sábado, febrero 08, 2014

Comentario a algunos obras de Andrés Bello a propósito de la nueva columna en "The Economist"



Autor: Carlos Balladares Castillo
Publicado en Código Venezuela y Noticiero Digital

Andrés Bello: el equilibro entre la libertad y el orden
 
A principios de febrero de este año, la revista británica “The Economist” eligió el nombre de Andrés Bello (1781-1865) para su columna sobre Latinoamérica. Un acontecimiento que nos llena de orgullo a los venezolanos (y chilenos, claro está), especialmente a los que creemos en la necesaria promoción de nuestros próceres civiles por encima de los caudillos y hombres de armas en general. Seleccionaron a Bello debido a que su vida, obra y pensamiento expresan su condición de ser un “liberal realista”, una persona que amaba la libertad pero en medio de instituciones fuertes. Creía en el imperio de la ley (la cual consideraba la verdadera patria), la educación pública universal y una sociedad abierta al comercio y las ideas. Estos tres principios son precisamente los que más necesitamos en la Venezuela del presente (la revista dice que en toda América Latina), de allí a que el texto se haya titulado: “relearning old lessons”.  

Al enterarme de la anterior noticia casualmente yo leía algunas de sus obras. Bello posee una gran cantidad de escritos (sus “Obras Completas” comprenden 26 tomos en su edición de 1981-84 de la Fundación La Casa de Bello) lo cual hace muy difícil la selección de algunos textos para tener una idea general de su pensamiento. Existen muchas biografías que podrían ayudar en este aspecto. Las últimas que leí fueron la de Pedro Cunill Grau: “Andrés Bello” editada en el 2007 por El Nacional y Bancaribe en la Biblioteca Biográfica Venezolana (Nº 40) y la de Iván Jaksic: “Andrés Bello. La pasión por el orden” editada también en el 2007 por Bid & co y la UCAB aunque es del 2001. Al final decidí hacer mi propia selección y leí su obra de teatro en tiempos de la Colonia: “Venezuela consolada”, algunos poemas, y unos breves textos sobre la situación de Hispanomérica después de la Independencia con sus propuestas para lograr el proyecto republicano (“Las repúblicas hispanoamericanas: autonomía cultural”, 1836; y “Aniversario de la victoria de Chacabuco”, 1842), en especial el “Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile” (17-IX-1843) que ningún universitario puede dejar de leer. 

“Venezuela consolada” nos muestra como Andrés Bello era un súbdito fiel al Rey (fue funcionario en la administración colonial desde 1802 hasta 1810) aunque esperanzado en el progreso que ofrecían los avances de la Ilustración. Es así como la obra describe un país azotado por la peste de la viruela hasta que el rey como padre protector envía la vacuna sanadora (Bello será miembro de “Junta Central de Vacuna”). Acá un extracto de la obra: “¿qué funestos motivos/ a tan fatal extremo/ de aflicción y dolor te han compelido?/ ¿No eres tú Venezuela?/ ¿Falta acaso a tus hijos/ del español monarca/ la amorosa tutela y patrocinio?” (versos 50 al 55). El drama se refiere a una región próspera especialmente por la riqueza de su tierra pero que vive la tragedia hasta que Carlos IV lo salva. 

Los escritos que luego leímos nos muestran un Andrés Bello que anhela el orden después del caos de las guerras, pero un orden no monárquico sino plenamente republicano. En “Las repúblicas hispanoamericanas: autonomía cultural” expresa una gran admiración por los Estados Unidos, a quien no lo ve como un enemigo sino más bien como un ejemplo a seguir. El problema es que los americanos del norte tenían las condiciones para la libertad (mayor igualdad, tradición en el ejercicio de los derechos, clase alta que está de acuerdo con los principios liberales) y nosotros los del sur éramos todo lo contrario. A pesar de ello podríamos lograr superar “los vicios del coloniaje” una vez terminada la lucha de emancipación con España, siempre y cuando acomodáramos los principios republicanos “sin alterarse en la sustancia”; y busquemos e inculquemos sinceramente “el amor al orden”. Eso se podría lograr – afirma - con educación generalizada y la llegada de nuevas gentes y capitales. 

