer una búsqueda simple con sólo colocar una palabra, por ejemplo un autor o una ciudad, que la llevará a todas aquellas entradas en la que aparece citada de algún modo, así como a otras relacionadas con el tema.  Hay además unas opciones de búsqueda avanzada, por el tipo de entrada y la clasificación temática.  Con esto, lo que en 1988 fue toda una innovación, recogiendo y sistematizando el conocimiento histórico venezolano en una obra, da ahora otro paso adelante. Podemos cecir que estamos ante una transformación cultural de ggran alcance que pronto nos afectará, de uno u otro modo, a todos: la investigación y difución de la historia que saltan de los tradicionales formatos del papel a la era digital.



Tomás Straka

jueves, febrero 15, 2018

El sábado 24 es la presentación del nuevo libro del historiador David Ruíz Chataing, "Historia de las ideas en Venezuela: estudios breves"

El sábado 24 tendré el gusto de presentar la nueva obra del colega y amigo David Ruíz Chataing, Historia de las ideas en Venezuela: estudios breves, en la Librería Lugar Común del C.C. Paseo Las Mercedes, a las 3:00 PM.



viernes, febrero 09, 2018

Cecilio Acosta en su bicentenario, en palabras de los historiadores: Horacio Biord Castillo y José Marcial Ramos Guédez.

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Cecilio Acosta, bicentenario de la civilidad y la periferia
Hoy, primero de febrero de 2018, es un gran día para la patria ...