El discurso en la instalación de la Universidad de Chile trata también este tema del orden en libertad pero desde la perspectiva de dicha institución educativa.  Bello intenta responder en cierto modo a la pregunta: ¿Cuáles son los aportes de la universidad al anhelo de los países iberoamericanos para hacer realidad el sueño republicano? Su respuesta es la de un hombre ilustrado: las letras generan la libertad, porque en la historia “el progreso de la civilización”, “el ansia de mejoras sociales” y la misma “sed de libertad” están íntimamente ligadas al renacimiento del interés por “la herencia intelectual de Grecia y Roma, reclamada, después de una larga época de oscuridad”. Luego afirma que las universidades son “depósitos” de saberes desde los cuales se extienden las luces (“un cuerpo eminentemente expansivo y propagador”). “No bien brota en el pensamiento de un individuo una verdad nueva, cuando se apodera de ella toda la república de las letras.” 

La generalización de la educación básica - la cual considera como “una necesidad primera y urgente; como la base de todo sólido progreso; como el cimiento indispensable de las instituciones republicanas” - necesita de las universidades como “condición indispensable”. Los “maestros competentemente instruidos” se “nutren” de “los buenos libros y métodos” que surgen de la instrucción superior. El discurso se desarrolla luego en cada una de las disciplinas del conocimiento, entre los cuales no podemos dejar de citar sus recomendaciones para el derecho, las ciencias políticas y la historia. Lo jurídico político debe liberar al Estado “de las manchas que contrajo bajo el influjo maléfico del despotismo” y “restituirlo a las instituciones republicanas”. La historia es – siguiendo a Herder, advierte Bello – un medio para explicar los hechos y especialmente es, entre otras cosas, “la experiencia del género humano” que ofrece “el saludable poderío de sus avisos”. 

La instrucción – concluye – nos lleva a desarrollar “largos pero agradables estudios”. En su caso nunca los interrumpió a pesar de las terribles condiciones que en algunos momentos padeció: pobreza en su exilio en Londres y muerte de su primera esposa, también verá morir a 9 de sus hijos. Sin duda que hay razones para admirarlo, pero lo más importante es preservar su gran sueño: la república liberal.  

lunes, febrero 03, 2014

Trudy Spira Z’’L (1932-2014): una venezolana en Auschwitz



Autor: Carlos Balladares Castillo
Publicado en: Código Venezuela y Noticiero Digital



Trudy Spira, Z’’L: una venezolana en Auschwitz
In memoriam

La señora Trudy Spira (1932-2014), sobreviviente del campo exterminio nazi de Auschwitz, nos dejó hace poco más de una semana: el mismo día que fue liberada por los rusos en 1945 y que desde el año 2005 la ONU estableció como el día para conmemorar las víctimas de la Shoá. Ella lo consideraba su segundo cumpleaños porque había vuelto a nacer; y siempre habló de una serie de casualidades en su vida, que no consideró como tales sino la clara muestra de la intervención divina. No hay palabras para describir todas las enseñanzas que dejó a tantas personas a través de las miles de charlas que dio (en algunas ocasiones daba 12 por semana, según me contó su nieto Bryan el cual - por otra casualidad - es mi actual alumno). No basta este pequeño artículo para agradecer y explicar el gran impacto que dejó en mi vida pero haremos el intento. 

El hecho de haber vivido desde niño en San Bernardino (urbanización de Caracas que hasta hace poco fue considerada un “barrio judío”, tanto que incluso algunos creían el mito que algunas de sus calles formaban una estrella de David si se veían desde el cielo) me permitió tener como vecinos a algunos sobrevivientes del Holocausto los cuales me contaron sus terribles experiencias. La señora Annie Reinfeld fue la primera sobreviviente que amablemente aceptó  dar su testimonio en una charla que dicté sobre el totalitarismo nazi; luego sería la señora Trudy Spira en mis clases sobre el siglo XX, que pude escuchar en muchas ocasiones y que admiraba por ser tan excelente pedagoga. Nunca lo explicaba de la misma manera, y lograba dejar a su auditorio en total silencio, hasta que a muchos se nos salían las lágrimas. En una ocasión la acompañé dos cuadras y ella me tomó del brazo, explicándome que cada vez que daba una charla quedaba sumamente cansada. Hace un año me dedicó su libro: “Regreso a Auschwitz” (2011, Caracas: CAIV. Impreso por Ex Libris), y me dijo: “me interesa mucho tu comentario, porque quiero escribir otro libro.” Por mil tonterías se me pasó el tiempo aunque hoy pago esta deuda.