RCL les invita a leer a Horacio Biord Castillo.-

Hoy, primero de febrero de 2018, es un gran día para la patria, para lo más hondo y entrañable de la patria, un día grande para la patria civilista, para la patria de las bellas letras, para la patria de la institucionalidad, el derecho y la reflexión social, para ese terruño fértil aunque constantemente amenazado de la decencia y la bonhomía, de la alteza de miras. Hoy, un día como hoy hace doscientos años, nació en un pueblo llamado San Diego, antaño floreciente, hogaño deprimido, un párvulo (como reza la partida del bautismo administrado dos días después, el tres de febrero de 1818) que llegaría a ser un justo entre los justos. Ese Cecilio Juan Ramón del Carmen sería andando el tiempo un grande entre los más grandes varones de la patria venezolana, que no es más que un pedacito fecundo de la patria hispanoamericana y de la patria iberoamericana que la engloba, sin renunciar al carácter latinoamericano, como en un juego de identidades que se superponen, cual cajas chinas y filigranas amerindias.
“Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto”, escribió en julio de 1881 Jose Martí. Ese justo, en las palabras del gran polígrafo, se distinguía por su “cabeza altiva, que fue cuna de tanta idea grandiosa”, por “aquellos labios que hablaron lengua tan varonil y tan gallarda” y “mano que fue siempre sostén de pluma honrada, sierva de amor y al mal rebelde”.
Hoy, sin embargo, tantos años después, no se puede dar por cierto que un hombre justo, con una mente excepcional que sirvió de “cuna de tanta idea grandiosa”, dueño de una “lengua tan varonil y tan gallarda” y un escritor “de pluma honrada, sierva de amor y al mal rebelde” haya muerto de verdad. No. La patria lo necesita, lo necesita vivo, como a Bolívar, como a Miranda, como a Páez, como a Bello, como a Gallegos, como a Guaicaipuro, como al Negro Miguel, como a José Gregorio Hernández, como a Teresa Carreño, como a José Antonio Ramos Sucre, como a Teresa de la Parra, como a Andrés Eloy Blanco, como a las Negras Hipólita y Matea, que prestaron la leche bendita de sus pechos para criar la patria que por ello resultó bendecida.
A Cecilio Acosta no lo podemos contar entre los muertos y menos ahora, cuando se hacen más actuales sus advertencias sobre la turbulenta vida social y política que ayer como hoy nos precipita por insondables abismos. A Cecilio Acosta no lo podemos dejar olvidado en el Panteón Nacional como si de verdad estuviera, vuelve a decir Martí, hueca y sin lumbre su cabeza altiva, mudos sus labios y yerta aquella mano que empujó el pesado carro de la dignidad frente a los tiranos y mediocres.
A Cecilio Acosta lo debemos sacar de ese ataúd perfecto de los héroes santificados, como justificación, por el despotismo. Don Cecilio, niño, joven, sabio en su impoluta madurez, debe caminar por las veredas verdirrojas de su patria chica de San Diego de Los Altos, por los caminos ahora otra vez polvorientos y acongojados de su patria venezolana y por el sueño anfictiónico, todavía posible, de la patria grande y de la más grande aún que nos convoca con las mismas voces de caballería que escucharon Babieca y Rocinante en la meseta castellana. Don Cecilio no puede ser desprendido de Venezuela, de Colombia, de Chile, de España, de tierra alguna donde se agradezca con un amable “gracias”.
Don Cecilio ha de ponerse otra vez, agrandados, esos zapaticos de oro que le atribuyen en Guareguare, caserío de San Diego de Los Altos que aún se disputa su cuna, y encontrar, por generosa donación de tantas generaciones de venezolanos, el dinero para enviar todas las cartas y escribir todos los libros que nos haya de mandar o dedicar.
Don Cecilio no ha muerto, sino que acaso doscientos años después, vuelve a nacer en un país que otra vez tembló de pavor, que otra vez tiembla de pavor. Necesitamos, seguimos necesitando, su voz y su ejemplo. Solo así podremos desovillar la maraña que esconde el hilo para salir del laberinto y burlar al monstruo de mil caras y mil manos que lo custodia y somete, burlándose del barro del que no solo estuvo sino que está hecho don Cecilio: el barro del pueblo, el barro de la pobreza, el barro de la sabiduría y la nobleza.
Cecilio Acosta fue un hombre de periferias: nació en una pequeña población aledaña a Caracas, fue pobre de solemnidad, vivió en un país visto como periferia de centros mundiales de poder y, dentro de él, pertenecía con orgullo a la periferia de los justos, de los alejados del poder, de los mancillados por el modo caudillesco y militarista de conducir el país. Héroe de esa paradójica periferia de la civilidad, Acosta no reclama por sí mismo su puesto entre nosotros, humilde como fue el sabio. Somos nosotros, los venezolanos del siglo XXI que todavía no fructifica en nuestros suelos, quienes lo precisamos para que, como tanto aconsejaba él, nos beneficiemos de la luz que se difunde en vez de enceguecernos con la que se concentra en forma avasallante, indebida, indecente, petulante.
Reclamemos a Cecilio Acosta como signo y símbolo de la Venezuela civilista, de la patria buena donde, cual diría Rómulo Gallegos sobre el Llano, “una raza buena ama, sufre y espera”. Y esa espera la puede iluminar un justo como Acosta, un hombre que no sucumbió ni en las garras asesinas del poder ni en la genuflexión obscena y lucrativa ante los caudillos que se creían ilustres en las Américas e inmortales entre los mortales, llamados −pensarían− a ser saludados como César.
Los verdaderos inmortales son los hombres como Cecilio Acosta, aquellos que, cual señaló Martí, cuando alzan el vuelo tienen limpias, muy limpias, las alas y, añado yo, las manos sin rastros de sangre, codicia o venganza.

Horacio Biord Castillo

Escritor, investigador y profesor universitario
Presidente de la Academia Venezolana de la Lengua
Director de la Academia de la Historia del Estado Miranda

CECILIO ACOSTA Y LA PUBLICACION DE SUS ESCRITOS.
                                                                                      por José Marcial Ramos Guédez.
                                                                                          