A los que escuchamos su testimonio varias veces seguramente al leerla recordaremos su voz y la cadencia de sus palabras. Será como estar a su lado viendo las expresiones de su rostro mientras nos cuenta su historia, es por ello que es un libro sencillo: como un cuento contado por una abuela pero un cuento sin nada de ficción. En esta sencillez se muestra su venezolanidad, es un relato del holocausto a la venezolana, porque la señora Spira fue de esta tierra aunque venida de afuera. “A este país quedo agradecida por el resto de mi vida, porque aquí nacieron mis hijos y mis nietos y porque aquí reposan los restos de mi esposo” (p. 217).
El texto comienza y termina con dos diferentes visitas a los lugares donde pasó su niñez, especialmente a Auschwitz; y la mayor parte de su escrito está dedicado a estos primeros 12 años: su nacimiento y crecimiento, el compartir con sus padres y familiares, y muy especialmente cuando todo empezó a cambiar para los judíos hasta que fue secuestrada y llevada al campo de exterminio. Poco más de un cuarto del libro se dedica exclusivamente al tiempo que pasó en el campo, que dos tercios no hablen de estos momentos a mi modo de ver es una manera de decirnos que su vida fue la de cualquier otra niña rodeada del cariño de su familia. No era diferente a ninguna otra lo cual nos demuestra la inmensa injusticia que se cometió con todo este pueblo (y la estupidez y crueldad de algunos al justificarlo), y con todos aquellos grupos humanos que padecieron: primero la intolerancia y discriminación, para luego ser esclavizados, torturados y asesinados sistemáticamente. La señora Spyra al hablar de las causas lo explica muy bien: los culpables no son los alemanes sino los nazis (una ideología de odio que no acepta las diferencias entre los seres humanos). Por último, a pesar del anhelo de justicia nunca buscó la venganza hacia los culpables e incluso en una ocasión perdonó a uno de sus torturadores. 

Su relato es especialmente un acto de agradecimiento a sus padres, abuelos y familiares que no dejaron nunca de “mimarla”, incluso en los momentos más difíciles cuando se escondían de la persecución nazi. Da un gran énfasis a todas sus enseñanzas, que le dieron el carácter para lograr sobrevivir en las peores condiciones. Aunque la consentían nunca le ocultaron la realidad, porque una persona que “conocía los peligros que tendría que enfrentarse, tenía más probabilidades de sobrevivir” tal como le dijo siempre su padre (p. 123). Pero también el libro es una exaltación a la bondad humana: “por cada persona mala que llegué a conocer durante mi vida, encontré por lo menos una buena que estaba dispuesta a ayudarme y a extender su brazo fraterno” (p. 124). Fue gracias a cada una de estas personas que ella pudo sobrevivir, al igual que su hermano, su madre y otros familiares; y a pesar de ello mataron a su padre, abuelos y a todos sus tíos maternos entre otros. 

Muchas personas consideran – por ignorancia - que los judíos exageran en todo el esfuerzo que dedican para recordar esta tragedia. La señora Spira nos dice que para su padre “era una misión sagrada y siempre nos hizo prometer que cuando terminara la guerra gritaríamos a los cuatro vientos lo que ocurrió, para que ese doloroso episodio de la historia no fuera olvidado”; y ella misma agrega: “Ya fue suficientemente trágico que el humo de las chimeneas se llevase millones de vidas inocentes: no podemos permitir que no se les recuerde debidamente” (p. 153-154). 

“Regresar a Auschwitz” una y otra vez debemos hacer como seres humanos. Por un deber de justicia con los fallecidos y especialmente para no volverlo a repetir. Nuestra querida señora Trudy Spira se despide con un mensaje para sus hermanos venezolanos: “Me inquietan sobremanera los acontecimientos que se suceden día tras día. (…) Aquí cabemos todos, siempre y cuando estemos dispuestos a aceptar nuestras diferencias” (pp. 216-217). Gracias por recordarnos la Verdad. Nunca la olvidaremos.