       Llama la atención, que en el artículo de Carmela Longo,  titulado: "En su bicentenario la obra sigue vigente - Cecilio Acosta no ha muerto" (Ultimas Noticias. Caracas, 27-01-2018), la autora  señala entre otras cosas, que los escritos del personaje citado "...nunca fueron editados formalmente. En 1908 se trató de hacer una recopilación de sus poemas y ensayos, pero no se pudo. Fue hasta la década de los 40 cuando comenzó formalmente a editarse y a divulgarse su obra como antología..." En tal sentido, le recuerdo a la periodista aludida, que entre los años 1908-1909, salió a la luz pública : Obras de Cecilio Acosta, Caracas: Empresa El Cojo, 5 tomos. Textos y poemas, recopilados por Pablo Acosta y Juan de Dios Méndez e introducción de José Martí. En dichos volúmenes, se incluyeron discursos académicos, estudios de derecho internacional, los partidos políticos, la historia patria, religión y filosofía, arte literario, filología, filosofía jurídica, derecho constitucional, economía política, jurisprudencia civil y penal, instrucción pública, poesías, artículos en revistas extranjeras, etc. Asimismo, antes del bienio 1908-1909, se editaron los siguientes libros de  Cecilio Acosta : Caridad, o frutos de la cooperación de todos al bien de todos (Caracas, 1855), Cosas sabidas y cosas por saberse. O: Federación Colombiana-Tolerancia política. Universidades e instrucción elemental- y Cuestión holandesa (Caracas, 1856), Reseña histórica y prospecto de Código del Derecho Penal (Caracas, 1865),  Juicio sobre la organización del Estado Bolívar según las ideas de la gloriosa revolución de 1868 (Caracas, 1868), Doctrina federal y leyes secundarias. Artículos de la redacción de "El Federalista" (Caracas, 1869), D.Cecilio Acosta (Poesías).(Curazao, 1889), Influencia del elemento histórico-político en la literatura dramática y  en la novela (Caracas, 1887) y otros. Luego, durante la segunda mitad del siglo XX y primeras décadas del XXI, se han publicado varias reediciones de los  escritos de   Cecilio Acosta, e igualmente numerosos ensayos y monografías sobre su vida y la permanente vigencia de sus obras.

      Una muestra de lo antes mencionado, tenemos en la edición de los siguientes libros : Acosta, Cecilio. Páginas escogidas / selección de J.A. Cova y prólogo de José Martí. Caracas : Editorial Cecilio Acosta, 1940;  Sambrano Urdaneta, Oscar. Cecilio Acosta / estudio preliminar y selección de Oscar Sambrano Urdaneta. Caracas : Academia Venezolana de la Lengua, 1963;  Grases, Pedro. Antología del pensamiento de Cecilio Acosta / compilación y prólogo de Pedro Grases.--2a.ed. Los Teques : Gobernación del Estado Miranda, Biblioteca Popular Mirandina, 1977; 16 estudios sobre Cecilio Acosta en el centenario de su muerte / prólogo de Manuel Alfredo Rodríguez, trabajos de J.A. Armas Chitty, Julio Barroeta Lara, Pedro Díaz Seijas, Oscar Sambrano Urdaneta, Virgilio Tosta, Ildefonso Leal, Manuel Pérez Vila y otros. Los Teques : Ateneo de Los Teques, Coedición con la Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1982 y Acosta, Cecilio. Obras completas / introducción por Oscar Sambrano Urdaneta, "Cecilio Acosta" por José Martí.--Caracas :  Ediciones La Casa de Bello, 1982-1984, 2 tomos. Para ampliar, la información sobre la bibliohemerografía de Cecilio Acosta, podemos consultar : Sojo Cardozo, Juan Pablo "Contribución bibliográfica para el estudio de Don Cecilio Acosta (1818-1881)" En: 16 estudios sobre Cecilio Acosta en el centenario de su muerte. Los Teques: Ateneo de Los Teques..., 1982, pp. 205-232; Becco, Horacio Jorge "Bibliografía crítica sobre Cecilio Acosta" En : Acosta, Cecilio. Obras completas. Caracas : Ediciones La Casa de Bello, 1982, Tomo 2 y Ramos Guédez, José Marcial "Cecilio Acosta" En : Bibliografía del estado Miranda. Caracas : Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1981. pp. 77-79.